El empresario Lee Yunchin llegó a creer que lo tenía todo bajo control. A finales de la década de 1990, abandonó su próspera cadena minorista en Taiwán y se instaló en China continental, atraído por la promesa de mano de obra barata y un mercado vasto, terreno fértil para emprendedores audaces.
En apenas unos meses, su fábrica de jerséis despegó con fuerza: millones de prendas salían de sus líneas de producción y, en tan solo medio año, las ganancias superaban los 100 millones de yuanes (unos 12 millones de euros).
«En aquel momento, sentía que podía sonreír mientras dormía y decir: ¡Vaya, es demasiado fácil!», afirmó.
En 1997, los jerséis de Lee estaban por todas partes: coloridos, elegantes y de alta calidad, lo que contrastaba radicalmente con las prendas de mala calidad que dominaban las tiendas chinas en aquella época. Vendió cinco millones de unidades en los primeros seis meses y tenía agentes haciendo cola para representarlo en toda China.
Sin embargo, lo que parecía el comienzo de un sueño pronto se convirtió en una pesadilla surrealista. Lee compartió su trayectoria profesional y su viaje espiritual en «The Stories of Life» (Las historias de vida), un programa de podcast de la edición china de NTD, medio asociado a The Epoch Times.

Hacer negocios «al estilo chino»
Apenas diez meses después de establecerse en Dongguan, China, la fábrica de Lee fue allanada por la oficina tributaria local. Los funcionarios irrumpieron en las instalaciones, confiscaron documentos y cerraron las operaciones.
La visita no fue casual. Lee pronto se enteró de que el «subdirector de fábrica» que le habían asignado las autoridades locales —supuestamente para «ayudarle»— había estado informando en secreto de todos sus movimientos.
Luego llegó la infame invitación: «Vamos a buscar un buen restaurante, comamos allí y charlemos tranquilamente».
Durante la cena en una suite de lujo, el mensaje fue claro. Si Lee quería seguir en el negocio, tenía que pagar, lo que ellos llamaban «traer dinero para hacer las cosas». En otras palabras, tenía que sobornar a los funcionarios del régimen si quería seguir haciendo negocios. Esa noche, gastó más de 40 000 yuanes (unos 4800 euros) solo en la cena y luego le entregaron una factura aún mayor.
«Dijo que nuestra cifra era demasiado alta, es decir, que mis ingresos eran demasiado elevados», recuerda Lee. «Luego vino la parte de que quizá había que devolver algo».
No fue un episodio aislado. Durante la década siguiente, Lee afrontaría dos grandes redadas fiscales, múltiples intentos de extorsión, un accidente de coche que casi le costó la vida, la traición de empleados y socios, e incluso amenazas de pandillas y de la mafia. Aun así, Lee no se detuvo: siguió pagando, siguió produciendo y siguió avanzando.
Lee pensaba que podría seguir obteniendo beneficios con su negocio siempre y cuando las autoridades estuvieran satisfechas. «No me desanimé ni me asusté», indicó.
Sin embargo, los funcionarios del régimen tenían otros planes para él. Mientras fingían llegar a acuerdos con Lee mediante sobornos, lo empujaron hacia un estilo de vida lujoso y hedonista, rodeándolo de mujeres y alcohol. Al mismo tiempo, lo vigilaban de cerca. Hoy, Lee está convencido de que su verdadero objetivo era, en última instancia, despojarlo de todo.
De la fortuna a la extorsión
La segunda redada fiscal fue más dura que la primera. Para entonces, Lee había lanzado una nueva marca de ropa en Shanghái y había abierto más de 30 tiendas minoristas en toda la ciudad. Justo antes de la gran inauguración de su tienda insignia, sufrió un devastador accidente de coche que le dejó con las costillas rotas y la clavícula destrozada.
Poco después, los funcionarios fiscales volvieron a actuar.
Esta vez, no solo exigieron dinero, sino que también querían un coche. Un funcionario del régimen chino pidió sin rodeos un Mazda 6 nuevo. Lee se lo compró, pero eso no detuvo la redada.
Cuando los funcionarios confiscaron los ordenadores y el inventario del almacén, Lee se dio cuenta de que el daño era irreparable. Para evitar que le gravaran con los precios inflados «al por menor» en lugar de los precios normales al por mayor, se vio obligado a vender rápidamente el resto de sus existencias a 10 yuanes (1,20 euros) por artículo, lo que era una fracción del precio normal.
Se vendieron un total de 300 000 prendas a precios irrisorios. «Eso representaba 30 millones de yuanes (unos 3,5 millones de euros) siempre y cuando lo vendiera», señaló, refiriéndose al comprador de sus existencias.
Lee perdió más que su dinero. Estaba perdiendo su dignidad.
«No importaba si querías dinero, pero el tono que utilizaban para hablarte era completamente otra cuestión», recordó la forma en que los funcionarios chinos le hablaban. «No era diferente a unos bandidos, gritando y maldiciendo».
Traicionado, arruinado… y empezando de nuevo
Tras la caída de su negocio, las cosas se desmoronaron rápidamente. Los clientes dejaron de pagar, los socios desaparecieron y las deudas se acumularon. Con los proveedores chinos llamando a las puertas de su fábrica, a Lee le aconsejaron que se declarara en quiebra y se marchara.
Se negó.
