Un descubrimiento reconocido con el Premio Nobel podría transformar el tratamiento de las enfermedades autoinmunes y del cáncer

Estas células, a menudo llamadas guardianas de la paz, ayudan a evitar que el sistema inmunitario se descontrole

Por Cara Michelle Miller
22 de noviembre de 2025 08:54 Actualizado: 22 de noviembre de 2025 08:54

Durante buena parte del siglo XX, los científicos concebían el sistema inmunitario como el ejército siempre vigilante del cuerpo, encargado de protegerlo de gérmenes, virus y células malignas. Sin embargo, persistía una pregunta: ¿qué impide que ese ejército ataque por error al propio organismo?

Para millones de personas con enfermedades autoinmunitarias e inflamatorias, como la diabetes tipo 1 o el lupus, no se trata de una cuestión teórica: estos trastornos crónicos causan síntomas dolorosos y obligan a someterse a tratamientos inmunosupresores agresivos.

El Premio Nobel de Fisiología o Medicina de este año reconoció los descubrimientos que transformaron esa visión. Los investigadores Mary E. Brunkow, Fred Ramsdell y Shimon Sakaguchi identificaron una clase poco común de células inmunitarias: las células T reguladoras, o Treg. Estas células ayudan a evitar que la respuesta inmunitaria se descontrole mediante un gen especializado llamado FOXP3. A menudo descritas como guardianas de la paz, las Treg cambiaron la forma en que los científicos conciben la autoinmunidad, la inflamación y el equilibrio del sistema inmunitario.

El artículo que lo cambió todo

Hace treinta años, Sakaguchi publicó un artículo que desafió creencias arraigadas sobre el sistema inmunitario. Durante décadas, muchos científicos habían descartado la idea de que ciertas células inmunitarias pudieran impedir de forma activa que las defensas del organismo reaccionaran contra el propio cuerpo. Algunos estudios iniciales de la década de 1970 apuntaban en esa dirección, pero los resultados eran inconsistentes y la noción de las células T supresoras cayó en desuso.

«En la década de 1990 había mucho escepticismo», declaró a The Epoch Times el doctor Ethan Shevach, inmunólogo y científico emérito de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés), quien contribuyó a validar los hallazgos de Sakaguchi. «Todo el concepto de células T supresoras estaba rodeado de dudas».

Lo que distinguió las aportaciones de Sakaguchi fue que encontró una forma de reconocer estas células misteriosas. Descubrió que portaban un marcador específico en su superficie, llamado CD25, una especie de señal biológica que facilitaba su detección y estudio. Intrigado, Shevach repitió los experimentos en su propio laboratorio de los Institutos Nacionales de la Salud.

«Los datos eran sólidos», afirmó. «Contribuyeron a convencer a mucha gente, incluyéndome a mí, de que esto era real».

Los trabajos de Sakaguchi impulsaron el desarrollo del campo. Muchos investigadores se preguntaban aún si se trataba realmente de una clase única de células o simplemente de linfocitos T comunes que se comportaban de manera diferente bajo ciertas condiciones.

Los científicos debían demostrar que estas células no solo eran activas, sino también especializadas. La investigación se centró entonces en el mecanismo que las hacía funcionar.

Ratones, mutaciones y el rastro de un gen clave

En los años siguientes, los investigadores comenzaron a estudiar diversas afecciones relacionadas con el mal funcionamiento de las células T reguladoras. Una de las primeras pistas procedía de una cepa de ratones de laboratorio conocida como «ratones escamosos», que desarrollaban una inflamación grave, a menudo mortal. Estos animales presentaban piel escamosa, ojos rosados, atrofia muscular y daño orgánico.

Al mismo tiempo, se observó en niños una afección similar, denominada síndrome IPEX (acrónimo de desregulación inmunitaria, poliendocrinopatía y enteropatía ligadas al cromosoma X). Al igual que en los ratones, en estos pacientes se producían reacciones autoinmunitarias graves, en las que su propio sistema inmunitario atacaba órganos sanos en todo el cuerpo.

Resultó que, tanto en los ratones como en los niños, las células Treg presentaban un gen FOXP3 defectuoso. Activo únicamente en este tipo celular, FOXP3 actúa como un gen maestro situado en la cúspide de la cadena de mando de la respuesta inmunitaria.

En 2001, Brunkow, uno de los galardonados con el Premio Nobel de 2025, que trabajaba entonces en Immunex Corporation, identificó FOXP3 como el gen defectuoso en los ratones enfermos. Poco después, Ramsdell, el otro galardonado, que trabajaba de forma independiente en Celltech, relacionó ese mismo gen con síntomas idénticos en niños con IPEX.

En las células Treg sanas, FOXP3 funciona como un interruptor maestro que incrementa la producción de estas células. Cuando el gen se vuelve defectuoso, las Treg no se forman ni actúan correctamente y el sistema inmunitario se descontrola.

La identificación de FOXP3 no solo permitió explicar estas dos enfermedades raras pero mortales, sino que también demostró que las células Treg constituyen su propia clase celular.

«Lo que más convenció a la gente —y lo que hicieron los galardonados con el Premio Nobel—», dijo Shevach, «fue que definieron un factor de transcripción llamado FOXP3, que es, en esencia, específico de estas células».

Para 2003, el grupo de Sakaguchi había confirmado que FOXP3 era la clave de la función supresora de las células T reguladoras, lo que consolidó su papel como firma genética y funcional de estas células pacificadoras cuya existencia se sospechaba desde hacía tiempo.

