Poco después del asesinato público del «influencer» conservador Charlie Kirk, las autoridades revelaron que el presunto autor dejó casquillos con mensajes como «¡Eh, fascista! ¡Atrapados!».
Las autoridades policiales declararon el mes pasado que creen que el sospechoso, de 22 años, actuó solo al dispararle a Kirk, pero están investigando si alguien más participó en la planificación del crimen.
El presidente Donald Trump culpó a la «izquierda radical» por inspirar ataques contra figuras políticas como Kirk.
El movimiento radical de izquierdas conocido como Antifa ha sido vinculado a «una campaña de violencia y terrorismo», escribió Trump en una orden ejecutiva del 22 de septiembre, 12 días después del asesinato de Kirk.
Trump designó a Antifa «organización terrorista doméstica» y ordenó a las agencias erradicar «todas y cada una de las operaciones ilegales» relacionadas con este grupo y procesar a los perpetradores y a quienes los financian.
En un memorando relacionado, Trump destacó la «así llamada retórica “antifascista”» encontrada en las municiones sin disparar del presunto asesino de Kirk.
Las medidas ejecutivas de Trump y los enfrentamientos de Antifa con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (Immigration and Customs Enforcement, ICE) en las principales ciudades están atrayendo la atención pública hacia un movimiento antes poco conocido y que sigue siendo difícil de definir.
Trump afirmó que Antifa ha reclutado a jóvenes para provocar disturbios, agredir a la policía y obstruir a los agentes federales, además de intentar reprimir la libertad de expresión política.
Los miembros de Antifa llevan mucho tiempo argumentando que aquellos a quienes consideran fascistas u opresores no merecen ninguna plataforma para difundir sus puntos de vista y que la violencia está justificada si otras tácticas de silenciamiento fracasan. Los presuntos fascistas deben ser detenidos por «cualquier medio necesario», afirman los líderes del movimiento, y la frase se ha convertido en sinónimo de Antifa.
«Solo el antifascismo masivo, legal o no, puede salvarnos», escribió Mark Bray, autor de «The Anti-Fascist Handbook» («El manual antifascista»), el 4 de octubre en la red social Bluesky.
El objetivo final de Antifa es menos obvio y más amenazante, advierten Trump y otros.
La orden presidencial del 22 de septiembre señala: «Antifa es un entramado militarista y anarquista que exige explícitamente el derrocamiento del Gobierno de los Estados Unidos, así como la abolición de las autoridades policiales y del ordenamiento jurídico».
Tres congresistas demócratas, junto a otros críticos, denunciaron la orden del presidente republicano por considerarla inaplicable e inconstitucional y por pretender criminalizar a la oposición política. Otros cuestionaron que la Casa Blanca presente a Antifa como una organización —y no como una ideología—.
Las víctimas de Antifa, entre ellas algunos periodistas, elogian a Trump por actuar contra un movimiento que, según sostienen, tiene raíces comunistas y se ha vuelto cada vez más influyente, coordinado y peligroso.

Orígenes de Antifa
El antifascismo surgió como respuesta al dictador italiano Benito Mussolini en la década de 1920. Su Partido Nacional Fascista recibió su nombre de un símbolo del poder penal en la antigua Roma, las «fasces», un haz de varas con un hacha.
Según Encyclopaedia Britannica, los fascistas adoptaron «un nacionalismo militarista extremo» y mostraron «desprecio por la democracia electoral y el liberalismo político y cultural».
En 1932, Antifaschistische Aktion (Acción Antifascista), un grupo militante de dirección comunista que se enfrentó a las tropas de asalto nazis en Alemania, dio al movimiento Antifa moderno su nombre y parte de su iconografía aún vigente, como el saludo del puño en alto.
El movimiento Antifa se mantuvo durante décadas en Europa antes de extenderse a Estados Unidos a través de la cultura punk.
En la década de 1980, un colectivo denominado Acción Antirracista alcanzó notoriedad en Estados Unidos; posteriormente se fragmentó en grupos más pequeños y descentralizados.