«No quería deber nada a nadie», dijo Lee. «Incluso cuando no tenía nada, convertí todas las facturas pendientes en pagarés. Actué según mi conciencia moral».
Pero la conciencia no podía pagar las facturas. Cuando se acercaba el Año Nuevo chino, los miembros de la mafia y las bandas venían a cobrar las deudas con armas en mano. En ese momento, Lee había perdido todo el dinero que había ganado y estaba profundamente endeudado. No podía permitirse nada.
Lo que sorprendió a Lee fue que algunos miembros de la mafia lo respetaban por honrar sus deudas y no abandonar su puesto. Para él, la mafia parecía más honorable que los funcionarios del Partido Comunista Chino (PCCh).
Recordó una oferta inesperada de los miembros de la mafia. «Jefe, vete a casa. Yo te compraré el billete de avión», le dijo uno de los gánsteres.
Demasiado avergonzado para volver a Taiwán con las manos vacías después de todo el esfuerzo que había dedicado a poner en marcha un negocio en China, Lee se mudó a una casa abandonada y en ruinas, una de las llamadas «casas fantasma», durante seis meses. Durante ese tiempo, guardó un saco de arpillera lleno de facturas impagadas: 20 millones de yuanes (unos 2,4 millones de euros) que le debían otras personas.
Entonces, una noche, tomó una decisión.
«Esa noche, fue como si una voz me dijera: «Este dinero es lo que debes de tu última vida. En esta vida, debes saldar la deuda. Las deudas deben pagarse», relató.
A la mañana siguiente, Lee quemó todas las facturas pendientes que le debían. Todas desaparecieron en una nube de humo. Fue entonces cuando las cosas empezaron a cambiar.
Renacimiento a través de la fe
Poco después, un amigo le encargó a Lee un pequeño trabajo de diseño y le pagó 5000 yuanes (593 euros). Empezó desde cero, yendo en autobús a las reuniones con los clientes y dibujando a mano sus ideas. En seis meses, se recuperó, no era rico, pero estaba contento.
«Solía gastar 100 000 yuanes (unos 12 000 euros) en un fin de semana. Ahora vivo con 2000 yuanes (unos 240 euros) durante medio año».
Y lo que es más importante, Lee había cambiado. Las noches de indulgencia con el juego, las mujeres y los gastos extravagantes habían terminado. Había probado el exceso y el vacío.
Sin embargo, la salud de Lee estaba fallando. Le diagnosticaron espolones óseos y un tumor en el hígado. Comenzó a explorar prácticas espirituales como la sanación de chakras, el zen y el vajrayana, gastando mucho dinero en asistir a retiros espirituales, pero aún le faltaba algo, hasta que sus padres, de casi 90 años, lo invitaron a casa.
De vuelta en Taiwán, mientras visitaba un parque forestal, conoció a una mujer que le dio un ejemplar de Zhuan Falun, el texto principal de Falun Dafa, una práctica espiritual que incluye ejercicios de meditación y enseñanzas morales basadas en los principios de verdad, benevolencia y tolerancia.
Falun Dafa, también conocido como Falun Gong, se presentó al público por primera vez en 1992 y rápidamente ganó popularidad.
«Empecé a leer una conferencia cada día», expresó. Sentía que algunas de las enseñanzas «parecían escritas específicamente para mí».
Lee se inscribió en un ciclo de conferencias de nueve días sobre Falun Dafa. Por primera vez, sintió que comprendía por qué había sufrido y qué significaba una verdadera transformación.
Sintió que su cuerpo había cambiado por completo. Durante su revisión médica, le informaron que tenía el cuerpo de un hombre joven y que había comenzado a recuperar la salud.
A medida que Lee profundizaba en su estudio de Zhuan Falun y abrazaba los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia, comenzó a aprender sobre la brutal persecución que sufrían los practicantes de Falun Gong en China, incluyendo relatos de encarcelamientos injustos, torturas y sustracción forzada de órganos. Las revelaciones le tocaron la fibra sensible.
En julio de 1999, el entonces líder del PCCh, Jiang Zemin, lanzó una brutal campaña de persecución destinada a reprimir la práctica y a sus 100 millones de practicantes, tras sentirse amenazado por el hecho de que había más practicantes de Falun Gong que miembros del Partido.
Aunque por poco había escapado de la detención, Lee reconoció que la misma maquinaria del PCCh que lo había extorsionado y humillado ahora estaba siendo utilizada para aplastar la fe espiritual. Con renovada convicción, comenzó a hablar, no solo sobre su propio despertar, sino también para advertir a otros.
A sus compañeros empresarios taiwaneses que aún operaban en China, les ofreció una sincera súplica: «Falun Dafa es bueno. Verdad, Benevolencia y Tolerancia son buenas. Espero que todos aprendan Falun Gong. También quiero decirles a nuestros amigos empresarios taiwaneses en China continental: «Cuídense. Si pueden regresar, por favor, regresen pronto. Hacer negocios en Taiwán también es muy bueno».
Hoy, Lee tiene 63 años. Su cuerpo, antes plagado de enfermedades, ahora está fuerte y sin dolor. Dirige dos negocios con su esposa en Taiwán, vive con sencillez y comparte su historia libremente. No solo es un practicante de Falun Dafa, sino también un hombre renacido.
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times con el título «Taiwanese Entrepreneur Betrayed by the CCP, Saved by Faith»
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