EUROPA

Bulgaria: la generación Z se moviliza contra la corrupción y fuerza la renuncia del conservador Rosen Zhelyakov

Decenas de miles de búlgaros, en su mayoría jóvenes de la generación Z, han salido a las calles de Sofía y de otras grandes ciudades del país desde finales de noviembre, en la mayor oleada de protestas desde la caída del comunismo. Los manifestantes reclaman el desmantelamiento de un entramado de poder y presunta corrupción que, según denuncian, opera en la sombra
diciembre 15, 2025 12:06, Last Updated: diciembre 15, 2025 12:06
By Germain de Lupiac

«Hemos oído la voz de la sociedad», afirmó el primer ministro búlgaro, el conservador Rosen Zhelyazkov, al anunciar el 11 de diciembre la dimisión de su gobierno tripartito, tras semanas de protestas masivas contra la corrupción y el proyecto de presupuesto para 2026. La renuncia, aprobada posteriormente por el Parlamento, abre la puerta a la celebración de las octavas elecciones generales desde 2021, aunque no está claro si bastará para desactivar la presión en la calle.

Desde finales de noviembre, cientos de miles de personas se han manifestado en Sofía y otras ciudades del país para exigir no solo la salida del Ejecutivo formado por GERB, el Partido Socialista Búlgaro (BSP) y el populista ITN, con solo meses en el poder, sino también el desmantelamiento de lo que los manifestantes describen como un entramado de poder y presunta corrupción que opera en la sombra, según denuncia, con el respaldo del oligarca Delyan Peevski, sancionado por Estados Unidos y el Reino Unido, al que atribuyen la captura de las instituciones y la persistente inestabilidad política.

Peevski junto con Boyko Borísov, líder del partido de centroderecha Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB), vuelve a situarse en el centro de la indignación ciudadana.

Boyan Radoykov, doctor en Ciencias Políticas por la Sorbona, exdiplomático y experto en relaciones internacionales y estrategia, trabajó durante más de 25 años en la Unesco. Responde a las preguntas sobre el levantamiento juvenil en Bulgaria.

The Epoch Times: ¿Cuáles cree que son las causas de estas protestas en Bulgaria? ¿Por qué se está alzando la Generación Z? ¿Estamos presenciando un enfrentamiento entre proeuropeos y prorrusos, o se trata de algo más complejo?

Boyan Radoykov: Bulgaria es, en esencia, un país paciente ante el poder. Demasiado paciente, incluso. Para algunos, esto se explica por dos siglos de dominio bizantino, seguidos de 500 años bajo el yugo otomano. De hecho, el folclore nacional abunda en proverbios como «a una cabeza inclinada no la corta el sable».

Los 45 años del régimen comunista no fomentaron una tradición de movilizaciones masivas contra los abusos de poder; más bien ocurrió lo contrario. Solo en tiempos recientes la población búlgara ha tomado conciencia de su capacidad para impulsar cambios. Es un país de individualistas: más de la mitad no participa en las elecciones y solo sale a protestar cuando el malestar general alcanza un punto crítico.

Conviene recordar que el país vivió varias protestas sociales de envergadura contra el Gobierno, en particular en 2013 y, de nuevo, en 2020/2021. ¿Y quiénes fueron los objetivos en ambos casos? Las mismas dos figuras políticas: Delyan Peevski y Boyko Borísov.

Pasan los años y se suceden los gobiernos de coalición, pero ambos siguen en el poder. En 2020 hicieron falta 282 días consecutivos de protestas contra el Ejecutivo de Borísov, desde el 9 de julio de 2020, para que dimitiera como primer ministro el 16 de abril de 2021, tras rozar el final de su mandato.

Está por ver si la Generación Z mantiene el mismo empuje y, sobre todo, la misma perseverancia, porque apartarlos de forma definitiva en 2025 sería un logro que sus padres no alcanzaron. De lo contrario, el cambio quedaría a merced del desgaste biológico y de su desenlace inevitable en un país que sigue siendo el más pobre de la Unión Europea.

Así que, para responder a su pregunta, el panorama es más complejo. No fueron las medidas de austeridad las que encendieron la indignación pública, sino las subidas de impuestos previstas para financiar partidas asociadas, según se denuncia, a clanes cercanos al Gobierno, lo que alimenta aún más la maquinaria de la corrupción. Es, quizá, uno de los pocos asuntos en los que coinciden proeuropeos y prorrusos.

Existe un deseo genuino de cambio y, desde anoche, los jóvenes reclaman —con razón— el desmantelamiento del sistema. Ahí está el problema: el entramado está muy asentado, y erradicar la corrupción en la política, la policía y el poder judicial resulta una tarea inabarcable para ellos. Para conseguirlo hará falta una oposición estructurada, con nuevos partidos y liderazgos.

Solo entonces, a través del voto, y una vez apartados los corruptos, podría ponerse fin a la seudodemocracia y al poder arbitrario, con un Estado de derecho y unas instituciones sólidas e independientes. Pero ese escenario aún queda lejos. Muy lejos, de hecho.

Los manifestantes denuncian la corrupción endémica dentro del gobierno. ¿Cuáles son las raíces de esta corrupción en Bulgaria?

Esta es una cuestión clave. La corrupción hunde sus raíces en la continuidad de las estructuras de seguridad comunistas, que orquestaron la llamada transición «democrática» al transferir gran parte de los activos financieros del país a «empresarios» afines. Estos consolidaron después ese sistema de redistribución de la riqueza mediante prácticas delictivas. El esquema sigue vigente hoy, pese a la adhesión de Bulgaria a la Unión Europea en enero de 2007.

