CULTURA

Lujo sobre cuero en Córdoba: el legado artístico omeya que cautiva los gustos más refinados

El arte del guadamecí representaba riqueza y poder durante el dominio árabe sobre la península ibérica. En la actualidad se conserva la técnica de elaboración heredada de los árabes y su influencia en la cultura española continúa siendo de gran relevancia
diciembre 6, 2025 10:52, Last Updated: diciembre 6, 2025 10:52
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Hay rincones de nuestro hogar en los que definitivamente nos agrada pasar más tiempo, espacios que, por la disposición, los elementos que los rodean y la relación que mantenemos con ellos, nos transmiten confort y tranquilidad. Por eso la decoración y el orden guardan una estrecha relación con el arte y tienen un sentido muy amplio en nuestras vidas.

Generación tras generación, la cultura se ha transmitido como un valor intangible, reflejo de la tradición y las costumbres de quienes nos precedieron y que otorga un valor único a nuestra vida. Para todos nosotros, el sentido de identidad siempre será importante.

El arte del guadamecí, una expresión artística heredada de los árabes, es un ejemplo de ello. Desde su llegada a la península ibérica en el siglo VIII, el trabajo de curtir la piel —comúnmente de carnero o de cabra— y decorarla mediante ferreteado ya tenía una influencia notoria en el norte de África, especialmente en Libia, de donde es originario.

Los guadamecíes se encuentran entre las expresiones artísticas que adquirieron un amplio renombre y desarrollo en España. Integrados en el llamado arte califal, estos trabajos de lujo y poder se expandieron principalmente en el municipio andaluz de Córdoba y, hoy en día, permanecen vigentes y devuelven a la cultura de España el valor que tuvieron en tiempos pasados.


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José Carlos Villarejo García es uno de los artistas más reconocidos que ha logrado preservar la tradición original de este oficio. En una entrevista con The Epoch Times España, Villarejo ofreció una exposición de lo que ha representado esta tradición y, sobre todo, de su importancia para la cultura española.

El artesano conserva una importante colección de guadamecíes, algunas piezas pertenecientes a los siglos X y XI que se han preservado y se encuentran en exhibición como obras de alto valor artístico accesibles al público contemporáneo en el Museo del Guadamecí Omeya, en Córdoba.

Un líder árabe contempla el legado del arte del guadamecí en el Museo del Guadamecí Omeya de Córdoba. Instagram: josecarlosvillarejo_art

Según explica Villarejo, con la llegada del emirato a la península se introdujo también la costumbre de forrar el mobiliario con la técnica del guadamecí de piel dorada y ferreteada.

«En los siglos IX y X es cuando más prolifera esta forma de decorar las casas. A partir de entonces podemos hablar de un guadamecí decorativo, ya no solamente dorado, sino también plateado y policromado, que se diferencia de la manera en que se realizaba en la zona de Trípoli (Libia). Y este guadamecí de piel de carnero, plateado, policromado y ferreteado, dirigido exclusivamente a un uso decorativo, se origina en el Califato de Córdoba».

«Podemos decir que el guadamecí cordobés, o mejor dicho, el guadamecí decorativo, como arte santuario, es netamente cordobés», agregó Villarejo.

El arte del guadamecí no solo se empleó en cueros, sino también en el revestimiento de murales: en zócalos y tapices de pared en palacios; en cojines, cortinas y almohadas; en el forrado de arcones, sillas y objetos de lujo y, más tardíamente, en la encuadernación de libros, incluso en papel decorativo de lujo.

José Carlos Villarejo García trabaja en la elaboración de una pieza de guadamecí. Cortesía: Jose Carlos Villarejo García

En cuanto a la decoración de interiores, el guadamecí comenzó a ser una técnica muy utilizada por las clases altas, principalmente porque su producción, que se lleva a cabo mediante un procedimiento elaborado en el que destacan motivos geométricos, florales o religiosos, no solo exige tiempo, sino que también, en tiempos pasados, recurría a materiales caros, como el oro.

Los motivos religiosos eran los que más destacaban dentro de este arte. Para los musulmanes era importante transmitir de algún modo su doctrina religiosa. Según Villarejo, el arte del guadamecí se preocupaba por «imaginar cómo era ese jardín eterno que está descrito por el Corán. Era una de las principales ornamentaciones de este tipo de piezas de arte que le otorgaba fama y renombre como un arte santuario».

«También se recurría a una ornamentación de formas geométricas. Pero en la parte occidental, a diferencia de la oriental, se acostumbraba más a ese tipo de flora».

Los guadamecíes también fueron piezas de intercambio de alto valor al servicio de la diplomacia y actuaron como artículos mediadores para establecer tratados entre los reinos cristianos y musulmanes. Se sabe que el califa Abderramán III también los empleó como muestra de su supremacía y para demostrar el esplendor de Al-Ándalus durante el califato omeya.

Casa Museo del Guadamecí Omeya. Cortesía: Jose Carlos Villarejo García

Fue así como esta expresión artística fue adoptada también por los cristianos. No solo la conocían quienes estaban ligados a la realeza; las clases medias también accedieron al conocimiento de su elaboración, pues, de acuerdo con Villarejo, los lugares que contaban con los talleres de mayor producción de guadamecíes dirigidos por árabes, como los de Medina Azahara y la propia Córdoba, disponían de hogueros —artesanos especializados en una de las fases más delicadas y características de la elaboración del guadamecí: el cortado y la preparación de las láminas finísimas de plata (hoga)—, que solían ser cristianos.

