Probablemente todos conocemos la situación en la que nos ocupamos de cosas que no nos aportan nada en nuestro desarrollo. En algún momento, de repente nos damos cuenta de que hemos desperdiciado un tiempo precioso de nuestra vida.
Una sensación similar de desilusión se produce cuando nos vemos envueltos en una discusión en línea con desconocidos, una discusión que al final no lleva a nada y que suele dejar una sensación de frustración y amargura. O cuando nos deleitamos con imágenes de destinos vacacionales exóticos, aunque sabemos perfectamente que en este momento no podemos viajar.
El estratega empresarial y consultor Cedrik Chin se ha planteado una pregunta para la que muchos de nosotros aún buscamos respuesta: el problema de la distracción. Chin se ha dado cuenta de que dedicamos demasiado tiempo y energía a cosas que no nos aportan nada, y lo hacemos sin ser conscientes de ello.
Chin ha estudiado los estudios clásicos sobre la atención. Según estos, la atención humana es limitada y, por lo tanto, debe utilizarse con inteligencia y prudencia. Aunque Chin probó muchos métodos, nada parecía resolver su problema.
Finalmente, recurrió a medidas técnicas, como una «dieta informativa»: borró aplicaciones, desactivó la función de notificaciones de varias cuentas y trató de reducir el flujo de información. Sin embargo, se dio cuenta de que seguía distrayéndose. Las distracciones volvieron a aparecer y poco a poco volvieron a acaparar su tiempo.
Todo cambió un día, cuando un amigo le habló de un nuevo método que le había funcionado de maravilla. «La esencia de este enfoque es muy sencilla», le explicó su amigo. «En cada momento en el que haces o lees algo, te preguntas: ¿qué estoy intentando conseguir aquí? Eso es todo. El objetivo no es controlar tu tiempo, sino ser consciente en todo momento de por qué estás haciendo algo. Si lo haces, tu gestión del tiempo cambiará por sí sola».[1]
De la teoría a la práctica
A primera vista, esta recomendación le pareció increíble, casi trivial, como si alguien le hubiera dicho: «¡Come sano y haz ejercicio regularmente!». Sin embargo, ponerla en práctica no fue nada fácil. Requirió un alto grado de autodisciplina y una presencia mental constante. Cuando Chin comenzó a seguir seriamente el consejo, su vida cambió por completo.
Algunos ejemplos de su experiencia:
«Mientras hago las tareas domésticas, escucho un podcast. Después de 15 minutos, me pregunto: «¿Qué quiero conseguir con esto?». La respuesta: «Nada». La única información que quería obtener la había obtenido en 10 minutos y, a partir de ahí, todo iba cuesta abajo. Así que me detuve y terminé el resto de mis tareas en silencio».
Durante una discusión con unos amigos sobre la controversia de género en el boxeo olímpico, Chin se sorprende a sí mismo familiarizándose con el tema y sumergiéndose en la lectura. Una vez más, se pregunta: «¿Qué quiero conseguir con esto?». Entonces se da cuenta de que está participando en la discusión por motivos sociales. Sin embargo, el tema era completamente irrelevante para su propia vida o su trabajo. «Solo lo hago porque mis amigos lo comentan en el chat del grupo y quiero formar parte de la conversación», descubrió. ¿Y cuál fue el resultado de esta revelación? «Sigo adelante, pero ahora soy consciente de la verdadera razón por la que hago esto, y lo dejo antes de que me quite toda la tarde».
Otro ejemplo que seguramente muchos conocerán es la siguiente situación descrita por Chin: «Veo que alguien escribe algo realmente estúpido en X». Después de escribir una respuesta mordaz, se pregunta de nuevo: «¿Qué quiero conseguir con esto?». Su conclusión: «Solo quiero sentirme bien, así que borro la respuesta».
Al final de un largo día, Chin se sorprendió una vez más a sí mismo navegando sin rumbo fijo por el canal X. Entonces abrió el campo de escritura para tuitear algo, pero se preguntó: «¿Qué quiero conseguir con esto?». La respuesta surgió rápidamente desde su interior: «Tuiteo porque estoy aburrido y necesito un poco de atención».
Chin explica que todo eso está bien. Según el principio del pensamiento orientado a los resultados, se puede seguir adelante si se tiene clara la motivación. «Pero admito que es una razón bastante pobre y que tengo cosas mejores y más agradables que hacer», afirma Chin, y añade: «Así que lo dejo».
Una nueva conciencia crea espacios libres
Después de seis meses practicando este enfoque, sintió un alivio mental significativo. «Mi cabeza ya no se sentía como una biblioteca abarrotada de información», describe, sino más bien como un campo libre y ordenado, «con verdadero espacio para respirar y pensar».
Pero eso no era todo: «Estoy seguro de que ahora puedo concentrarme realmente en las cosas que me importan. Y lo más importante: me siento empoderado. Tengo el control total sobre dónde dirijo mi atención y sé que nadie me lo puede quitar».
