El telón de fondo es una Venezuela sumida en una crisis económica, diplomáticamente aislada y enfrentada a una persistente oposición. En primer plano, sin embargo, se desarrolla una alianza estratégica que ha pasado desapercibida para muchos. Lejos de ser una mera relación comercial o diplomática, la cooperación entre el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y el Partido Comunista de China (PCCh) se ha transformado en un proyecto de mentoría política e ideológica, una transferencia de un «manual de operaciones» diseñado para asegurar la permanencia en el poder. En esta nota revelamos que este manual no es un texto físico, sino un sistema integrado de principios políticos y herramientas tecnológicas, entregado a través de viajes de delegaciones, convenios bilaterales y una creciente transferencia de tecnología de control social.
Un vínculo que nace en la ‘Era de Chávez’
La relación entre Venezuela y China, aunque formalmente fue establecida en la década de 1970, floreció bajo el liderazgo del fallecido presidente Hugo Chávez. Con una política exterior que buscaba una independencia «vigorosa» de las potencias occidentales, Chávez visitó China en seis ocasiones , más que cualquier otro líder hispanoamericano en su época. Esta relación, cimentada en el pragmatismo, evolucionó hasta convertirse en una «asociación estratégica a toda prueba» , el más alto honor que China confiere a un socio extranjero. La cooperación, administrada a través de la Comisión Mixta de Alto Nivel (CMAN), dio lugar a más de 600 acuerdos, abarcando desde la energía y la economía hasta la cultura y la ciencia.
La alianza se justifica bajo una narrativa compartida de defensa contra un «modelo hegemónico occidental» que se impone a través de «sanciones, amenazas y guerra». Para la élite chavista, el PCCh se presenta como un socio que le ayuda a contrarrestar las presiones de Estados Unidos y a construir un «nuevo mundo emergente» de «destino común». Esta narrativa sirve para legitimar la adopción de medidas autoritarias, enmarcando la represión interna como una respuesta necesaria a una agresión externa.
El «pensamiento de Xi Jinping» como manual de operaciones
La pregunta sobre qué tipo de manuales utiliza el PCCh para formar a los cuadros del PSUV no se responde con la mención de libros de doctrina marxista únicamente. El viceministro para América Latina, Rander Peña, lo ha dejado claro: las delegaciones chinas visitarán Venezuela para «fortalecer nuestro conocimiento sobre el pensamiento de Xi Jinping y su aplicación». La formación no se basa en la teoría, sino en la transferencia de una «tecnología de poder»: cómo un partido único puede controlar el aparato estatal, la economía y la sociedad para asegurar su supervivencia.
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El contenido de esta «capacitación» se centra en el «modelo de desarrollo de China», un sistema que la dirigencia del PSUV considera «exitoso y acertado en lograr la felicidad de su pueblo». La formación abarca el uso de tecnología en la política, la organización territorial, la gestión de movimientos sociales y, de manera crucial, el manejo de la opinión pública. La diputada del PSUV, Tania Díaz, ha comparado el pensamiento de Xi Jinping sobre una «iniciativa civilizatoria global» con el «Plan de la Patria» de Hugo Chávez, sugiriendo un esfuerzo por adaptar este sistema de control a la realidad venezolana.
Este enfoque difiere de la formación ideológica de otros partidos comunistas, como el de Cuba, que se centra en la «comprensión de la política del Partido y el Estado» dentro de un marco ético y revolucionario. La influencia china, en cambio, se enfoca en la práctica del poder, ofreciendo al PSUV las herramientas para el control total.
Manuales de formación chinos preparados para los militantes del PSUV, cuya copia está en poder de este medio, establecen lecciones que van desde la formación de cuadros en los barrios o comunas, acciones para emprender en el marco del desarrollo del Estado, emprendimientos económicos con apoyo comunal estatal, artes de guerra asimétrica, operaciones de propaganda, mecanismos de guerra narrativa en la formación de líderes, cómo ganar 100 batallas conociendo al enemigo, cómo engañar al contrincante, atacar en el momento oportuno, sistemas en conjuntos y otros temas de guerra multinivel.
