De Rabat a las redes sociales: un desprecio a la bandera española que exige reparación

Por Rubén Pulido
24 de agosto de 2025 13:46 Actualizado: 24 de agosto de 2025 13:46

Como exmilitar con más de una década de servicio inquebrantable a España, y alguien que se considera soldado de por vida hasta el último aliento, no puedo sino sentir un profundo dolor ante actos que atentan contra los símbolos que representan nuestra soberanía, nuestra historia y el sacrificio de tantos compatriotas. La bandera de España no es un mero trozo de tela; es el emblema de una nación forjada en la lucha por la libertad y la unidad. Su escudo, con el águila de San Juan o las armas reales en su versión actual, simboliza la herencia constitucional y el orgullo colectivo. Invertirlo no es un gesto inocente. En el ámbito diplomático y protocolario, equivale a una declaración de rendición, un insulto que socava la dignidad nacional y que, según las normas internacionales como el Protocolo de Viena sobre Relaciones Diplomáticas (1961), debe ser tratado con la máxima seriedad para evitar escaladas en las relaciones bilaterales.

Recordemos la visita de Pedro Sánchez a Marruecos en abril de 2022. Durante una cena oficial con el rey Mohamed VI en Rabat, la bandera española fue colocada con el escudo invertido, un acto hostil que fue difundido por las autoridades marroquíes sin corrección inmediata. En diplomacia, este gesto no es trivial. Una bandera invertida en este tipo de contextos es una señal de sumisión, especialmente en mitad de las tensiones por el Sáhara Occidental, donde España modificó su postura histórica para respaldar la propuesta del régimen alauí, que no implica otra cosa que mantener la ocupación de Marruecos sobre territorio saharaui. El Gobierno lo minimizó como un «descuido involuntario», alegando limitaciones en el protocolo por tratarse de un espacio privado real. Sin embargo, en el rigor diplomático, nada es casual.


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Las banderas son símbolos sagrados y su manipulación indebida puede generar incidentes que erosionan la imagen internacional de un país. Nadie actuó en el momento y la disculpa marroquí llegó tarde, dejando un reguero de controversia que alimentó percepciones de debilidad en nuestra Nación. Este episodio no solo fue una afrenta, sino un recordatorio de cómo la pasividad ante tales gestos puede interpretarse como un acto de resignación, dañando nuestra credibilidad diplomática y el orgullo nacional.

Hoy, vemos cómo este patrón de negligencia y falta de respeto se traslada a esferas no estatales, pero igualmente influyentes. El mundo de los influencers y las redes sociales. Recientemente, un conocido influencer permitió que un individuo pro-Palestina desplegara una bandera española con el escudo invertido durante una sesión fotográfica, posando, sonriendo junto a ella sin hacer el menor esfuerzo por corregir el agravio. Este acto, capturado y difundido, no es un simple lapsus; es una humillación pública que se enmarca en un contexto de activismo político, donde la inversión de la bandera podría interpretarse como una protesta contra la política española respecto al conflicto palestino-israelí, o peor, como un símbolo de distress nacional —una nación «al revés» en sus valores o alianzas—. Aunque no sea un acto oficial, tiene repercusiones. Las redes sociales amplifican estos gestos, llegando a audiencias globales y moldeando percepciones internacionales. Si en un encuentro estatal como el de Sánchez se minimizó, aquí la pasividad es aún más grave, ya que proviene de figuras públicas con influencia masiva sobre la juventud, que podrían educar en el respeto a los símbolos en lugar de trivializarlos.


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Este patrón se repite porque hemos normalizado la indiferencia ante lo sagrado. En Marruecos, fue un «error» diplomático; con el influencer, una «foto casual». Pero el daño es el mismo: erosiona el tejido nacional, fomenta divisiones internas y proyecta una imagen de España como un país que no defiende su dignidad. Como exmilitar, he visto cómo los símbolos unen a un pueblo en tiempos de adversidad; invertidos o maltratados, siembran desmoralización y debilidad. Este tipo de actos, especialmente cuando se vinculan a causas externas como la pro-Palestina —que podría ser legítima en su esencia, pero no a costa de nuestra soberanía—, solo sirven para dividir y debilitar, beneficiando a quienes buscan desestabilizar desde fuera.

El daño causado no es irreparable, pero requiere acción contundente, un perdón sincero y una disculpa pública por parte del influencer y quienes lo permitieron. Solo así se restaura el honor de la bandera, se educa a la sociedad en el valor del protocolo y se evita que estos patrones se perpetúen. España merece defensores que la honren, no espectadores sonrientes ante su humillación. Serviré a mi país hasta el final y exijo que todos hagan lo mismo. ¡Viva España!

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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