Cartel de los Soles: El plan clandestino de Maduro para desatar el caos en Venezuela

Por Maibort Petit
24 de septiembre de 2025 21:37 Actualizado: 24 de septiembre de 2025 21:37

Más que una medida desesperada, el anuncio del Decreto de Estado de Conmoción Exterior representa el punto de partida de un ambicioso plan estratégico diseñado por el régimen de Nicolás Maduro y el Cartel de los Soles para escalar la guerra multinivel que experimenta la región. El anuncio, hecho desde Caracas, corresponde a una hoja de ruta de confrontación híbrida que combina mecanismos legales, movilización militar, una enorme maquinaria de propaganda internacional y redes delictivas.

Los objetivos de este plan incluyen la generación de realidades confusas, la búsqueda de apoyo deliberado de aliados para revertir la política de máxima presión ejecutada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el avance de un proceso continental que busca la deslegitimación del sistema democrático, impulsado por China, Rusia y sus satélites, como Cuba y Nicaragua.

Primera Fase: Blindaje legal y movilización propagandística

De acuerdo con un reporte interno, la primera fase del plan incluye acciones urgentes para consolidar un blindaje legal y la movilización propagandística. En ese sentido, el decreto promulgado el 23 de septiembre de 2025 se apoya en el artículo 338 de la Constitución venezolana, que faculta al Ejecutivo para decretar estados de conmoción exterior o interior ante amenazas que pongan en riesgo la seguridad nacional.

Según la práctica legal vigente, este tipo de estados puede tener una duración inicial de hasta 90 días, prorrogables por otros 90 si persisten las condiciones. El régimen ha presentado el decreto como un instrumento para «blindar constitucionalmente» sus actuaciones frente a supuestas agresiones externas, pero críticos legales advierten que permite restringir libertades, concentrar decisiones en el Ejecutivo y aumentar la militarización del ámbito civil.


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Este paso no es inocente: funciona como cortina de humo para legitimar restricciones, censura, persecución política y control institucional mientras se proyecta una narrativa de defensa nacional.

Segunda Fase: Creación de una zona gris

La segunda fase del plan equivale a la consolidación de un caos constante y una falsa disuasión militar. Por ello, el régimen apuesta por lo que en doctrina militar se conoce como una «zona gris»: una franja de confrontación donde no se cruza el umbral de una guerra abierta, pero se ejercen amenazas, simulacros y despliegues para generar un efecto psicológico.

Se intensifican los ejercicios en la isla La Orchila y otras bases estratégicas para mostrar una presencia militar.

Se promueven las llamadas Unidades de Reacción Rápida (URRAS), unidades que en teoría estarían preparadas para una guerra irregular, pero cuya verdadera fortaleza es nebulosa.

El régimen intenta proyectar una disuasión principalmente simbólica, de modo que cualquier intento limitado de intervención sea percibido como una operación costosa y arriesgada para el agresor. Si bien el poder real de la FANB es bastante limitado, la estrategia se basa en la proyección, la percepción y la saturación psicológica.

Tercera Fase: El control del relato

El plan incluye en su tercera fase un factor primordial: la batalla por la narrativa. El discurso del régimen insiste en que Venezuela «resistirá cien años», que está bajo un «cerco imperial» y que la nación debe unirse contra un enemigo externo inexistente. Esa retórica cumple múltiples funciones: 1) Unificar al chavismo frente a la «amenaza externa»; 2) Desarticular la disidencia interna, al presentarla como colaboracionismo con «el enemigo»; y 3) Neutralizar el rechazo popular al transformarlo en un supuesto deber patriótico.

Los manuales de guerra argumentan que este tipo de discurso se alimenta del culto al sacrificio y del miedo. No obstante, existe una grieta entre lo que pretende el chavismo con su narrativa y la realidad—económica, social y militar—, la cual deja claro que la mayoría de los venezolanos no creen en las promesas ni en los discursos de los principales cabecillas de la llamada revolución bolivariana.

Plan estratégico diseñado por el régimen de Nicolás Maduro y el Cartel de los Soles para escalar la guerra multinivel que experimenta la región.

