Javier del Valle: «No se está diciendo la verdad sobre el cambio climático»

Por Sandra Flores
8 de mayo de 2025 18:46 Actualizado: 13 de mayo de 2025 17:50

ENTREVISTA

El cambio climático está en el corazón de la mayoría de políticas que emanan de los organismos internacionales como la Unión Europea, las Naciones Unidas y también el Gobierno de España. Todos ellos coinciden en que hay un incremento del CO2 en la atmósfera que está provocando el aumento de la temperatura en el planeta y que las consecuencias podrían ser catastróficas hasta el punto de hacer peligrar la vida en la Tierra.

Estos organismos hablan de un consenso científico que responsabiliza a hombre de este incremento debido a las emisiones de las actividades industriales, energéticas, agrarias e incluso de los vehículos particulares.

Sin embargo, no todos los científicos coinciden en esta proyección catastrofista.

Don Javier del Valle, doctor en Geografía y en Climatología por la Universidad de Zaragoza, experto en gestión del agua, profesor de Ingeniería del Medio Ambiente en el Centro Universitario de la Defensa y coautor del libro Premoniciones, junto a Alfonso Tarancón, se muestra crítico con esta proyección.

El Sr. del Valle es, junto a 1983 científicos de renombre mundial, firmante de la Declaración Mundial sobre el Clima Clintel, que afirma que no hay ninguna emergencia climática a la vez que solicitan un debate científico y no politizado.

También es secretario de la Asociación de Realistas Climáticos, cuyos principios «realistas» recogen que «no hay ninguna razón a priori para suponer que el calentamiento actual y previsto tendrá consecuencias negativas» y que dice que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) por sus siglas en inglés) exagera el papel de los gases de efecto invernadero e infravalora el de otros procesos, como la variabilidad natural y las influencias solares o planetarias».

Epoch Times: La comunidad científica internacional sostiene, con amplio consenso, que el aumento de las emisiones de CO₂ de origen antropogénico está contribuyendo significativamente al calentamiento global. Instituciones como la ONU, la Unión Europea y numerosos gobiernos advierten sobre sus posibles consecuencias, entre ellas el deshielo de los polos, la subida del nivel del mar y la amenaza para territorios insulares. ¿Comparte usted este diagnóstico?

Sr. del Valle: Pues en algunas cosas sí y en otras no, en la mayoría no.

Hay un acuerdo científico en que el CO2 en la atmósfera está aumentando porque esos son datos. Hay un acuerdo científico en que hay un leve aumento de la temperatura media mundial desde el siglo XVII. No estamos hablando de un aumento de los últimos años, ni mucho menos.

Desde el siglo XVII, la temperatura media del globo poco a poco está subiendo. Ahí también hay un acuerdo, y esos son datos; por lo tanto, eso no es discutible. No hay acuerdo en absoluto en que el ser humano sea el responsable de esa subida de temperaturas, y de hecho, no lo hay hasta el punto de que, a nivel internacional, existe una organización que se llama Clintel, de la que formo parte y soy firmante del Manifiesto Clintel. Hemos firmado un manifiesto en contra del alarmismo climático y de la presión oficial según la cual vamos hacia una catástrofe climática: se van a derretir los polos, va a subir el nivel del mar, y vamos a llegar a un punto en el que incluso ciertos países van a desaparecer.

No estamos de acuerdo con eso, y no estamos de acuerdo con la relación entre la subida de las temperaturas —que es leve, estamos hablando de un grado de media en un siglo, que es muy poco— y la asignación del ser humano como principal responsable. Clinton, como le digo, es un manifiesto crítico con esa presión; no compartimos la presión oficial. Somos casi 2.000 firmantes en todo el mundo. Por tanto, de consenso, nada: no hay consenso.

Hoesung Lee, presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), interviene durante el primer día de la conferencia climática COP27 de la CMNUCC, el 6 de noviembre de 2022 en Sharm El Sheikh, Egipto. (Foto de Sean Gallup/Getty Images)

Cada vez hay más discusión, cada vez hay más científicos. Estamos en el lado crítico respecto a la presión oficial. De hecho, aquí en España hemos fundado la Asociación de Realistas Climáticos (ARC), que pretende precisamente transmitir a la sociedad la idea de que no hay consenso, que es necesario el debate científico, que la ciencia avanza a través del debate, y que cada vez somos más los científicos, con peso y bagaje, que estamos en desacuerdo con esa versión oficial, y aún más en desacuerdo con el monolitismo que se pretende transmitir. Y no solo existe en España: también en Alemania, Irlanda, Reino Unido, República Checa, Italia… Es decir, hay muchas asociaciones en esa misma línea, que rompen con el falso mensaje de que hay consenso. No hay consenso en absoluto.


