El Valle de los Caídos, rebautizado como Valle de Cuelgamuros por la Ley de Memoria Democrática de 2022, se enfrenta a una transformación radical que ha encendido las alarmas entre historiadores, artistas y defensores del patrimonio cultural español.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha seleccionado este martes el proyecto «La base y la cruz» como ganador de un concurso internacional de ideas, convocado por el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana.
Esta iniciativa, con un presupuesto de 30 millones de euros, prevé eliminar elementos clave del conjunto escultórico creado por Juan de Ávalos en la década de 1950, como La Piedad, las representaciones de las virtudes teologales y cardinales, y los cuatro evangelistas que adornan la base de la monumental cruz de 150 metros de altura.
El anuncio se produjo en la Casa de la Arquitectura de Madrid, donde el jurado —integrado por representantes gubernamentales, un delegado de la Iglesia católica y expertos como la artista Cristina Iglesias y el arquitecto David Chipperfield— dio a conocer la propuesta.
Según el secretario general de Agenda Urbana, Iñaqui Carnicero, el proyecto «propone una nueva visión de este conjunto monumental donde se definen los límites, donde se da más protagonismo a la naturaleza, invita al diálogo, a una visión más plural, más democrática, donde se incluyan muchas perspectivas».
Este plan, que arranca con obras previstas para 2027 y un plazo de ejecución de cuatro años, destina cuatro millones de euros al concurso y la redacción del proyecto, y 26 millones a la «resignificación», incluyendo la construcción de un centro de interpretación museístico en la explanada de acceso.
Sin embargo, las maquetas revelan una realidad más cruda: la explanada principal será surcada por una «gran grieta» horizontal de hormigón, que separa visual y simbólicamente el acceso a la basílica, eliminando la escalinata original y relegando las esculturas de Ávalos a un segundo plano, si no a la desaparición total.
Es por ello que desde diferentes sectores ven esta acción como un acto de venganza ideológica, que ignora el espíritu reconciliador del Valle y mutila un patrimonio artístico de valor incalculable.
El escultor: republicano, exiliado y artífice de la reconciliación

Juan de Ávalos (Mérida, 1911-Madrid, 2006), el escultor extremeño adjudicatario del encargo en 1950, no era un afín al franquismo.
Republicano convencido, portaba el carné número 7 del PSOE en Mérida y sufrió depuración política tras la Guerra Civil, con un expediente abierto y amenazas de muerte de ambos bandos. Exiliado temporalmente en los primeros años de la dictadura, Ávalos solo aceptó el proyecto tras una audiencia con Francisco Franco en el Palacio de El Pardo el 18 de julio de 1950.
Allí, propuso una temática estrictamente religiosa para evitar alusiones bélicas, alineándose con el decreto de Franco que ordenaba enterrar en el Valle a caídos de las dos Españas como símbolo de unidad.
«Usted es el escultor que necesita España», le habría dicho Franco al ver su obra Héroe muerto en la Exposición Nacional de 1950.
Ávalos, pese a las protestas de escultores afines al régimen como José Ordóñez y Alberto Sánchez, impuso su visión: un conjunto de nueve piezas en piedra caliza de Calatorao (Zaragoza), con un peso total de entre 120 y 150 toneladas para La Piedad sola, formada por 151 bloques de 15 a 20 centímetros de grosor.
La escultura principal, de seis metros de altura, nueve de ancho y tres de fondo, muestra a la Virgen María sosteniendo el cuerpo yacente de Cristo, con un rostro sereno que evoca sufrimiento y redención.
Flanqueándola, los evangelistas —San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, de 16 metros cada uno— y las virtudes Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, talladas entre 1952 y 1958.
El legado en peligro
El hijo del escultor, Juan de Ávalos Carballo, presidente de la Fundación Juan de Ávalos, ha dedicado su vida a preservar este legado.
En una entrevista publicada el año pasado en La Razón, Carballo denunció el deterioro del monumento y alertó contra cualquier alteración: «Si quieren una revancha de la Guerra Civil no tienen más que tocar esta cruz».
Recordó cómo su padre, influido por su esposa republicana, aconsejó a Franco obviar el «choque entre ambos bandos» para hacer del Valle un «monumento a la reconciliación».
Carballo comparó el abandono actual con destrucciones históricas, desde Persépolis por Alejandro Magno hasta Palmira por islamistas: «Siempre hay mala gente que quiere intentar cambiar la historia, pero es imposible, porque… cuando pasen 1000, 10 000, 50 000, 100 000 años, todavía estarán las piedras» .
Propuso restauraciones in situ con modelos originales y plóteres modernos, tachando el problema de «desidia» más que de falta de medios.
Tormenta de rechazo

El rechazo al plan gubernamental ha sido inmediato y visceral.
La organización HazteOír, en un tuit, clamó: «Aviso: ¡no lo vamos a permitir!», sumándose a la campaña #SalvemosElValle.
La Fundación Española de Abogados Cristianos, en otro mensaje, apuntó: «¿A esto llaman progreso? El Gobierno eliminará La Piedad, las virtudes y los cuatro evangelistas de la cruz. ¡No lo vamos a permitir! Seguimos defendiendo el Valle en los tribunales».
El eurodiputado Hermann Tertsch (VOX), en un post, arremetió contra la cúpula de la Iglesia Católica por no alzar la voz: «¿Qué tipo de jerarquía eclesiástica católica es capaz de aceptar con la indiferencia más absoluta que retiren innecesariamente una Piedad de la Virgen con el Cristo muerto?».
Rafael Núñez-Huesca, portavoz adjunto del PP en la Asamblea de Madrid, compartió un vídeo de 1993 del programa Tal Cual, donde Ávalos advertía: «Ha dolido todo eso, nos extraña y nos duele y nos fastidia, por no decir unas palabras muy gordas, que se hable todavía de la Guerra Civil. Nosotros, los que podíamos tener rencor, lo hemos olvidado. Hace falta ser serios y decirnos ‘basta ya’ con esto».
En ese fragmento, el periodista le pregunta a Ávalos sobre si hay que desmantelar el monumento, a lo que el escultor contesta: «Yo me río porque ustedes tienen que poner una cantidad de dinamita en la obra que yo he hecho, que va a ser terrible».
Stanley G. Payne, catedrático emérito de Historia en la Universidad de Wisconsin y experto en el siglo XX español, ha criticado este tipo de planes gubernamentales que ignoran el contexto reconciliador del Valle: «La memoria histórica es ideología y victimismo», sostuvo en una entrevista en Vozpópuli.
La Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos ha insistido —inclusive por vía judicial—, en la declaración del monumento como Bien de Interés Cultural (BIC) por la Comunidad de Madrid.
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Lo cierto es que el proyecto del Gobierno avanza. Según las autoridades, incluirá la musealización de la basílica «respetando espacios de culto». Sin embargo, la «grieta» —un soportal de hormigón que evoca división— ha sido criticada por su diseño abstracto que rompe la unidad planteada en el monumento original.
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