Los proverbios son tesoros transmitidos durante siglos. No es casual que hayan perdurado tanto tiempo: encierran enseñanzas que continúan vigentes.
Al detenernos en ellos, podemos extraer lecciones que mejoran nuestra vida. Incluirlos en nuestro lenguaje cotidiano contribuye, además, a que pasen a la siguiente generación.
En busca del origen
El antiguo proverbio «La limpieza es hermana de la piedad» se remonta, según se sabe, a alrededor de 1605. El científico y filósofo inglés Sir Francis Bacon escribió en El avance del saber: «La limpieza física siempre se ha considerado una expresión de la debida reverencia a Dios, a la sociedad y a nosotros mismos». En aquella época, el término «limpieza» aludía tanto a la integridad moral como al aseo personal.
Las ideas de Bacon parecen haber inspirado reflexiones posteriores. En Historia de los Dignatarios de Inglaterra, de Thomas Fuller (1662), se atribuye a Sir Edward Coke la afirmación de que «la limpieza exterior de nuestro cuerpo puede ser un indicador de la pureza de nuestra alma». A finales del siglo XVIII, John Wesley retomó ese planteamiento en un sermón en el que señalaba: «He aquí, la negligencia no tiene cabida en ninguna religión. […] La limpieza es, en efecto, muy similar a la piedad».
Una verdad con muchas facetas
Al observar los diversos precursores de la formulación actual, Bacon parece haber sido quien mejor condensó la idea al afirmar que la pureza refleja «la debida reverencia a Dios, a la sociedad y a nosotros mismos».
Se trata de una visión rica y compleja que, en esencia, encierra una valiosa lección de vida. En resumen, viene a decir que la limpieza del propio cuerpo y, añadiría, del entorno —tanto en lo visible como en lo interior— es una expresión de respeto, e incluso una forma concreta de vivirlo.
Quienes respetan la creación de Dios la cuidan, lo que incluye a la propia persona y a los demás. La consideración hacia otros seres humanos, también creados a imagen de Dios, se manifiesta en el empeño por no causarles incomodidad por falta de higiene o de rectitud moral.
¡Qué mundo tan hermoso sería si todos recordáramos estas cosas y no adoptáramos conductas que contaminan el cuerpo y el alma! Incluso para quienes, por lo general, controlan su manera de actuar, el proverbio «La limpieza es hermana de la piedad» encierra, a mi juicio, una enseñanza importante: la limpieza y el orden en la vida —en casa, en la oficina o, sí, incluso en el ordenador y en los archivos— son signos de autodisciplina. Y la autodisciplina está más cerca de nuestra verdadera esencia que el hedonismo o el abandono.
Al reflexionar sobre mi propia vida, veo margen de mejora en estos ámbitos. Mis archivos informáticos y mi bandeja de entrada podrían estar algo más ordenados. Es cierto que el desorden suele explicarse por una gran carga de trabajo, pero a veces ese estado también obedece, al menos en parte, a la falta de autocontrol.
Por ejemplo, es fácil dejarse arrastrar por ideas espontáneas o por emociones que nos conducen a actividades imprevistas o innecesarias. El tiempo libre es imprescindible. Sin embargo, también conviene planificarlo.
Cercanía a Dios
El proverbio «La pureza es hermana de la piedad» alude también a la antigua idea de que las personas puras y virtuosas están cerca del Creador. Este planteamiento va mucho más allá de las palabras de Bacon de 1605. La pureza sexual es, por ejemplo, una parte esencial de la vida de monjas y monjes. Un conocido pasaje bíblico del Evangelio según san Mateo (Mt 18,3), en el Nuevo Testamento, afirma:
«De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos»
El Talmud, una especie de manual de la Biblia judía (Tanaj), dice: «El cuidado conduce a la limpieza; la limpieza, a la pureza; la pureza, a la humildad; la humildad, a la piedad; la piedad, al temor al pecado; el temor al pecado, a la santidad; y la santidad a la inmortalidad».
La pureza de pensamiento —no solo en el sentido de evitar los deseos, sino en un sentido positivo y benevolente— es algo que conviene cultivar y del que podemos beneficiarnos.
El orden fomenta la espiritualidad
Quienes practican tradiciones religiosas y espirituales en todo el mundo otorgan gran importancia al orden en sus lugares de culto. Imagínese reunirse para una sesión de estudio bíblico en una habitación completamente desordenada y sucia.
O imagínese a un grupo de personas meditando en un templo que aspira a ser «zen» con objetos desperdigados por todas partes. Eso simplemente no sería «zen», ni debería serlo; no es casualidad que «zen» se asocie con espacios minimalistas y tranquilos.
Un espacio ordenado reduce el estrés y favorece la concentración, dos aspectos fundamentales para las prácticas espirituales o devocionales. Quien necesite ayuda con esto puede recurrir a Marie Kondo, la reconocida experta japonesa en orden y autora del libro superventas La magia del orden. Sus métodos han ayudado a millones de personas. Muchos la consideran muy cercana y cordial, incluso a través de lo que se escribe sobre ella. Pero eso es solo un apunte.
Ahora que conocemos algunas de las historias detrás del proverbio «La limpieza es hermana de la piedad», invito a trabajar en una mente más pura, intenciones más rectas y un entorno más cuidado, eliminando así aquellas capas internas que podrían empañar nuestra luz interior.
Este artículo apareció originalmente en theepochtimes.com con el título «El significado del proverbio “La limpieza es hermana de la piedad”».
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Alemania con el título «Die Bedeutung des Sprichworts „Reinlichkeit ist die Schwester der Gottseligkeit“».
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