El movimiento Antifa se mantuvo durante décadas en Europa antes de extenderse a Estados Unidos a través de la cultura punk.
Desde la década de 2000, los grupos Antifa se han expandido a escala mundial, en gran medida por el impulso del entorno digital: las redes de mensajería cifrada les permiten coordinarse en privado y eludir la detección.
Aunque los grupos de Antifa más visibles en Estados Unidos se concentran en la Costa Oeste, los primeros brotaron en el Medio Oeste; entre ellos, los skinheads de extrema izquierda conocidos como «Baldies», en Minneapolis.

¿Qué es Antifa?
Antifa, en muchos sentidos, desafía cualquier descripción; el periodista Andy Ngo y otros declararon a The Epoch Times que eso es intencional.
«Se pretende que parezca que no hay organización, pero sí la hay», dijo Ngo, autor del libro de 2021 que se convirtió en un éxito de ventas de The New York Times, «Unmasked: Inside Antifa’s Radical Plan to Destroy Democracy» («Desenmascarados: dentro del plan radical de Antifa para destruir la democracia»).
Ngo, hijo de inmigrantes vietnamitas que huyeron del comunismo, investigó durante años a Antifa en su ciudad natal, Portland (Oregón). Tras sufrir acosos, amenazas y palizas —una de ellas de tal gravedad que le provocó una hemorragia cerebral potencialmente mortal—, se trasladó fuera de Estados Unidos.
Cuando el director del FBI, Christopher Wray, y otros definieron a Antifa como «una ideología» y no como «una organización», la etiqueta era correcta pero «incompleta», sostuvo Ngo, porque lo relevante es la forma en que las personas se organizan en torno a esa idea.
«Antifa es un movimiento descentralizado de redes, grupos, células e individuos autónomos que profesan una ideología de anarquismo violento y comunismo», afirmó, y añadió que esos actores comparten el objetivo de destruir Estados Unidos y sus instituciones.
Agregó que Antifa con frecuencia incurre en «violencia por la violencia» y puede destrozar comercios locales de forma aleatoria como «un ataque al capitalismo».
Antifa es un movimiento descentralizado de redes, grupos, células e individuos autónomos que profesan una ideología de anarquismo violento y comunismo. (Andy Ngo, periodista de investigación)
Aunque la Torch Network de Antifa enumera siete secciones activas en Estados Unidos, no existe una estructura nacional unificada. Además, «no necesariamente hay una ideología compartida específica entre quienes se autodenominan antifascistas», según un informe de septiembre del proyecto Armed Conflict Location and Event Data (ACLED), organización de investigación sin ánimo de lucro con sede en Wisconsin que rastrea la violencia política y las protestas en todo el mundo.
Antifa atrae a socialistas, comunistas y anarquistas, aunque parte de sus seguidores no se adscribe a ninguno de esos sistemas de creencias, según el informe.
Los miembros de Antifa suelen enarbolar banderas negras y rojas y concentrarse vestidos íntegramente de negro —el llamado «bloque negro», táctica típica en Alemania para dificultar la identificación—. Aun así, esas señales visuales no permiten identificar con fiabilidad quién pertenece a Antifa y quién no, según el informe.

Terry Newsome, activista por los derechos de los padres en el área de Chicago, fue blanco de amenazas de muerte y de «doxing» por parte de Antifa tras alzar la voz contra las restricciones escolares por la COVID-19 en 2020. Declaró a The Epoch Times que «hay muchísimos aspirantes a Antifa», jóvenes que consideran «guay» asociarse con el movimiento. Añadió que está convencido de que existen «agitadores pagados a tiempo completo», a la vista de que ha visto a las mismas personas aparecer en numerosas protestas.
Newsome sostuvo que sería absurdo que Antifa tuviera un «organigrama» con sus líderes: las organizaciones ilícitas —como los cárteles de la droga— no los elaboran ni reparten carnés de afiliación. Antifa tampoco.
