Entrevista
El mes de abril ha sido escenario de una sucesión de polémicas que han afectado a las instituciones europeas, desde la dudosa financiación de los medios de comunicación por parte de la Comisión hasta las subvenciones concedidas a un proyecto de «Corán europeo», pasando por la cuestión del euro digital y el anuncio de un plan de lucha contra el racismo que excluye explícitamente el racismo contra los blancos. El presidente del Observatorio del Periodismo (OJIM), Claude Chollet, hace un análisis severo del tratamiento mediático de estas polémicas, lamentando en gran parte de la prensa el silencio o la complacencia.
P: Epoch Times: OJIM difundió el 20 de abril una investigación del diario italiano Il Fatto Quotidiano, que revela que, en coordinación con la Comisión presidida por Ursula von der Leyen, la UE habría pagado discretamente nada menos que 132,82 millones de euros a numerosos medios de comunicación en Europa. ¿En qué medida podría este asunto, según el Observatorio, «rayar en el escándalo de Estado»?
Claude Chollet: La intromisión directa de la Comisión plantea un doble problema. En primer lugar, un problema democrático: ¿con qué criterios se han concedido estas subvenciones? ¿Se concedieron las subvenciones en función de la línea editorial de los medios de comunicación con respecto a la política de la Comisión? ¿Cómo recompensa por servicios prestados? Y, en caso afirmativo, ¿Cuáles y con qué finalidad?
En segundo lugar, sigue sin haber ninguna transparencia sobre la identidad de los afortunados beneficiarios: ¿Qué medios de comunicación han recibido estos fondos, en qué periodos y por qué importes?
Sería necesario que los medios de comunicación investigaran y realizaran un análisis cruzado entre tres variables: el nivel de las subvenciones recibidas, el período en cuestión y la línea editorial de los medios de comunicación con respecto a la Comisión. Si se observa una correlación positiva, especialmente en período electoral, se trataría de un intento de corrupción. Dejo que sus lectores saquen sus propias conclusiones.
P: Paralelamente, la UE anunció el 11 de abril la creación de una red de verificación de datos, Spotlight, que reúne a 18 emisoras de radioemisoras públicas [entre ellas RTVE ] y se presenta como una herramienta para luchar contra lo que califica de «desinformación». ¿Debemos ver en ello los primeros indicios de un nuevo giro hacia un mayor control de la información, como ocurrió durante la crisis del Covid, en la que se censuró información que, sin embargo, era fiable?
Cuando se habla educadamente de los primeros indicios de un nuevo giro hacia un mayor control de la información, se está quedando por debajo de la verdad. La creación de esta red de verificación de datos se inscribe en la continuidad de una voluntad de control de la información, que prolonga una deriva tecnocrática ya muy avanzada.
Desde agosto de 2023 [En España la iniciativa legal aún está en su fase inicial] , ha entrado en vigor la Ley de Servicios Digitales. Presentada como una prolongación del RGPD (Reglamento General de Protección de Datos), esta normativa tiene por objeto, en teoría, hacer frente a los retos que plantean los gigantes digitales, empezando por los GAFAM (gigantes tecnológicos). En realidad, el objetivo real de la Unión Europea es, muy concretamente, luchar contra lo que ella denomina «odio» en línea y regular cada vez más estrictamente los contenidos difundidos en las redes sociales.
La Unión Europea aprovecha la ocasión para restringir la expresión de las voces que cuestionan su dogma, y esto, especialmente en el ámbito de lo que la burocracia de Bruselas denomina «desinformación»: comprendiendo lo que pertenece al ámbito de la re-información, la información o la expresión de opiniones libres, pero consideradas incompatibles con su línea política.
Lo mismo ocurre con el «odio en línea», ya que se define según criterios que se ajustan estrechamente a los contornos de la ideología dominante en la Unión Europea. En pocas palabras, esta legislación parece estar menos destinada a proteger a los ciudadanos que a combatir a aquellos que Bruselas considera sus enemigos.
Estas nuevas normas, por muy discretas que sean en su origen, constituyen una auténtica declaración de guerra contra las libertades fundamentales de los europeos. Tras la apariencia del fact-checking oficial, se trata ni más ni menos que de filtrar la información, para que solo las «verdades correctas» lleguen a los «pueblos correctos» con vistas a los «votos correctos».
P: En una rueda de prensa celebrada el 6 de marzo, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, anunció que la primera fase preparatoria del euro digital concluiría en octubre de 2025. Esta declaración reavivó la controversia en torno a un proyecto percibido como una amenaza potencial para la privacidad de los ciudadanos. Al otro lado del Atlántico, el presidente de los Estados Unidos, mediante un decreto firmado el 23 de enero, prohibió a la Reserva Federal (Fed) desarrollar su propia moneda digital, precisamente por estos riesgos. En Hungría, el derecho a pagar en efectivo se constitucionalizó en abril. En el Parlamento Europeo, Jorge Buxadé, jefe de la delegación de Vox, llega incluso a denunciar una «trampa de Bruselas». En Francia, por el contrario, varios medios de comunicación han criticado a quienes cuestionan las «buenas intenciones» de la UE. La agencia de noticias AFP Factuel califica de «retórica conspirativa» los temores a una sociedad sin dinero en efectivo, una tesis también defendida, por ejemplo, por La Tribune, que afirma que es falso pretender que el euro digital vaya a sustituir al dinero en efectivo. ¿Qué le inspira esto?
