No es ningún secreto que el Big Beautiful Bill (Gran y Hermoso Proyecto de Ley) de los republicanos estadounidenses planea recortar gran parte de los mandatos y miles de millones de dólares en subsidios destinados a lograr la llamada «transición energética». Si se aprueban esos recortes presupuestarios, será el tercer golpe que acabará con la idea de que Estados Unidos —y por ende el mundo— abandonará los combustibles fósiles. Los otros dos golpes ya se han dado.
El segundo golpe llegó el mes pasado con el gran apagón ibérico. Las investigaciones preliminares dejan claro que el despliegue excesivo de energía solar y eólica poco fiable fue el punto de inflexión que dejó a 55 millones de personas a oscuras durante días. Pocos políticos querrán arriesgarse a que algo así vuelva a ocurrir, en ningún sitio. Y, como sigue advirtiendo la Corporación Norteamericana de Fiabilidad Eléctrica (North American Electric Reliability Corporation), los riesgos de apagones están aumentando aquí, y por la misma razón. La fiabilidad solía ser la característica fundamental del diseño de las redes eléctricas, antes de la prisa por impulsar una transición energética al servicio de los objetivos climáticos.
El primer golpe llegó unas semanas antes de la calamidad ibérica, con la publicación de un nuevo informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) titulado Energía e IA. Dicho informe trataba de responder a la pregunta de cómo satisfacer de forma fiable el sorprendente aumento de la demanda de energía que se espera en la próxima década con el auge de los centros de datos de inteligencia artificial (IA). La respuesta a esta pregunta responde también, aunque no de forma intencionada, a la misma pregunta sobre cómo satisfacer las demandas futuras de la sociedad.
Como señala el informe de la AIE, un solo gran centro de datos de IA consume tanta electricidad como dos millones de hogares, y hay miles de ellos en proyecto. Por lo tanto, las infraestructuras digitales pronto generarán una demanda equivalente a la energía necesaria para abastecer de forma fiable a cientos de millones de nuevos hogares. Spoiler: las previsiones de la AIE indican que los combustibles fósiles seguirán desempeñando un papel fundamental.
Sin embargo, dado que la AIE es la principal defensora de la transición energética, el resumen ejecutivo de su último informe comienza señalando que la mitad de la demanda prevista de los centros de datos «se cubrirá con energías renovables». No es hasta bien avanzado el informe —en sus 300 páginas— cuando se encuentra la sincera observación de que el gas natural suministra la otra mitad en Estados Unidos, y el carbón cumple esa función en China. El planteamiento de la AIE es una visión optimista de una visión fallida, especialmente si se tiene en cuenta que hasta ahora se han invertido miles de millones de dólares en la consecución del objetivo de la transición.
Mientras tanto, contar con muchas más energías renovables para satisfacer la mitad de la nueva demanda significa ignorar los obstáculos políticos y económicos que enfrentan los proyectos solares y eólicos en Estados Unidos. Mucho antes de las elecciones de noviembre de 2024 o del colapso de la red eléctrica ibérica, la propia AIE señaló lo que muchos ya saben: China tiene un dominio mundial sin precedentes en las cadenas de suministro de energía eólica y solar. Dejando de lado el impacto de los aranceles, el tipo de gasto necesario para construir el hardware de transición supondría una transferencia masiva de riqueza a China. Al mismo tiempo, se ha hecho evidente que saturar las redes con energía eólica y solar causa estragos económicos a los consumidores. Las consecuencias económicas son claramente visibles en Alemania y el Reino Unido, por ejemplo, donde las políticas de transición agresivas están más avanzadas y han convertido a esos países en «ejemplos paradigmáticos» de la desindustrialización y la pobreza energética.
Sin embargo, el coste de la energía no es la cuestión central para el sector de los centros de datos. Al fin y al cabo, cuenta con grandes recursos económicos. Los «Siete Magníficos» —en conjunto— tienen alrededor de un billón de dólares (879 000 millones de euros) en efectivo en sus libros. Aunque los contribuyentes y la mayoría de las empresas son sensibles a los precios, las grandes tecnológicas no lo son. ¿Por qué no pagar simplemente la prima por la energía eólica y solar?
La respuesta: los principales impulsores en los ámbitos digitales son la fiabilidad y la velocidad. Es fundamental garantizar que la energía esté disponible cuando finalice la construcción, es decir, en un futuro muy próximo. Y es fundamental suministrar esa energía de forma continua y fiable una vez que comiencen las operaciones. Por lo tanto, estamos viendo una dependencia casi encubierta de grandes cantidades de turbinas de gas natural en casi todos los proyectos anunciados, desde las instalaciones de Meta en Luisiana, pasando por las de Amazon en Virginia, las de Microsoft y las de Open AI Stargate en Texas. Como dijo Josh Parker, ejecutivo de Nvidia —en una reciente conferencia sobre energía— la comunidad tecnológica quiere «todas las opciones sobre la mesa» porque, «al fin y al cabo, necesitamos energía. Simplemente necesitamos energía». Lo mismo ocurre con los hogares desde la Península Ibérica hasta Indiana. Por supuesto, la energía nuclear está en la lista de deseos de todos, pero no hay perspectivas de que contribuya de forma significativa durante la próxima década de frenética construcción de centros de datos.
Esto no significa que las grandes tecnológicas o la AIE estén dando marcha atrás en sus compromisos climáticos. Tampoco significa que el debate sobre el clima esté zanjado. Tampoco veremos ninguna disminución en el fervor por la transición por parte del complejo climático-industrial. Es probable que ese fervor se intensifique a medida que la Administración Trump intente cumplir su promesa de retirar la financiación a la panoplia de programas climáticos y energéticos que salpican las agencias federales.
Lo que sí significa es que —independientemente de lo que se crea sobre la ciencia del clima— lo cierto es que las obligaciones y las subvenciones no pueden cambiar la física de los sistemas energéticos. Los sistemas que pueden suministrar energía fiable a las escalas necesarias para un crecimiento sólido siguen anclados precisamente en los combustibles que los partidarios de la transición quieren abandonar.
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times con el título «A New IEA Report and the Iberian Blackout End Dreams of an ‘Energy Transition’»
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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