El mal patrocinado por el Estado en el mundo académico: cuando el aula se convierte en campo de batalla

Por Scott McGregor
1 de noviembre de 2025 08:22 Actualizado: 1 de noviembre de 2025 08:22

Comentario

Las universidades, centros de pensamiento crítico, se han convertido en la primera línea de un conflicto de nuevo cuño. No es un campo de batalla convencional, sino uno que se libra con subvenciones de investigación en lugar de tanques y con ideología en lugar de munición. La contienda no solo trata de ideas: disputa la definición misma de la verdad.

Regímenes adversarios como China y Rusia saben que la fortaleza de Occidente reside en sus instituciones abiertas. Hoy, los campus, los laboratorios de investigación y los centros de estudios tienen tanta importancia estratégica como los oleoductos, los centros de datos y los puertos. Llegan de forma sigilosa, envueltos en el lenguaje de la cooperación, la sostenibilidad o el intercambio cultural. Su objetivo: controlar el discurso, influir en la innovación y fomentar una división social profunda.

Estos regímenes emplean ciberataques contra infraestructuras críticas. No solo ponen a prueba las defensas; también minan la confianza pública. Ciberataques y campañas de desinformación operan en paralelo: unos interrumpen sistemas y otras erosionan la confianza. El propósito va más allá del robo de datos: inducir a la sociedad a desconfiar de sus instituciones, de sus líderes y de sí misma.

En Canadá, Estados Unidos y el conjunto de países miembro de la OTAN, se han visto campañas coordinadas en línea para exacerbar las divisiones internas. Las operaciones de influencia rusas y chinas se adaptan a la política local, empujando simultáneamente a los extremos para erosionar el centro. No son provocaciones aisladas, sino manipulación calculada en la que el mundo académico actúa a menudo como amplificador involuntario. La investigación financiada con fondos extranjeros, los programas de intercambio y las becas de centros de estudios pueden promover de forma discreta narrativas alineadas con los intereses de esos Estados.

Bill Pugliano/Getty Images

La hipocresía es patente. Pekín y Moscú patrocinan iniciativas de «cooperación ambiental» mientras figuran entre los mayores contaminadores del planeta. Financian investigación climática e iniciativas verdes en Occidente, no por compromiso ambiental, sino para ganar influencia sobre industrias esenciales —minería, tecnologías limpias, tierras raras y política de transición energética—. Resulta inquietante que universidades y organizaciones no gubernamentales (ONG) occidentales acepten estos fondos con escasa supervisión: a menudo se ensalza la colaboración sin reparar en quiénes son los socios, los mismos actores que impulsan guerras, difunden desinformación y ejecutan ciberataques.

Casos documentados de interferencia y actuaciones de las autoridades

Estados Unidos: cinco ciudadanos chinos acusados ​​de espionaje en la Universidad de Michigan

En octubre de 2024, el FBI imputó por espionaje a cinco ciudadanos chinos que estudiaban en la Universidad de Míchigan dentro de un programa conjunto con la Universidad Jiao Tong de Shanghái. Se les atribuye haber fotografiado material de la Guardia Nacional del Ejército de EE. UU. durante un entrenamiento en Camp Grayling (Míchigan). El programa nació de un acuerdo de colaboración académica, ejemplo de cómo la investigación conjunta puede convertirse en canal de obtención de inteligencia. En respuesta, la Universidad de Míchigan rescindió la colaboración por motivos de seguridad nacional.

Estados Unidos: la «Iniciativa China» y su impacto en la transparencia de la investigación

Washington lanzó en 2018 la Iniciativa China para combatir el espionaje económico vinculado a la República Popular China, con especial atención a universidades y laboratorios nacionales. Se puso fin al programa en 2022 por la preocupación ante posibles sesgos, pero el escrutinio de los vínculos extranjeros no declarados continuó. El caso más destacado fue el del químico de Harvard Charles Lieber, condenado por declaraciones falsas y delitos fiscales relacionados con pagos y afiliaciones en China que no declaró a las autoridades estadounidenses. El mensaje a las universidades es nítido: se exige transparencia, y la financiación encubierta, las afiliaciones externas y la investigación de doble uso atraerán la atención de la seguridad nacional.