«No soy afín a la línea oficialista de cambio climático, soy crítico, de hecho, pues considero que no se está diciendo la verdad sobre el cambio climático».


Y, de hecho, todos los modelos que predecían que el Polo Norte se iba a quedar sin hielo, que las Maldivas quedarían sumergidas, etcétera, han fallado. Absolutamente todos. Porque esto se viene diciendo desde hace muchos años: yo tengo recortes de prensa que afirmaban que en 2014 o 2017 el Ártico se quedaría sin hielo. Eso no ha ocurrido. Estamos en 2025 y no ha ocurrido, y no parece que vaya a ocurrir en los próximos años de forma inmediata. Por tanto, insisto: no hay consenso.

Epoch Times: Usted ha comentado que sí que han subido los niveles de CO2 y que eso está basado en datos. ¿Es eso algo necesariamente malo? Hay máquinas productoras de CO2 que se instalan en invernaderos para estimular el crecimiento de las plantas. Se está observando que hay partes del desierto del Sáhara que se están reverdeciendo por este aumento del dióxido de Carbono en la atmósfera. ¿Hay un lado positivo de este fenómeno? 

Sr. del Valle: Pues el CO₂ se vende como un gas nocivo, y el CO₂ no es un gas nocivo. Es un gas que no tiene perjuicios para el ser humano. De hecho, en los invernaderos se incorpora CO₂ de forma artificial porque ayuda al crecimiento de las plantas. Es necesario para la fotosíntesis: en la fotosíntesis, las plantas absorben CO₂ y emiten oxígeno. Si hay mucho CO₂ para absorber, el crecimiento es más rápido, porque la fotosíntesis es más intensa. Por lo tanto, es algo tan sencillo como eso.

Sí es cierto que el CO₂ es un gas de efecto invernadero —eso es verdad— pero no es el único. Otro gas de efecto invernadero es algo tan común como el vapor de agua, que es muy efectivo, al igual que el metano.

¿Por qué se centra la versión oficial solo en el CO₂? Pues porque hay muchos intereses en transmitir la idea de que hay que limitar las emisiones de CO₂ y que debemos llegar a una sociedad descarbonizada a un ritmo rápido, porque, además, todo esto se plantea como urgente según esa versión oficial. Eso puede ser muy peligroso, porque la sociedad puede quedar desprotegida en muchos aspectos.

El CO₂ no es malo. Y sí es cierto que, no solo en el Sáhara, sino en muchos lugares del mundo, hay ahora más vegetación. España, por ejemplo —según datos oficiales del Ministerio—, tiene más bosque que hace 30 años, y además, de mayor calidad. Esos son datos oficiales. Aparecen en el libro que publicamos hace unos años, y proceden de un informe oficial que demuestra que España tiene cada vez más superficie forestal y en mejor estado, a pesar de los incendios. Y esto es algo general en muchos lugares del mundo.

Por lo tanto, el CO₂ no tiene por qué ser perjudicial. De hecho, a lo largo de la historia del planeta, el nivel de CO₂ ha cambiado mucho, ha evolucionado. Ha habido períodos con mucho más CO₂ que ahora, y otros con menos, pero sobre todo, ha habido períodos con mucho más CO₂ sin influencia del ser humano. Por tanto, también hay factores naturales que influyen y afectan al porcentaje de CO₂ atmosférico.

Epoch Times: Ha mencionado usted el metano y precisamente una de los grandes problemas que se destacan en las políticas verdes es que la ganadería es uno de los mayores emisores de metano por la flatulencias del ganado. ¿Es esto realmente así? Es decir, ¿ese gas metano que emite la ganadería tiene realmente un volumen suficiente como para afectar al clima del planeta?

Sr. del Valle: Yo lo dudo. Es cierto que el metano es un gas muy activo como gas de efecto invernadero, pero el principal emisor de metano en el mundo no son las vacas. El principal emisor de metano en el mundo son las zonas húmedas, los lagos. En todas las zonas húmedas, en todos los lagos, en el fondo se produce lo que se llama una fermentación anaeróbica, es decir, una descomposición de materia orgánica sin oxígeno. Esa descomposición genera unas burbujitas —es muy fácil ir a una zona húmeda, a un área palustre, y ver pequeñas burbujas que salen del fondo—. Esas burbujas son metano.

