Hace calor y el ambiente es sofocante en una sala de conferencias del centro de Berlín, uno de los pocos espacios donde puede celebrarse sin trabas una rueda de prensa como esta. Las numerosas filas de sillas están llenas. En el podio se encuentran figuras conocidas: la politóloga Ulrike Guérot, la periodista de investigación Aya Velázquez, la política de BSW Sevim Dağdelen y, como moderador, el periodista Florian Warweg.

Sin embargo, el invitado más importante de esta noche es Andrew Lowenthal, investigador y activista australiano por la libertad de expresión, y fundador de Liber-net, una iniciativa sin fines de lucro dedicada a la libertad digital. Lowenthal ha publicado investigaciones sobre las medidas de censura durante la pandemia del COVID-19, el papel del Atlantic Council y el régimen de censura australiano. Ahora, presenta un estudio exhaustivo sobre «La red alemana de censura».
La investigación contextualiza la percepción de las restricciones a la libertad de expresión en Alemania. Según una encuesta del instituto demoscópico INSA realizada en agosto, el 84 % de los encuestados consideró que muchas personas evitan expresar sus opiniones por miedo a las repercusiones.
Berlín, «centro de censura digital»
Lo que Lowenthal presentó el viernes por la noche fue sorprendente en muchos aspectos, sobre todo por la magnitud de la red. La elección del lugar también fue significativa: según el investigador, la capital alemana es el principal centro europeo de la censura digital y Alemania el actor más activo de la UE en el amplio ámbito de la manipulación mediática.
Según el informe presentado, más de 330 autoridades, ONG, fundaciones, instituciones de investigación, medios de comunicación y empresas están entrelazadas, de forma más o menos estrecha, en una red financiada en gran medida con fondos públicos y que actúa en beneficio del Estado.
No todos los participantes son censores activos, subrayan los autores del estudio, pero —y esta es una de sus sorpresas— incluso empresas privadas de comunicación colaboran con líderes de opinión financiados por el Estado y permiten influir deliberadamente en sus clientes mediante narrativas progubernamentales.
Liber-net identifica a los llamados «denunciantes de confianza» como actores clave en la red de censura digital. Se trata de organizaciones aparentemente privadas que, por encargo del Estado y certificadas por la Agencia Federal de Redes, rastrean internet en busca de mensajes que inciten al odio.
El discurso de odio y la incitación son fenómenos innegables, pero su definición es imprecisa, y Liber-net critica que estos activistas, mandatados por el Estado, se concentren en opiniones políticas más que en contenidos delictivos. Lo que se presenta como higiene digital acaba funcionando como un sistema de filtrado, con múltiples niveles, para material políticamente indeseable. Las acusaciones penales y los registros domiciliarios, como en el infame «caso idiota» o, más recientemente, en el del reconocido experto en medios, profesor Norbert Bolz, son ejemplos de ello.
Sin embargo, incluso más que el «discurso de odio», la llamada «desinformación» se ha convertido en el eje central de la red local de censura. Lowenthal explica que la definición de este término, ya de por sí muy amplio, presenta una peculiaridad alemana: en el resto de países europeos se aplica la definición de la UE, según la cual se refiere a información «falsa» o «engañosa» difundida con intención deliberada y manipuladora.
Alemania, en cambio, pone el acento en la «amenaza híbrida», es decir, en la desinformación procedente de otros Estados, que se equipara automáticamente con el espionaje e incluso con la traición. Si alguien es acusado de «desinformación», ello puede acarrear, en casos extremos, una pena de prisión de varios años.
Medios de gran alcance señalados
En este contexto, surge la pregunta de hasta qué punto, por ejemplo, la cooperación de los principales medios de comunicación alemanes con la red de investigación estadounidense OCCRP (Proyecto de Investigación sobre Crimen Organizado y Corrupción) podría considerarse también una «amenaza híbrida». Al fin y al cabo, esta entidad, presentada como privada, recibe más del 50 % de su financiación directamente del Departamento de Estado de EE. UU.
En Alemania, el Gobierno federal ha incrementado el presupuesto destinado a combatir la desinformación desde algo menos de 5 millones de euros en 2020 hasta más de 27 millones el año pasado, lo que supone un aumento cercano al 450 %. Estas cifras proceden de una investigación parlamentaria del partido AfD (Alternativa para Alemania), que aún no incluye el gasto del Ministerio Federal de Asuntos Exteriores en este ámbito.
El informe de Liber-net ofrece una panorámica única de una multitud de actores. Sus gráficos ilustran la diversidad de esta red y los flujos de financiación. Además del mapa general, se puede acceder con un solo clic a numerosas infografías. Un informe detallado y dos bases de datos con perfiles de las organizaciones implicadas y con los distintos tipos de subvenciones y ayudas económicas dan cuenta de la profundidad de la investigación.

La cuestión del origen
Lowenthal y sus colegas presentan su enfoque con transparencia y explican con detalle su metodología y procedimientos. Sin embargo, la presentación del viernes pasado dejó en el aire una pregunta: ¿cómo ha podido producirse un fenómeno tan devastador y amenazador para la democracia en Alemania, en Europa y, en última instancia, en todo el mundo?
Ulrike Guérot sitúa una de las causas en la lucha de Estados Unidos contra la «desdolarización» global y, en consecuencia, contra un mayor declive económico y geopolítico. Europa, sostiene, sigue actuando por completo en función de ese interés transatlántico, como demostraría, entre otras cosas, la «atlantización» de todos los partidos relevantes, no solo en Alemania. De forma llamativa, incluye también a AfD entre las formaciones que, a su juicio, han cambiado de bando, junto con Fratelli d’Italia, de Giorgia Meloni, o la Agrupación Nacional de Marine Le Pen.
Se recurre a la imagen de unos «demócratas autoritarios» como símbolo de unos movimientos de derecha e izquierda que, según esta lectura, tienden a fusionarse. Otros participantes, en cambio, consideran que los verdaderos detentores del poder son los tecnócratas, que logran imponerse una y otra vez al margen de su adscripción ideológica.
Ni los perspicaces panelistas ni el público llegaron a una respuesta definitiva. Pero reflexionar y debatir sobre estas y otras cuestiones resultó importante y, como puso de manifiesto esta velada, debe seguir haciéndose.
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Alemania con el título «Das Deutsche Zensurnetzwerk – Umfassende Recherche zeigt Akteure der digitalen Einflussnahme».
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