«Entonces existe una transmisión de saberes desde el inicio de este tipo de técnicas. Luego ocurre que, a medida que el cristianismo se extendía y, lógicamente, tenía más importancia o una comunicación más directa con las nuevas artes, el guadamecí, sobre todo, va a ir perdiendo esa connotación islámica», explicó Villarejo.

Durante la Reconquista cristiana, todo el trabajo minucioso que implicaba la elaboración de guadamecíes se perdió en gran medida y la técnica que se empleó pasó a ser más ordinaria.

La ornamentación del arte del guadamecí dio un giro y se interrumpió la transmisión artística que se solía mantener; incluso dejó de utilizarse la decoración floral. Para entonces, la elaboración de motivos se centró en la representación de paisajes populares, animales o fauna, así como en imágenes religiosas del cristianismo, alejándose de la estética del jardín del paraíso que había caracterizado este tipo de arte bajo el dominio árabe.

Actualmente, el arte del guadamecí sigue vivo en una industria que crece en función de las necesidades modernas, lo que lo distancia de su sentido decorativo original y lo vincula más a la moda actual.

De acuerdo con Villarejo, tras la ordenación del gremio de artesanos de guadamecíes en el siglo XV, después de la Reconquista cristiana, se establecieron dos técnicas muy diferenciadas para trabajar el cuero: una dirigida a las clases bajas y otra, la de los guadamelcillos, destinada a la clase alta, aunque esta última no llegó a ser tan suntuosa como en la época islámica.

«A partir de la ordenación de gremio y de la primera revolución industrial, el segundo hito de mayor expansión de esta industria del cuero de Córdoba se alcanza en el siglo XVII, adquiriendo una gran fama mundial, al igual que pasó en el siglo X», explicó el maestro artesano.

«A partir del siglo XVII, todos los maestros artesanos de Córdoba, y ya incluso de España, que es otra zona geográfica también productora de esta industria, migran hacia Europa, incluso al Nuevo Mundo. Entonces se instauran nuevos talleres tanto en el norte de Europa, como en Holanda, Suiza, Francia, Alemania e Inglaterra, como en América del Sur», añadió.

La técnica detrás de la elaboración del guadamecí

Villarejo ha recuperado la técnica de elaboración del guadamecí empleada en el siglo X por los árabes. Utiliza piel curtida de carnero o de cabra, con un diseño minucioso y un ferreteado muy abundante. Según comenta, la superficie de la piel se platea: se le coloca una lámina de plata muy fina sobre la cual se realiza un dibujo.

«Pinto con diferentes pinturas, ya sean óleos u otro tipo de pintura, dependiendo del aspecto o la estética que quiera darle a la pieza. Finalmente, se realiza una fase de ferreteado, que consiste en imprimir ese diseño o marca sobre la piel, que queda grabado sobre la plata y le otorga una textura de alto y bajo relieve de forma superficial, que es como se trabajaba exactamente en el siglo X».

Otro procedimiento es el de los tórculos, que se suele emplear en la manufactura industrial cordobesa e implica el uso de prensas. De acuerdo con Villarejo, «los tórculos permitían a las industrias cordobesas realizar una producción masiva de guadamecíes cordobanes, en la que se empleaban rodillos de madera o de otros materiales que, con un bajo y alto relieve, iban grabando los cueros, ese tipo de repujado».

«Dependiendo de si los plateaban o los grababan, iban a ser guadamecíes y, si los pintaban directamente sobre la piel, se iban a convertir en cordobanes, sobre todo a la hora de identificarlos en un mercado de Córdoba. En el siglo XVIII, hablamos siempre de la decadencia del guadamecí, debido a que cae estrepitosamente la producción de la industria del cuero en España, aunque sobreviven en Europa y, a partir de los siglos XIX y XX, las nuevas tecnologías se empezaron a aplicar a la piel, a través de máquinas para prensar», agregó.

Para Villarejo, la herramienta principal en la elaboración de sus guadamecíes es el pincel, y asegura que con él realiza la mayor parte del trabajo. Además, emplea ferreras, pequeños clavos de latón, bronce o plata sobredorada que se utilizaban en el guadamecí histórico para rematar y embellecer los bordes, las esquinas y las costuras de los objetos hechos con este cuero de lujo.


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«En otra etapa histórica aparecen más herramientas, como son los punzones, las palas, las cortadoras y las cizallas, incluso herramientas de repujado. Pero en mi caso en particular, no. Yo diría que el principal, el protagonista, es el pincel», explicó.

El legado del arte del guadamecí

Para Villarejo, el guadamecí forma parte del patrimonio inmaterial del pueblo.

«Córdoba es uno de los lugares donde esta industria se desarrolló y se amplió, y hay una comunidad de personas y vecinos que viven de este oficio. Eso se mantiene desde la época árabe hasta hoy. Principalmente, se trata de un rescate histórico, patrimonial y cultural que se proyecta en una red de museos, en una red cultural, turística y artesanal».

«No solamente debemos quedarnos con las aplicaciones de una producción industrial contemporánea, sino que hay que saber de dónde viene, cuál es su cuna y darle la importancia a Córdoba, porque Córdoba se convierte dos veces, en dos momentos distintos —uno en época califal y otro en la llamada ciudad de oro—, en la cuna mundial de la producción decorativa», concluyó el maestro artesano.

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