Cuando los empresarios o directivos dicen «¡Los empleados son un fastidio!», lo que realmente se percibe es frustración. Hay exceso de burocracia, discusiones constantes y falta de iniciativa. Sin embargo, esta afirmación suele esconder algo más profundo: los retos estructurales, comunicativos y culturales de la empresa.
Una frase, muchos niveles
La provocativa frase «¡Los empleados son un fastidio!» actúa como válvula de escape. Quienes la pronuncian rara vez se refieren realmente a todos los empleados, sino que expresan un sentimiento de sobrecarga que se ha acumulado. Las causas son múltiples: responsabilidades poco claras, formación deficiente, falta de motivación o malentendidos en la comunicación.
Según un estudio del Instituto Gallup de 2023, solo alrededor del 17 % de los trabajadores alemanes se sienten realmente comprometidos con su trabajo. Casi el 69 % «cumple con lo mínimo». En las altas esferas esto suele conducir a la resignación o, precisamente, a la frase frustrada: «¡Los empleados son un fastidio!».
Reclutamiento: la frustración suele comenzar antes
En muchos sectores se ha vuelto difícil encontrar empleados adecuados. Las ofertas de empleo no reciben respuesta. Las entrevistas de trabajo son decepcionantes y finalmente cuando se contrata a alguien, a menudo falta una formación estructurada y valorada. Los nuevos empleados están desorientados y los superiores esperan una productividad inmediata.
Aquí comienza un círculo vicioso: las expectativas poco claras conducen a malos resultados, lo que a su vez confirma la impresión de que «nadie se esfuerza».
Motivación: ni aplausos ni palabras claras
La verdadera motivación rara vez surge de las mesas de futbolín o las cestas de fruta. Se trata más bien de reconocimiento, confianza y la oportunidad de asumir responsabilidades. Quienes reciben feedback de forma regular, pueden seguir desarrollándose. Sin embargo, esto es precisamente lo que falta en muchas empresas. En su lugar, se espera que los empleados «piensen por sí mismos» sin que quede claro en qué deben basarse.
Los directivos se sienten entonces abandonados: «¡Tengo que hacerlo todo yo!», lo que a menudo se debe a que las tareas no se delegan realmente sino que solo se transfieren sin margen de decisión.
Comunicación: entre el deseo y la realidad
La calidad de la colaboración depende de la comunicación. Sin embargo, es precisamente aquí donde a menudo se pone de manifiesto que existen expectativas completamente diferentes entre los distintos niveles jerárquicos. Los empleados desean más transparencia y participación, mientras que los directivos quieren más responsabilidad propia. Ambas partes experimentan regularmente decepciones y rara vez se produce un intercambio abierto.
Un ejemplo práctico: en una empresa mediana se debatió durante meses la introducción de una nueva herramienta para el registro del tiempo. Los empleados lo consideraban un control y los directivos, una medida necesaria. No se habló de objetivos, sino que se discutió sobre las medidas. El resultado: frustración por todas partes.
Responsabilidad: la diferencia entre «poder» y «querer»
Un malentendido frecuente en el trabajo directivo es la confusión entre competencia y motivación. El hecho de que alguien pueda hacer algo no significa que quiera hacerlo. Y al revés: el hecho de que alguien quiera hacer algo no significa que pueda hacerlo.
Aquí se necesitan ambas cosas: cualificación y claridad sobre las funciones y el margen de decisión. Solo así se puede asumir realmente la responsabilidad y hacerlo en pie de igualdad.
Conclusión: los empleados molestos son poco frecuentes mientras que los sistemas deficientes son más habituales.
«¡Los empleados son molestos!»: esta frase suele ser expresión de un problema más profundo. El problema no son las personas sino la forma en que se organiza el trabajo en equipo. Quien tiene el valor no solo de pronunciar esta frase, sino también de cuestionarla, sienta las bases para un desarrollo real en ambos lados.
Porque los empleados rara vez son difíciles por naturaleza. Pero reaccionan a las condiciones marco. Si el directivo se esfuerza por mejorar estas condiciones se dará cuenta de que solo cuesta nervios al principio.
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Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Alemania con el título «¡Die Mitarbeiter nerven! – Was wirklich hinter dieser Aussage steckt»
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