La perspectiva de un ex integrante
Gabriel Nadales, que se define como exparticipante de Antifa, escribió en su libro de 2020: «Antifa significa antifascista, pero el nombre es engañoso… Cualquiera que se atreva a criticar al grupo o sus tácticas puede ser tildado de fascista».
En «Behind the Black Mask: My Time as an Antifa Activist» («Detrás de la máscara negra: cuando fui activista de Antifa»), Nadales sostiene que buena parte de la cobertura periodística «simplifica en exceso este movimiento radical».
A su juicio, el sentimiento antiestadounidense pesa más que la oposición al fascismo como rasgo definitorio de Antifa.
Nadales añadió que, aunque participó en acciones de Antifa entre 2011 y 2012, algunos medios atribuyeron erróneamente a «anarquistas» actos que, en realidad, había liderado Antifa.
Antifa significa antifascista, pero el nombre es engañoso. Cualquiera que se atreva a criticar al grupo o sus tácticas puede ser tildado de fascista. (Gabriel Nadales, participante de Antifa y autor)
Rose City Antifa, con sede en Portland (Oregón) y considerado el grupo más antiguo del país aún activo bajo esa denominación, se formó en 2007 para «interrumpir un festival de skinheads neonazis», según su sitio web.
Para explicar las ideologías a las que se opone, el grupo señala: «El fascismo puede ser difícil de definir… El término también se ha usado para etiquetar cualquier idea autoritaria, de derechas o, incluso, simplemente desagradable».
Rose City Antifa enumera múltiples posturas que podría calificar de «fascistas» —de la supremacía blanca a la oposición a los sindicatos— y sostiene que un movimiento es «fascista» si asume «la mayoría» de esas características.

«La oposición militante al fascismo genera consecuencias sociales que hacen que convertirse en fascista, desde el principio, sea mucho menos atractivo», afirma el grupo.
Rose City Antifa afirma que no colabora con la policía ni con los tribunales porque «no podemos contar con los actores estatales para impulsar la causa de la justicia, la equidad y la seguridad comunitaria».
Nadales afirmó que otros izquierdistas también cometen actos violentos, pero «Antifa ejemplifica lo peor de esta peligrosa ideología, que se está volviendo más audaz y prevalente en la sociedad estadounidense».
«Muchos políticos se niegan a ver a Antifa como el movimiento violento que es porque ciegamente lo ven como un aliado, ya que se opone al presidente Trump», escribió Nadales. «Además, temen que Antifa los ataque a ellos».
Escalada durante la era Trump
Cuando Trump asumió como el 45.º presidente del país, cientos de manifestantes rompieron escaparates, bloquearon el tráfico y se enfrentaron a la policía en Washington D. C. Algunos de los encapuchados vestidos de negro, según recoge The Anti-Fascist Handbook, estaban vinculados a Antifa.
Bray afirmó que aceleró la publicación del libro en 2017, poco después de la primera investidura de Trump, ante la urgencia —según sostiene— de responder al resurgimiento de la violencia supremacista y fascista y al clima tumultuoso de la era Trump.
El nombre de Trump aparece al menos 85 veces en el libro de Bray. Hacia el final, el autor escribe: «Nuestro objetivo debería ser que, dentro de veinte años, quienes votaron por Trump se sientan demasiado incómodos como para compartirlo en público».
Bray define el libro como «un llamamiento a las armas descaradamente partidista».
Basado en entrevistas con 61 antifascistas —en activo y retirados— de 17 países, el libro sostiene que «el antifascismo militante es una respuesta razonable e históricamente fundamentada a la amenaza fascista», que persistió después de 1945 y se intensificó antes de la primera presidencia de Trump.
Bray denunció un «alarmante giro a la derecha» en Europa y Estados Unidos tras la crisis económica de 2008.
En 2016, mientras Trump se postulaba a la Presidencia, el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional (Department of Homeland Security, DHS), bajo el mandato de Barack Obama, empezaron a vigilar a Antifa como presunta organización terrorista doméstica, a raíz de episodios de violencia en mítines de campaña de Trump desde, al menos, abril de 2016.
