El autoengaño que nos destruye

Aprendemos a no mentir a los demás, pero las mentiras que nos contamos a nosotros mismos manipulan los recuerdos y oscurecen nuestro juicio moral. Solo mediante una introspección honesta o la mirada de un extraño, como en el cuento «El traje nuevo del emperador», podemos escapar del autoengaño.

Por Maya Mizrachi
2 de mayo de 2025 16:35 Actualizado: 2 de mayo de 2025 16:35

«Por encima de todo: ¡no te mientas a ti mismo! Quien se miente a sí mismo y cree en sus propias mentiras, al final ya no es capaz de distinguir la verdad, ni en sí mismo ni a su alrededor; al final, no respeta ni a sí mismo ni a los demás. Pero quien no respeta a nadie también deja de amar y se entrega a las pasiones y a los placeres brutos para mantenerse ocupado y distraerse, incluso sin amor», escribió Fiódor Dostoyevski en su novela «Los hermanos Karamázov».

Desde pequeños, a la mayoría de nosotros se nos enseña a ser sinceros y a no mentir nunca. Esto hace que a menudo miremos con recelo a los mentirosos y perdamos la confianza en ellos. Pero, paradójicamente, apenas aprendemos nada de las mentiras que nos contamos constantemente a nosotros mismos.

Manipulación de la memoria: el origen del autoengaño

Tomemos como ejemplo la forma más extendida de autoengaño. No se trata de la mentira que contamos a los demás y nos creemos nosotros mismos, sino de la mentira que surge cuando manipulamos nuestros recuerdos: hemos hecho daño a alguien y sentimos remordimientos, pero en lugar de pedir perdón, fingimos que no ha pasado nada.

En nuestra cabeza elegimos cómo recordar un suceso. De esta manera creamos un autoengaño. Como indica Friedrich Nietzsche: «Yo lo hice», dice mi memoria. «No puedo haberlo hecho», replica mi orgullo, y se mantiene implacable. Finalmente, la memoria cede. El resultado es la impresión de que no hemos hecho daño ni a una mosca.

Algo similar ocurre con la creación de recuerdos falsos o fantasías. El deseo por una persona desconocida puede ser el comienzo de un autoengaño de este tipo. El miedo también suele estar asociado a imágenes e ideas generadas por nuestro subconsciente. A veces, ni siquiera contienen una pizca de verdad.

Otra forma frecuente de autoengaño se produce cuando percibimos a nuestra pareja de forma distorsionada y le atribuimos características para justificar una discusión con ella, o cuando un niño se convence a sí mismo de que otro niño «se lo merece».

Sabiduría antigua y conocimientos modernos

Ya en la Antigüedad, el autoengaño se consideraba un problema grave. Sócrates es citado en uno de los diálogos de Platón con las siguientes palabras: «Porque ser engañado por uno mismo es lo peor que puede pasar». Para él, el autoengaño se manifestaba en las personas que «no se conocen a sí mismas» (una frase tomada de una antigua inscripción en Delfos: «Conócete a ti mismo»), así como en las personas que no están en armonía consigo mismas y en aquellas que dan rienda suelta a sus deseos. Platón y Sócrates creían que la razón debía guiar el comportamiento humano. Quien se miente a sí mismo se aleja de sí mismo y de su pensamiento claro y racional.

En la Ilustración, el filósofo escocés Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna, consideraba el autoengaño como un gran obstáculo para el conocimiento y la comprensión moral. Una persona que se engaña a sí misma piensa bien de sí misma e ignora sus defectos morales. «Este autoengaño, esta fatídica debilidad, es la fuente de la que tal vez proviene la mitad de todas las ruinas de la vida humana», escribió Smith en su obra «Teoría de los sentimientos morales» (1759) [Nota del editor: traducción de Walther Eckstein, 1926].

«Si nos viéramos a la luz en que nos ven los demás, o en la que nos verían si lo supieran todo sobre nosotros, en general sería inevitable un cambio a mejor. De lo contrario, no podríamos soportar nuestra propia imagen». Según Smith, hay una forma de reconocer el autoengaño. La naturaleza no nos ha abandonado a esta debilidad sin remedio.

La disonancia cognitiva y el camino hacia la verdad

En el siglo pasado, el psicólogo estadounidense Leon Festinger contribuyó al reconocimiento de que el autoengaño surge, entre otras cosas, de la «disonancia cognitiva», un estado en el que una persona tiene dos cogniciones (creencias, ideas u opiniones) que son incompatibles entre sí.

Por ejemplo: «Soy una buena persona», pero «acabo de herir a alguien»; «creo que soy inteligente y tengo talento», pero «tengo un trabajo sencillo que no requiere pensar y no me hace avanzar»; o «cuido mi salud», pero «a veces fumo un cigarrillo».

Estas disonancias generan malestar psicológico que la persona intenta aliviar, por ejemplo, mediante el autoengaño, que crea una narrativa falsa en la mente.

Dado que el autoengaño puede tener consecuencias devastadoras, como relaciones destruidas, autolesiones o daños a personas inocentes, es obvio que debemos poner freno a las mentiras que nos contamos a nosotros mismos. De esta manera, evitamos dañar a los demás y poner en peligro nuestras relaciones. El resultado es una vida más pacífica en la que centramos nuestra energía en cosas significativas o, como dijo Sócrates, en conocernos a nosotros mismos.

La forma más importante de lograrlo es reflexionando sobre nuestros pensamientos y renunciando al hábito de engañarnos a nosotros mismos. Si no lo conseguimos, tal vez necesitemos a una persona sincera en nuestro entorno que nos muestre la realidad tal y como es, como en el cuento «El traje nuevo del emperador», de Hans Christian Andersen. Entonces, un niño gritó: «¡Pero si el emperador está desnudo!», dejando claro a todos que el emperador y todo el reino habían sido engañados.

Este artículo apareció originalmente en epoch.org.il con el título «תמונה למחשבה: ההונאה העצמית שהורסת אותנ» y adaptado al alemán con el título «Die Selbsttäuschung, die uns zerstört».

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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