Sin ser un experto en cuestiones monetarias, como todo el mundo, tengo que pagar mis gastos: en efectivo, con cheque, transferencia o tarjeta bancaria, y, como muchos, cada vez uso más la tarjeta, simplemente por comodidad. Sin embargo, a menudo me viene a la mente una frase de uno de mis antiguos profesores de economía: «El dinero es libertad acuñada».
Cuando pago en efectivo, no me rastrean ni me perfilan: ejerzo una libertad concreta e inmediata. Sin estar en contra por principio de una moneda digital para las empresas, debemos permanecer vigilantes: es esencial que todo el mundo conserve la posibilidad de pagar con billetes y monedas, sin el control de un Gran Hermano digital.
P: En abril, el JDD reveló que el Consejo Europeo de Investigación, un organismo financiado por la Comisión Europea, subvenciona con cerca de 10 millones de euros un programa científico: «El Corán europeo». Según sus responsables, este proyecto «se basa en la convicción de que el Corán ha desempeñado un papel importante en la formación de la diversidad y la identidad religiosas de Europa». Una iniciativa muy criticada por la antropóloga del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS) Florence Bergeaud-Blackler, que ve en ella una «islamización del conocimiento» conforme, según ella, a las orientaciones ideológicas de los Hermanos Musulmanes. A pesar de la viva polémica suscitada por el anuncio, no ha habido eco en Libération, Le Monde o France Info. ¿Qué revela el silencio de estos medios de comunicación?
Se trata de un nuevo intento de islamización cultural y religiosa de los europeos. ¿El siguiente paso? Quizás la reescritura de los libros de historia para presentar el islam como uno de los fundamentos de Europa. En este clima ideológico, todo es posible.
En cuanto al silencio de los medios de comunicación afectados, es ensordecedor. Un silencio que equivale a una aprobación tácita, reflejo de un acuerdo discreto, pero real, con la lógica que subyace al «Corán europeo». Quien calla, otorga.
P: El 15 de abril, la UE también anunció un plan para luchar contra el racismo y la discriminación, mencionando explícitamente el «racismo contra los negros, los asiáticos, los musulmanes y el antisemitismo». Sin embargo, no se dijo ni una palabra sobre el racismo contra los blancos y los cristianos, una omisión denunciada enérgicamente por el eurodiputado del Reagrupamiento Nacional (RN) Fabrice Leggeri. Unos días antes, el 4 de abril, France Info —que se integrará en la red europea de verificación de datos Spotlight— calificaba este concepto de «expresión promovida por la extrema derecha», estimando que «oculta el racismo más sistémico que sufren las minorías», una tesis también retomada por la AFP. ¿Cómo se articula esta convergencia de opiniones entre ciertas instituciones y medios de comunicación en torno a la negación de este fenómeno o su minimización?
Se articula en torno a una verdadera ley del silencio, cuidadosamente mantenida, en torno al racismo del que nunca se habla: el que sufren los europeos blancos. Una ley del silencio mediática, judicial, pero también política.
No puedo sino invitar a sus lectores a leer —y a hacer leer con urgencia— la investigación que acaba de publicar François Bousquet: Le Racisme antiblanc, l’enquête interdite (El racismo contra los blancos, la investigación prohibida).
A través de más de 40 testimonios impactantes, el autor saca a la luz un racismo oculto que afecta especialmente a los niños y adolescentes. Niños y niñas se enfrentan a él en el patio del colegio, en las aulas, en los transportes, en el ámbito deportivo, etc.
Ante este odio, los jóvenes llamados «rostros de tiza» se doblegan, callan o acaban adoptando los códigos de sus verdugos: cambian de nombre, observan el ramadán sin ser musulmanes o incluso se convierten. Sobreviven en un entorno que se ha vuelto hostil (…) en su propia casa, en su propio país. En cuanto a los profesores, a menudo preocupados ante todo por su propia seguridad o por el estado de su coche al salir de clase, prefieren mirar hacia otro lado o minimizar los hechos.
Negar la existencia del racismo contra los blancos es, en el fondo, autorizarlo. Es alentarlo con el silencio y legitimarlo de hecho y de derecho.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las de Epoch Times.
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Francia con el título «Claude Chollet : « Si l’UE a versé 132 millions d’euros en période électorale à des médias lui ayant été favorables, il y a tentative de corruption»
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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