La diplomacia para la transferencia de saberes
El intercambio de delegaciones es el mecanismo principal a través del cual se concreta esta formación. Ambas partes han participado en un flujo constante de viajes de alto nivel.
Dirigentes y cuadros jóvenes del PSUV han viajado a China para recibir formación. Públicamente, el primer vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, ha agradecido «profundamente» que un «grupo de compañeros venezolanos» haya viajado a China para un «proceso de formación». Un caso notorio es el del hijo del presidente, Nicolás Maduro Guerra, quien en un video en sus redes sociales confirmó haber viajado a Shanghái para recibir «clases de socialismo» con el objetivo de «profundizar [sus] conocimientos en materia política, económica y social». En noviembre de 2024, una delegación encabezada por el ministro de la Juventud, Mervin Maldonado, se reunió con líderes del PCCh para «intercambiar ideas» sobre «procesos de protección social».
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Pero la cooperación es recíproca. Delegaciones de alto nivel del PCCh han visitado Venezuela. En junio de 2025, una delegación encabezada por Wu Hansheng, ministro del Departamento de Trabajo Social del Comité Central del PCCh, fue recibida por Nicolás Maduro en el Palacio de Miraflores. Durante esta visita, se abordó la «cooperación para fortalecer la formación política de la militancia» y se discutió la posibilidad de «incrementar la colaboración» frente a los «ataques del imperialismo».
Una caja de herramientas de control social
El «manual» chino no se limita a la ideología. Es un sistema integral que incluye herramientas tecnológicas para la vigilancia y el control social. Un ejemplo paradigmático es el «Carnet de la Patria», un sistema de identificación que vincula el acceso a programas sociales y alimentos subsidiados con una base de datos centralizada. Este proyecto ha sido desarrollado con la ayuda de la empresa china ZTE y ha creado un «mecanismo de control social» que asegura la dependencia de la población del gobierno.
Además, la cooperación incluye la transferencia de tecnología de inteligencia artificial para «mejorar el nivel y la eficacia de la gestión», así como el suministro de equipamiento militar y de ciberseguridad, incluyendo vehículos blindados y tecnología de vigilancia que han sido utilizados para la represión y el monitoreo de opositores. La alianza con empresas como Huawei en el sector de las telecomunicaciones también refuerza la infraestructura de control de información y comunicaciones.
En septiembre de 2025, el régimen de Nicolás Maduro consolidó en el estado Carabobo un sistema integral de vigilancia con cámaras, operado desde la Comuna Vivirás por Siempre y la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Según Diosdado Cabello, el sistema permite monitorear en tiempo real toda la región, combinando la acción de las comunas con la Fuerza Armada y los cuerpos policiales, consolidando un control social y militar permanente.
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Este esquema se materializa a través de la plataforma VEN-911, con cámaras de alta tecnología de la marca Huawei, parte de un plan nacional que proyecta hasta 30 000 dispositivos y una inversión de 1000 millones de dólares. La sede regional de Carabobo cuenta con más de 273 cámaras operativas, botones de emergencia y sistemas de georreferenciación que permiten rastrear cualquier evento, ampliando la vigilancia tecnológica sobre la población y reforzando un control político y social constante en la vida cotidiana de los ciudadanos.
La Paradoja de la alianza: ¿represión sin prosperidad?
La alianza entre el PSUV y el PCCh, aunque robusta, enfrenta una contradicción fundamental. El modelo chino se legitima a través de un crecimiento económico masivo que ha sacado a millones de la pobreza, estableciendo un «pacto social» implícito: el pueblo cede libertades políticas a cambio de prosperidad. El PSUV, sin embargo, busca importar las herramientas de control del PCCh en un país sumido en una profunda crisis económica, sin poder replicar el éxito que justifica este modelo en China.
Según encuestas de 2023, la popularidad de China entre el público venezolano está «menguando». Esto sugiere que, mientras la élite chavista abraza el modelo de Pekín, la población podría percibir la infraestructura de control no como un camino hacia el desarrollo, sino como una represión sin el beneficio de la prosperidad. A largo plazo, esta disonancia podría convertirse en una vulnerabilidad, ya que un modelo de control social sin el respaldo de un motor económico podría generar una mayor disidencia y socavar la estabilidad que el régimen se esfuerza por mantener.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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