En resumen:
Los problemas de salud mental en niños y adolescentes siguen en niveles altos desde la pandemia.
Los trastornos de ansiedad en las adolescentes han aumentado un 53 % desde 2019.
Las jóvenes de 15 a 17 años se ven especialmente afectadas.
Un psiquiatra infantojuvenil del hospital Charité de Berlín lo define como «un legado de la pandemia».
La Organización Mundial de la Salud (OMS) nunca declaró oficialmente el fin de la pandemia de COVID-19. El 30 de enero de 2020, la organización activó para la COVID-19 su nivel de alerta más alto, la Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII), que levantó en mayo de 2023.
El 23 de junio de 2023, la OMS publicó un comunicado en el que afirmaba: «Aunque la COVID-19 ya no está clasificada como una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional, la pandemia sigue teniendo importantes repercusiones en la salud mundial». La OMS se refería al coronavirus: en el cuarto año de la pandemia, se hizo evidente que el virus «probablemente nos acompañará durante muchos años», decía el comunicado.
Pero existe otro daño colateral de la pandemia. Nuevos datos de DAK-Gesundheit muestran que los problemas de salud mental en niños y adolescentes no han disminuido desde el inicio de la pandemia. Las niñas de 15 a 17 años se ven especialmente afectadas.
El estudio se basa en el Informe DAK sobre niños y jóvenes, que utiliza datos de facturación de aproximadamente 800 000 personas aseguradas y alrededor de 42 millones de casos de tratamiento entre 2019 y 2024. Se analizaron los trastornos de ansiedad, la depresión y los trastornos alimentarios.
Cuando la ansiedad se cronifica
Si bien 43,6 de cada 1000 adolescentes recibieron tratamiento por trastorno de ansiedad en 2019, la cifra subió a 60,8 en 2021. En los años siguientes se estabilizó en niveles altos: 65,7 en 2022, 65,8 en 2023 y 66,5 en 2024. En comparación con el año anterior a la pandemia, supone un aumento del 53 %.
El avance hacia trastornos de ansiedad cronificados resulta especialmente preocupante. Se considera crónico cuando las personas afectadas requieren tratamiento continuado, ambulatorio u hospitalario, durante varios trimestres.
En 2019, esta situación afectaba a 8,1 de cada 1000 adolescentes de 15 a 17 años. En 2024, el dato se elevó a 16,6, lo que supone un incremento del 106 %.
Aumento de varios trastornos de salud mental
También crecen las comorbilidades, es decir, la coexistencia de dos trastornos de salud mental, especialmente entre las adolescentes. El número de niñas con trastorno de ansiedad y depresión aumentó en torno a un 90 % en 2024 respecto de 2019.
Los datos apuntan a que los problemas de salud mental que afrontan muchos jóvenes no responden a un fenómeno pasajero, sino a una tendencia de fondo.
¿Un legado de la pandemia?
«Estamos observando una consolidación a largo plazo de los trastornos de salud mental en niños y adolescentes», señaló el psiquiatra infantil y adolescente Christoph U. Correll, del hospital Charité de Berlín, al comentar los hallazgos de la aseguradora sanitaria DAK. A su juicio, se trata de un «legado de la pandemia».
La falta de contacto social durante la pandemia, la pérdida de hitos del desarrollo y el estrés sostenido asociado a la crisis han favorecido —según Correll— síntomas de internalización, sobre todo en las niñas: retraimiento, rumiación, ansiedad y dudas sobre sí mismas.
Correll también destaca el papel de las redes sociales. Las niñas son especialmente vulnerables a las comparaciones, a los problemas de imagen corporal y a las representaciones idealizadas de la felicidad y el éxito.
Los chicos presentan con más frecuencia un uso arriesgado de los medios
A primera vista, los resultados de otro estudio de DAK sobre el consumo de medios parecen contradictorios. Según ese análisis, los chicos cumplen con mayor frecuencia los criterios de uso arriesgado o problemático. Sin embargo, el factor decisivo no parece ser solo el tiempo de exposición, sino también su impacto. Mientras que los chicos recurren con más frecuencia a un uso excesivo de las redes sociales, las chicas parecen reaccionar con mayor sensibilidad a los contenidos, las comparaciones sociales y las valoraciones emocionales.
Según el estudio «Endless Online?» («¿En línea todo el día?»), el 6 % de los chicos presenta un uso arriesgado de los medios, el doble que las chicas (3,2 %). La cifra global resulta preocupante: más de una cuarta parte de los niños y adolescentes de 10 a 17 años realiza actualmente un uso problemático o arriesgado de los medios. Casi el 5 % se considera adicto.
También destaca el aumento desde la pandemia de COVID-19: los resultados de la encuesta de DAK reflejan un alza del 126 % entre 2019 y 2024. Antes de la pandemia, solo el 11,4 % presentaba un uso problemático.
Actualmente, niños y adolescentes pasan una media de 157 minutos al día en redes sociales, según el «Estudio Digital Juvenil 2024» de Postbank, media hora más que antes de la pandemia.
Sin embargo, los resultados del estudio COPSY del Centro Médico Universitario de Hamburgo-Eppendorf (UKE), publicado a principios de diciembre, apuntan a que el factor no es solo el tiempo de uso, sino también los contenidos que consumen.
Nuevos temores tras el coronavirus
Según la octava ronda de la encuesta de seguimiento a largo plazo sobre salud mental en niños y adolescentes, la crisis del coronavirus ha quedado eclipsada por otras preocupaciones: solo el 8 % de los encuestados seguía expresando inquietud por las consecuencias de la pandemia. En cambio, el 22 % declaró una calidad de vida reducida, unos siete puntos porcentuales más que antes del coronavirus. El 18 % dijo sentirse solo, cuatro puntos porcentuales más que antes de la pandemia (14 %).
Clima, guerras y otras crisis
Según el estudio COPSY, las guerras son el principal foco de preocupación y temor entre los jóvenes, mencionado por el 70 %. El 62 % de los adolescentes está preocupado por el terrorismo, el 57 % por las crisis económicas, el 56 % por la división social, el 51 % por la inmigración y el 49 % por el cambio climático.
Las niñas de 14 años o más se ven especialmente afectadas. En un año, el porcentaje de niñas con síntomas depresivos aumentó del 11 % al 17 %, y el porcentaje con síntomas de ansiedad, del 20 % al 31 %.
Condiciones de partida desiguales
Los autores del estudio instan a reforzar la alfabetización mediática para frenar esta tendencia. Además, el análisis indica que los menores que viven en entornos sociales estables y con apoyo familiar presentan menos síntomas de ansiedad o depresión.
En cambio, los niños de hogares con desventajas educativas, que viven en condiciones de hacinamiento y cuyos padres tienen problemas de salud mental, presentan un riesgo significativamente mayor de desarrollar esos síntomas. La profesora Ulrike Ravens-Sieberer, directora del estudio COPSY, lo resume así:
«Nuestros datos muestran que estos niños experimentan con mayor frecuencia ansiedad, síntomas depresivos y una menor calidad de vida»
La fase más aguda de la pandemia puede haber quedado atrás, pero sus efectos psicológicos abren un proceso que condicionará la resiliencia de toda una generación.
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Alemania con el título «Das lange Nachwirken der Pandemie: Warum psychische Erkrankungen bei Jugendlichen bleiben».
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