Ese descubrimiento aportó la pieza que faltaba. Con FOXP3, estas células pueden cumplir su función y detener su actividad cuando corresponde. Sin él, las células pacificadoras nunca llegan a formarse y el sistema inmunitario puede descontrolarse: el fuego amigo queda sin control.

Veinte años después, los descubrimientos de los tres investigadores han demostrado su solidez.

El Premio Nobel de 2025 marcó este cambio al reconocer trabajos que llevaron a las células Treg de la controversia al centro de terapias prometedoras para la autoinmunidad, el cáncer y los trasplantes.

El delicado equilibrio

La mayoría de las células inmunitarias actúan como soldados, atacando gérmenes, virus o cualquier elemento que el organismo considera extraño o peligroso. Sin embargo, las células T reguladoras, o Treg, desactivan la respuesta inmunitaria.

Aunque son escasas, las Treg se sitúan en la cúspide de la jerarquía inmunitaria.

Cuando las Treg fallan o desaparecen, se desata el caos. El sistema inmunitario ataca el tejido sano y desencadena enfermedades autoinmunitarias como la diabetes tipo 1, la colitis, la psoriasis o la artritis reumatoide. Los pacientes trasplantados corren el riesgo de rechazar los órganos donados. En casos raros, como el síndrome IPEX, los niños sufren una inflamación potencialmente mortal durante sus dos primeros años de vida.

La otra cara de la moneda es igual de grave. Los tumores a veces se aprovechan de las Treg y utilizan estas células pacificadoras para evadir el ataque inmunitario.

«Las mismas células que nos protegen de la autoinmunidad también pueden proteger a las células tumorales», afirmó Shevach, reconocido por su trabajo pionero en células T reguladoras y tolerancia inmunitaria.

«La terapia dirigida es un verdadero ejercicio de equilibrio», explicó. «Se trata de ajustar el sistema, no de romperlo».

Reeducación del sistema inmunitario

En las enfermedades autoinmunitarias, en las que el sistema inmunitario ataca los tejidos sanos, los primeros ensayos clínicos exploran estrategias para aumentar el número de linfocitos T reguladores en el organismo.

En modelos de ratón, el incremento del número o de la función de estas células ha reducido la inflamación autoinmunitaria y mejorado el control de los síntomas.

«Hemos demostrado el gran potencial de las Treg en modelos de ratón», afirmó Anuradha Ray, profesora de inmunología de la Universidad de Pittsburgh, cuyo laboratorio es pionero en terapias basadas en Treg para el asma y la inflamación crónica. «Pero trasladar esto al tratamiento de personas es un asunto completamente distinto».

Los ensayos clínicos para la diabetes tipo 1 y la enfermedad de injerto contra huésped han arrojado resultados prometedores, con algunos pacientes que presentan un aumento de células T reguladoras y síntomas más leves, aunque estos abordajes aún se encuentran en estudio y no constituyen una cura.

El laboratorio de Ray y otros grupos investigan terapias más específicas, como la ingeniería de células diseñadas para dirigirse únicamente a las proteínas que impulsan la enfermedad de cada paciente. Esa precisión podría ayudar a suprimir las respuestas inmunitarias dañinas sin debilitar todo el sistema.

«El objetivo es lograr que las células T reguladoras sean más inteligentes: más específicas y más eficaces», afirmó Ray.

Además, herramientas emergentes como la terapia con células T reguladoras con receptores de antígenos quiméricos (CAR-Treg), que consiste en extraer las propias células T reguladoras del paciente, modificarlas y volver a introducirlas en el organismo, buscan igualmente reeducar el sistema inmunitario con mayor precisión.

«La mayoría de las personas diagnosticadas con trastornos autoinmunitarios son adolescentes o adultos jóvenes, y sus tratamientos suelen durar toda la vida», señaló Shevach. «Por ello, hay que ser muy cuidadoso al probar nuevas terapias; no se quiere causar más daño que beneficio».

En el caso del cáncer, los investigadores adoptan el enfoque opuesto y desarrollan estrategias para reducir o desactivar las células T reguladoras que protegen los tumores, a veces combinando estos abordajes con inhibidores de puntos de control para potenciar la respuesta inmunitaria.

«Estamos en la era de la medicina de precisión», dijo Ray. «Tengo esperanza; nos estamos acercando a tratar el problema sin sustituir una carga por otra».

Más allá de la medicina de precisión y de las terapias farmacológicas, los ensayos clínicos sugieren que ciertos factores del estilo de vida también pueden contribuir a la salud de las Treg.

Se ha demostrado que la suplementación con vitamina D aumenta el porcentaje de Treg en personas sanas, así como su actividad supresora en pacientes con diabetes tipo 1. De manera similar, un estudio en animales reveló que el ejercicio aeróbico incrementa sus niveles. En otro trabajo con animales que padecían cáncer, la restricción calórica redujo la actividad de estas células en los tumores, un cambio que podría ayudar a frenar su crecimiento.

Para los pacientes cansados ​​de la inmunosupresión generalizada, esta promesa es alentadora: la verdadera curación podría provenir no de un mayor esfuerzo, sino de enseñar al sistema inmunitario cuándo debe moderar su acción.

El descubrimiento de las células Treg ha abierto la puerta a una nueva comprensión. Ahora, la medicina está aprendiendo a aplicarla.

Artículo publicado originalmente en The Epoch Times con el título «How This Nobel Discovery Could Transform Autoimmune and Cancer Treatment».

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