En 2019, tras las agresiones a Ngo y a otros en Portland, los senadores Ted Cruz (republicano por Texas) y Bill Cassidy (republicano por Luisiana) propusieron designar a Antifa como organización terrorista doméstica, pero la iniciativa no prosperó.

Antifa cobra prominencia
La atención pública sobre Antifa se disparó en el verano de 2020. Integrantes del movimiento se sumaron a Black Lives Matter en protestas contra la policía y el presunto «racismo sistémico» tras la muerte de George Floyd, un hombre negro de Minneapolis, bajo custodia policial. Los disturbios destruyeron negocios, incendiaron edificios y vehículos y desencadenaron choques con las fuerzas del orden en todo el país.
Según Nadales, Antifa capitalizó la «justificable indignación» que provocó la muerte de Floyd y «utilizó esa ira como trampolín para impulsar su agenda radical de izquierda».
Añade que la motivación principal no era exigir una reforma policial ni prevenir muertes similares, sino que «la violencia tenía como objetivo destruir la propiedad privada de estadounidenses inocentes porque Antifa odia el capitalismo y todo lo que representa Estados Unidos».
Tras la reciente designación de Antifa como grupo terrorista interno por parte de Trump, Mark Bray y al menos otro destacado seguidor de Antifa huyeron a Europa
Bray sostiene que, a pesar del paso del tiempo, el compromiso de Antifa de «erradicar el fascismo por todos los medios necesarios» se mantiene intacto y enlaza al movimiento con sus orígenes.
Tras la reciente designación de Antifa como grupo terrorista doméstico por parte de Trump, Bray y al menos otro destacado simpatizante del movimiento se trasladaron a Europa. Bray afirmó que él y su familia ya no se sentían seguros en su hogar estadounidense.
Una organización de Antifa que se benefició de las ganancias del libro de Bray anunció el cierre de su plataforma de gestión de donativos a raíz de la orden de Trump.
El Fondo Internacional de Defensa Antifascista explicó que adoptó la medida «para proteger a nuestros donantes y beneficiarios», según su sitio web, y añadió que prevé reanudar las operaciones «en un país que actualmente no está gobernado por fascistas».

¿Qué sigue?
Trump afirmó que su Administración, con el secretario del Tesoro, Scott Bessent, al frente de las pesquisas, investiga la financiación de actividades vinculadas a Antifa, como la incluida la impresión de cartelería y otros materiales.
El presidente sostuvo que quienes financien a Antifa «serán tan responsables como quienes golpean a la gente en la cabeza con un bate de béisbol».
Ngo aseguró que parte de las subvenciones de fundaciones filantrópicas termina en Antifa, que además obtiene recursos mediante financiación colectiva y donaciones internacionales.
El periodista añadió que parte del aparato de Antifa se ha vuelto clandestino y pronosticó que el movimiento «intentará mantener un perfil bajo, depender de los medios de comunicación para encubrirlos y esperar a que un demócrata vuelva al cargo y derogue las órdenes ejecutivas… y, obviamente, no vea a Antifa como una amenaza terrorista nacional».
Ngo, que participó en una mesa redonda sobre Antifa en la Casa Blanca el 8 de octubre, expresó su deseo de que su trabajo periodístico proporcione datos útiles para los investigadores.
También plantea que, si se asume que Antifa se opone al fascismo, conviene preguntarse qué es exactamente lo que el grupo promueve.
«Antifa defiende la violencia, la destrucción, el asesinato y la abolición del orden democrático liberal», afirmó Ngo. «Resulta irónico, en muchos sentidos, que actúe como fuerza de choque para quienes aseguran preocuparse por esas instituciones, valores y principios».
Ngo propuso que, más allá de escucharlo, la gente vea vídeos de la violencia atribuida a Antifa: «así podrán comprobar su grado de organización», dijo. «Mírenlos y pregúntense: ¿a qué obedece eso?».
Jan Jekielek y Savannah Hulsey-Pointer contribuyeron a este reportaje.
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times con el título «Antifa’s Communist Roots, Violent Tactics, and Terror Designation»
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en España y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.