Alemania: alerta sobre riesgos de espionaje por parte de estudiantes y colaboraciones chinas

En 2023, las autoridades alemanas advirtieron de riesgos de espionaje en la educación superior. La Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV, por sus siglas en alemán), servicio de inteligencia interior, señaló que muchas universidades no prestaban suficiente atención a estas amenazas y podían perder conocimientos valiosos. En julio de ese año, la ministra de Educación añadió que estudiantes procedentes de China con becas estatales completas podrían suponer un riesgo de espionaje científico.

Australia: espionaje e injerencia en el sector de la investigación

Los servicios de inteligencia australianos han detectado intentos persistentes de gobiernos extranjeros de infiltrarse e influir en instituciones de investigación. La Organización Australiana de Inteligencia de Seguridad (ASIO, por sus siglas en inglés) ha identificado múltiples casos de espionaje e injerencia dirigidos a universidades. Informes de la ASIO apuntan a que autoridades chinas reclutan a estudiantes en Australia para vigilar e informar sobre personas críticas con Pekín.

Reino Unido: colaboraciones académicas chinas e influencia en las universidades británicas

En el Reino Unido preocupa que algunas colaboraciones con universidades chinas mantengan vínculos con el Partido Comunista Chino (PCCh) y con el Estado. Distintos informes señalan que centros británicos han recibido millones de libras de entidades relacionadas con el PCCh. Un documento de 2025 añadía que, al parecer, cada campus universitario británico en China cuenta con una rama del partido integrada, con militantes presentes en comités de gestión.

Reino Unido: colaboraciones con instituciones vinculadas al Ejército chino

Académicos del Imperial College de Londres han colaborado con investigadores de instituciones chinas vinculadas al sector de defensa de Pekín en trabajos con posibles aplicaciones militares. Entre esas colaboraciones figuran investigaciones en coautoría sobre aceros avanzados de alta resistencia y baterías de alta potencia, realizadas junto a grupos estatales integrados en el complejo militar-industrial.

Recomendaciones de política

Comencemos por la transparencia: las universidades deben publicar toda la financiación extranjera y detallar cada colaboración con entidades vinculadas a gobiernos foráneos, con estándares reforzados donde el riesgo sea mayor. La investigación de doble uso, especialmente en seguridad nacional y tecnologías avanzadas, exige supervisión estricta y límites claros.

Cautela en la participación: investigadores visitantes y programas de intercambio procedentes de Estados de alto riesgo deben someterse a verificación exhaustiva y diligencia debida documentada, no a un mero trámite. Trátese redes y datos de investigación como infraestructura crítica.

Implántense y pruébense planes de ciberresiliencia para detectar y contener intrusiones con rapidez. Al mismo tiempo, defiéndase con firmeza la libertad académica. No se canjee la independencia por acceso ni por financiación.

Por último, establézcase un canal permanente con las agencias de seguridad nacional para compartir información oportuna sobre amenazas y pautas operativas. Esa cooperación protege la investigación, ampara a las personas y salvaguarda la integridad de la misión.

No es diplomacia, sino infiltración

El frente de batalla ya no son las autopistas, los puertos ni las bolsas. Ahora son las aulas y los laboratorios. Los Estados autoritarios emplean herramientas cibernéticas e influencia coordinada para atacar a las universidades abiertas, no solo para robar tecnología, sino para moldear el pensamiento, las narrativas dominantes y las políticas aplicadas. Cuando los gobiernos usan los campus para blanquear propaganda, suprimir investigaciones incómodas o presionar a académicos disidentes, no estamos ante diplomacia, sino ante infiltración.

Las universidades deben recuperar su independencia, y las sociedades libres, defender las instituciones que sostienen la investigación honesta.

Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no reflejan necesariamente las de The Epoch Times.

Artículo publicado originalmente en The Epoch Times con el título «State-Sponsored Evil in Academia: When the Battlefield Becomes the Lecture Hall».

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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