Gracias a esta nueva conciencia, Chin no se deja distraer por los debates políticos ni por el revuelo mediático, sino que se mantiene centrado.
Y mientras la gente a su alrededor «pierde la cabeza con el último fiasco político o el tema candente del día», él solo presta la atención mínima a los artículos, podcasts o vídeos que publican sus amigos. «Solo extraigo lo que es importante para mis objetivos», afirma, y luego continúa con su actividad original.
Las tres etapas del consumo de información
Chin denominó este método «pensamiento orientado a los resultados», el tercer y más alto nivel en la jerarquía del consumo de información. Se estructura de la siguiente manera:
– En el primer nivel se encuentra el consumo sin filtrar, en el que las personas dejan que toda la información posible fluya hacia ellas, como a través de una puerta abierta de par en par.
– El segundo nivel ya incluye un filtro y requiere cierta conciencia. Quienes se encuentran en este nivel construyen un «escudo protector» y bloquean las fuentes poco fiables. Se crean un entorno de información relativamente «limpio» con fuentes cuidadosamente seleccionadas.
– En el tercer nivel, según el método de Chin, ya no son necesarios muros ni restricciones externas. Una persona así puede nadar libremente en el océano de la información y sumergirse en las profundidades, pero solo para alcanzar objetivos claramente definidos y específicos que se ha fijado previamente.
De hecho, este método se puede aplicar a casi todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, cuando lee un libro, puede hacerlo con un objetivo en mente, como buscar la respuesta a una pregunta concreta o el deseo de comprender mejor un tema relevante. La próxima vez que se encuentre en medio de una discusión acalorada, deténgase un momento y pregúntese: ¿qué quiero conseguir con esto?
Conversaciones con un objetivo claro
Este enfoque recuerda un método del filósofo estadounidense Peter Boghossian, antiguo profesor de la Universidad Estatal de Portland. En su libro, publicado junto con el Dr. James Lindsay, describió este método como «conversaciones imposibles». Según este, la regla de oro en cualquier conversación es conocer su objetivo. «Las personas inician conversaciones por diferentes motivos», escriben los autores. «A menudo solo quieren entrar en contacto con los demás; en otros casos, persiguen objetivos más funcionales».
Algunos objetivos posibles de una conversación son, por ejemplo: comprender la posición de la otra persona sin estar de acuerdo con ella; aprender de los demás, es decir, comprender cómo llegan a sus conclusiones; encontrar la verdad; querer cambiar las creencias de los demás o simplemente querer impresionar al interlocutor.[2]
De hecho, Chin no ha inventado ningún método nuevo, sino que simplemente ha aplicado en la vida cotidiana un principio conocido de la literatura científica.
Los estudios sobre investigación cognitiva han demostrado que la atención humana funciona a través de dos mecanismos principales: la reacción a estímulos externos, como ruidos o movimientos dentro del propio campo de visión, también llamada «de abajo hacia arriba», y la reacción a objetivos previamente establecidos, llamada «de arriba hacia abajo».
Cuando nos fijamos un objetivo claro antes de realizar una acción determinada, activamos el mecanismo descendente de nuestra atención. Este dirige nuestra atención hacia lo que es importante en ese momento. También ayuda a filtrar la información y los estímulos irrelevantes. En otras palabras: dependiendo de lo que busquemos, el cerebro aprende a distinguir entre lo esencial y lo secundario.
Este enfoque también se ve confirmado por estudios en el campo de la psicología laboral y organizacional. La teoría clásica de la fijación de objetivos del profesor Edwin Locke y el profesor Gary Latham, una de las teorías de la motivación más extendidas, muestra que los objetivos claros actúan como «focos». Estos iluminan los estímulos y las acciones relacionadas con la consecución del objetivo. Por el contrario, las distracciones irrelevantes se oscurecen o se suprimen. [4]
Principio aplicable a la economía
Anthony Ulwick, fundador de la consultora Strategyn, siguió un enfoque similar al de Chin, pero trasladó este principio al contexto del mundo empresarial.
Desarrolló un innovador método de marketing que sitúa los resultados deseados por el cliente en el centro del proceso de decisión. A diferencia del marketing tradicional, que suele basarse en características demográficas o propiedades del producto, Ulwick quería comprender sistemáticamente lo que el cliente quiere conseguir. A partir de ahí, se derivarían las necesidades, las oportunidades y los puntos clave para nuevos productos y servicios.[5]
En lugar de preguntar «¿qué debe contener el producto?», su pregunta central era «¿qué resultados quiere conseguir el cliente?».