Conviene subrayar que la UE no ha cumplido su función de frenar la perpetuación de esta corrupción. Por razones políticas, la Comisión Europea ha optado por mirar hacia otro lado y permitir que los sucesivos gobiernos se apropien de las arcas públicas, nutridas con aportaciones de los contribuyentes europeos. En casi 20 años, las cantidades malversadas, ante la Comisión Europea, han sido astronómicas.

En Rumanía, la Securitate (equivalente a la Seguridad del Estado en Bulgaria) fue desmantelada inmediatamente después de la caída del régimen de Nicolae Ceausescu. En Bulgaria ocurrió lo contrario: los herederos del régimen comunista prosperaron, y sus descendientes siguen haciéndolo. Esa diferencia permitió a Rumanía aplicar medidas anticorrupción que Bulgaria ni siquiera se planteó.

No creo que estas manifestaciones debiliten la corrupción. La mayoría de los políticos carece de escrúpulos. Para participar en la política búlgara durante los últimos 36 años «democráticos», había que estar dispuesto a dejar de lado las convicciones, la moral, la integridad y, sobre todo, la conciencia. El resultado de esa selección antinatural entre los dirigentes es evidente hoy.

Por tanto, los jóvenes tienen todo el derecho a manifestarse. Recuerde uno de los lemas de Mayo del 68: «Sean realistas, exijan lo imposible». Les deseo éxito y confío en que sepan encauzar su energía hacia la acción política, con una nueva generación de líderes dotados de ambición, energía, honestidad, integridad, seguridad en sí mismos, confianza, inteligencia y competencia para devolver a Bulgaria a la senda de la prosperidad. Es hora de que el Estado de derecho se imponga sobre la ley de la fuerza en la vida política búlgara.

El oligarca Delyan Peevski, líder de un pequeño partido que representa a las minorías turca y romaní, está acusado de mover los hilos del poder en un país marcado por la corrupción. ¿Por qué concentra la ira ciudadana?

Como dije, no es la primera vez. En 2013, ya se escuchaban consignas contra él. Esto sugiere que las protestas difícilmente lograrán algo más que efectos temporales —como la dimisión de un Gobierno— antes de volver al punto de partida, con los mismos problemas y los mismos actores.

La población necesita comprender la importancia de las reglas democráticas: un cambio duradero solo se alcanza en las urnas, con elecciones vigiladas de cerca por observadores europeos para evitar el fraude o la compra de votos. De lo contrario, los jóvenes podrían movilizarse cada año, pero el esfuerzo se diluiría si no se tradujera en un cambio de rumbo y, después, en la erradicación del actual sistema corrupto.

Sancionado por corrupción por Estados Unidos y el Reino Unido, Delyan Peevski encarna para muchos búlgaros un pasado de inacción. Por ello, su futuro político parece ya agotado.

Tras 45 años de régimen comunista bajo control de la Unión Soviética, Bulgaria salió del comunismo en 1990. ¿Sigue presente la influencia del sovietismo en el país? Y, en caso afirmativo, ¿en qué ámbitos y de qué forma?

Quedan algunos nostálgicos de la era soviética, pero son minoría. Las generaciones se suceden y, para los más jóvenes, ese periodo apenas significa nada, salvo, quizá, unas páginas en los libros de texto. Esa etapa de supremacía ha concluido de manera definitiva.

Sin embargo, la influencia de Rusia, aunque menos visible, persiste. Algunos partidos no solo no la ocultan, sino que incluso reivindican sus estrechos vínculos con Moscú. En ese sentido, los lazos políticos se mantienen, si bien la mayoría de los búlgaros mira hacia Occidente. Para Rusia, en cambio, recuperar su control —o incluso su dominio— seguirá siendo una prioridad.

Bulgaria se incorporó a la UE en 2007 y entrará en la eurozona el 1 de enero de 2026. ¿Qué ha aportado la pertenencia a la UE a este país de 6,4 millones de habitantes y qué puede aportar la adhesión a la eurozona?

Los comunistas sabían de antemano que la caída del régimen era inminente y se prepararon de forma activa y metódica con un plan de transición a la «democracia». Así, un día seguían siendo comunistas y al siguiente se presentaban como demócratas. Era un trasvase oportunista, comparable al uso de información privilegiada en bolsa, pero en el terreno político, y el país sigue pagando hoy un alto precio.

Esa transformación simulada era conocida en las capitales occidentales, pero no se adoptaron medidas frente al establecimiento de un Estado mafioso dirigido entre bastidores por exgenerales búlgaros del KGB.

Europa ha fracasado en su misión esencial de afianzar y proteger el Estado de derecho en Bulgaria. Eso debió ser un requisito previo para su adhesión a la UE. Sin embargo, los europeos conocían lo que ocurría desde el principio y, durante años, hicieron la vista gorda. Esta es una de las razones por las que las opiniones sobre Europa y sobre la entrada en la eurozona están divididas y polarizadas. Pero los jóvenes consideran que las ventajas superan a las desventajas y la pertenencia a la UE ya está firmemente arraigada en el tejido social.

El futuro de Bulgaria dependerá de la rapidez con la que este modelo de gobierno corrupto quede relegado al pasado.

Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Francia con el título «La génération Z se soulève contre la corruption et bouscule le pouvoir en Bulgarie».

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