Cuarta Fase: Activación de la diplomacia mundial

La cuarta fase del plan de guerra busca combinar elementos militares, de narcotráfico y diplomáticos, aprovechando foros internacionales como el que tiene lugar actualmente en Nueva York, en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Dentro de sus cálculos, los estrategas del plan establecen que si la intervención de EE. UU. es limitada, el régimen planea recurrir a tácticas de guerrilla urbana, ataques selectivos, sabotajes y denuncias internacionales para desgastar al adversario. Si fuera total, reservaría armas estratégicas que solo los líderes clave —Maduro, Diosdado Cabello o Padrino López— controlarían para lanzar golpes contra instalaciones esenciales.

Según documentos en nuestro poder, el modelo impulsado por Nicolás Maduro y su equipo aspira a prolongar el conflicto, no a ganarlo con rapidez, construyendo episodios de escalada, desgaste y manipulación constante a través de varios dominios simultáneos:

– Dominio económico: Contrabando, financiamiento ilícito y redes delictivas.
– Dominio cognitivo/mediático: Uso estratégico de propaganda interna y presión internacional.
– Dominio diplomático: Denuncias constantes en foros internacionales.
– Dominio territorial: Entrega selectiva de zonas al crimen organizado y alianzas con guerrillas y carteles como el Tren de Aragua y el ELN.

El rostro oculto del cartel de los Soles

El nombre «cartel de los Soles» se ha vuelto clave en la narrativa geopolítica venezolana. El gobierno presidido por Donald Trump lo identifica como una estructura criminal que involucra a miembros del alto mando militar venezolano. En 2025, el Departamento del Tesoro lo sancionó como entidad terrorista, junto con el apoyo al Tren de Aragua y el Cártel de Sinaloa.


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El cartel controla rutas terrestres, marítimas y aéreas de narcotráfico y contrabando, funcionando como brazo logístico y económico del régimen chavista, de acuerdo con los expedientes de la Corte del Distrito Sur de Nueva York. No obstante, estudios críticos señalan que no es una organización jerárquica tradicional, sino una red de células dentro del aparato militar y estatal. Sea como fuere, el vínculo entre el régimen y las redes ilícitas no puede negarse sin subestimar la magnitud del entramado criminal venezolano.

La contraofensiva de Estados Unidos: Puntos de falla estratégicos

Aunque el plan luce ambicioso y cuenta con socios clave, el mismo poder presenta puntos de falla estratégicos que permiten entender cómo se puede desbaratar el sistema que lo sustenta.

Entre las fisuras significativas está el hecho ineludible de que la FANB está fragmentada. Varios reportes internos ofrecen detalles sobre oficiales disidentes que estarían dispuestos a apoyar la transición democrática si se presenta la oportunidad.

Otro aspecto vulnerable es que la economía del cartel depende del flujo interno de corrupción e impuestos, lo que indica que como contraofensiva se pueden generar boicots ciudadanos y exponer operaciones mineras o rutas de contrabando para dañarlo. Por su parte, EE. UU. ya ejerce un bloqueo tácito sobre rutas marítimas y aéreas, limitando las maniobras del régimen y rompiendo la dinámica de envío de drogas y dinero ilegal desde y hacia el norte.

Finalmente, los golpes de precisión a instalaciones clave —bases, depósitos, puertos— podrían desarticular su capacidad operativa antes de que consoliden el plan. Las acciones a futuro implican escenarios complejos, y todos dependen de la decisión de EE. UU. de actuar o no, ya que la anticipación es vital: cuanto más rápido se ejecuten las acciones, menor será su margen de reacción.

Dimensión regional y mensaje proselitista global

Si Maduro persiste en el poder y su modelo triunfa, podría emerger como un símbolo para regímenes autoritarios y redes criminales en Latinoamérica. Demostraría que es posible resistir a Occidente combinando fraude, represión, crimen y propaganda.

Esta eventualidad tendría un impacto estratégico en la región. Por lo tanto, los Estados Unidos y la OTAN perderían credibilidad en su respaldo a la democracia, mientras que la inseguridad transnacional se complicaría con un modelo exitoso de narcoautoritarismo en plena región.

La hora de la exposición

Hacer público este plan estratégico no es un mero ejercicio académico, es una obligación moral con todos los venezolanos. Cada fase que revelamos quita ventaja al régimen, desnuda sus contradicciones y fortalece la capacidad de resistencia cívica e internacional.

Maduro ya no se mueve en las sombras; estamos frente a una guerra híbrida donde conocer sus pasos significa arrebatarle poder. Hoy, la transparencia y la acción conjunta no son solo herramientas, sino la esperanza de que su estrategia se vuelva contra él y abra camino a un futuro diferente para Venezuela.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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