El profesor Clayton Christensen, de la Harvard Business School, desarrolló un concepto similar llamado «Jobs to be Done» (tareas a realizar). Explicó cómo funciona con un caso de McDonald’s:
La empresa quería renovar su gama de batidos para aumentar las ventas. Para ello, crearon un perfil de cliente y preguntaron a los clientes: «¿Cómo podemos mejorar el batido para que compren más?».
Recibieron muchos comentarios y mejoraron los batidos, pero las ventas se estancaron. «Entonces», cuenta Christensen, «les propusimos que probasen un enfoque completamente diferente: debían comprender qué «tarea» debía cumplir el batido».
A la mañana siguiente, un investigador se plantó delante de un McDonald’s y preguntó a los clientes por qué venían a las seis y media de la mañana expresamente a por un batido. «Les preguntamos: imaginen una situación similar en la que tuvieran que realizar la misma «tarea» que les proporciona el batido, ¿qué «contratarían» en su lugar?».
Uno de los clientes señaló un plátano que la semana anterior había intentado cumplir la «función» del batido, pero sin éxito. «Me lo comí en menos de un minuto», explicó. «El batido es espeso y la pajita es fina, por lo que tardo 23 minutos en bebérmelo. Es exactamente lo que tardo en llegar al trabajo».
Muchos otros dieron respuestas similares. La «tarea» consistía en pasar el rato durante un viaje aburrido y sentirse saciado hasta las 10 de la mañana, explicó el profesor. Así pues, los clientes «contrataban» el batido para realizar esta «tarea».
En una publicación de Christensen junto con otros colegas, se afirma que las «tareas» difieren en su alcance y complejidad. Además de las «tareas» más pequeñas, como matar el tiempo en la consulta del médico o preparar un almuerzo saludable para los niños, también hay tareas más grandes, complejas y significativas, como una carrera profesional satisfactoria o la transición a una nueva etapa de la vida. [7]
Una empresa aumenta su facturación en un 25 %
Como ejemplo, los autores citan el caso de una empresa constructora cerca de Detroit que construía viviendas de lujo para jubilados. Estas viviendas estaban destinadas a personas mayores que, tras la marcha de sus hijos, se quedaban en grandes casas particulares vacías y querían mudarse a un apartamento cómodo donde tuvieran todos los servicios necesarios en las inmediaciones.
El concepto parecía prometedor. Los apartamentos eran nuevos, espaciosos y estaban amueblados con estilo. Y, de hecho, había muchos clientes potenciales que los visitaban, pero las ventas eran muy escasas. La situación no cambió cuando la empresa mejoró los apartamentos. Las cifras de ventas seguían siendo bajas.
El cambio solo se produjo cuando la empresa cambió su perspectiva y se dio cuenta de que el producto real no era el piso, sino el apoyo en una transición emocional y práctica entre diferentes etapas de la vida. Los clientes no solo necesitaban un nuevo hogar, sino que, sobre todo, necesitaban ayuda para mudarse de una casa llena de recuerdos a un lugar nuevo y desconocido.
Con esta idea en mente, la empresa comenzó a ofrecer servicios destinados a llevar a cabo esta «tarea»: asesoramiento y ayuda para decidir qué objetos debían desecharse y cuáles debían conservarse, la posibilidad de almacenar cosas durante dos años, apoyo logístico para la mudanza y mucho más.
¿Y qué pasó? Cuando la empresa se centró no solo en el producto, sino en la «tarea» real que el cliente quería realizar, llegó el éxito. Las ventas aumentaron alrededor de un 25 %.
Así pues, todo es cuestión de dónde dirigimos nuestra atención; centrarnos en lo esencial marca la diferencia. Quien interioriza este principio no solo gana control sobre sus pensamientos, sino también tiempo y energía para las cosas realmente importantes de la vida. La verdadera fuerza reside en no perder nunca de vista lo esencial.
Fuentes:
1. Chin, «Outcome Orientation as a Cure for Information Overload», Commomcog.com
2. Maya Mizrahi, «How to have Impossible Conversations?», Epoch Magazine, septiembre de 2022
3. Fumi Katsuki, Christos Constantinidis «Bottom-up- und top-down-Aufmerksamkeit: unterschiedliche Prozesse und überlappende neuronale Systeme», Neuroscientist, 2014
4. Edwin A. Locke, Gary P. Latham, «Building a Practically Useful Theory of Goal Setting and Task Motivation: A 35Year Odyssey», American Psychologist, 2002
5. Anthony W. Ulwick, «Convertir las opiniones de los clientes en innovación», HBR, 2002
6. Clay Christensen, «La teoría de los trabajos a realizar», YouTube, 2019
7. Christensen, Hall, Dillon, Ducan, «Conoce los trabajos que deben realizar tus clientes», Harvard Business Review, 2016
Este artículo apareció originalmente en el diario israelí Epoch Times con el título: „פחות הסחות, יותר תוצאות: החיים על פי שאלה אחת פשוטה“. [„Menos distracciones, más resultados: vivir según una simple pregunta]».
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