Pues bien, los millones de hectáreas que hay en el mundo inundadas son las principales emisoras de metano. Cuando hablo de zonas inundadas o zonas húmedas, me refiero a lagos, lagunas y, por ejemplo, a los arrozales. En los arrozales se produce ese mismo efecto: tienen millones de hectáreas cubiertas de agua durante mucho tiempo, con mucha materia orgánica en el suelo, y eso genera emisiones de metano.

Entonces, esas zonas húmedas, incluyendo los arrozales, son las principales emisoras de metano. ¿Por qué se centra la atención en la ganadería? Parece que todo va encaminado a perjudicar al sector primario, tanto a la agricultura como a la ganadería. Sí es cierto que las vacas emiten metano, pero el porcentaje que representan respecto al total de emisiones de metano no creo que sea significativo. No tengo datos concretos, pero dudo mucho que lo sea.

Epoch Times:¿Y cuál es el efecto del metano en la atmósfera, para que sea tan peligroso?

Sr del Valle: Sí, el metano es un gas de efecto invernadero, por lo tanto hace lo mismo que el CO₂, pero con más intensidad, al igual que el vapor de agua. El vapor de agua también produce efecto invernadero, pero esto no es algo negativo si se mantiene en niveles moderados. De hecho, en el planeta hay vida gracias al efecto invernadero.

Lo que hace el efecto invernadero es que parte de la radiación que la Tierra refleja hacia el espacio quede retenida en la atmósfera, calentándola. Esto permite que la temperatura media de la baja atmósfera, donde vivimos, sea habitable. Sin ese efecto, durante el día haría un calor extremo y por la noche un frío intenso, de modo que ni unas temperaturas ni otras serían compatibles con la vida. Los gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera hacen que, durante la noche, la temperatura se mantenga dentro de valores asumibles y aceptables.

Si comparamos las temperaturas de una noche despejada, con poca humedad y sin nubes, será una noche mucho más fría que una con humedad y nubosidad, que será más templada y conservará mejor el calor. Esa diferencia se debe al efecto invernadero: es más intenso cuando hay nubes, menor cuando el cielo está despejado. Si el efecto invernadero desapareciera las temperaturas descenderían hasta muchos grados bajo cero. Lo que hace el efecto invernadero es suavizar las temperaturas, atenuarlas.

Se calcula que la temperatura media del planeta actualmente está en torno a los 14 ó 15 grados por encima de cero. Sin efecto invernadero, se estima que sería de unos 18 grados bajo cero. Es decir, no podría haber vida tal como la conocemos. Por eso, el efecto invernadero no es malo en sí mismo; lo sería si provocara un aumento descontrolado de la temperatura global, pero eso, hoy por hoy, no está ocurriendo.

Y también hay que señalar que ha habido periodos históricos en los que la temperatura del planeta ha sido tan alta como ahora, e incluso más elevada.

Epoch Times: Existen tecnologías para modificar el clima. China las está utilizando desde hace años. ¿Se utilizan también en España?

Se están utilizando, y la legislación española lo permite; no estamos hablando de nada conspirativo ni fuera de lo normal. Claro que se están utilizando: en muchos lugares del mundo se emplean técnicas para cambiar el clima. Hay en una página web auspiciada por Naciones Unidas en la que se habla de técnicas para alterar el clima.

Esto no es nuevo. Desde hace muchos años se investigan técnicas para modificar el clima. El ser humano siempre ha intentado adaptar el clima a sus necesidades, y ahora existen técnicas que permiten una capacidad limitada de modificación. Aún no podemos hacer un clima a nuestra medida, pero sí hay países que parecen contar con tecnologías muy avanzadas, entre ellos China. De hecho, hace poco —hace dos meses o quizá hace un año— China manifestó que, para el año 2030, la mitad de su territorio estaría sometido a programas de modificación climática.

Hablamos de una superficie enorme: cuatro millones y medio de kilómetros cuadrados. China tiene nueve millones de kilómetros cuadrados, por lo que someter la mitad del país a este tipo de programas es una cifra impresionante, según sus propias declaraciones.

No sabemos, insisto, cuál es la capacidad real para cambiar el clima, pero las técnicas, por supuesto, existen. De hecho, cuando se celebraron los Juegos Olímpicos de Pekín, China afirmó que había logrado evitar la lluvia durante las Olimpiadas de verano mediante técnicas de alteración climática. Es decir, hablamos de hechos reales y reconocidos oficialmente.

Epoch Times: El Gobierno ha anunciado que quiere modificar los límites del trasvase Tajo-Segura. Se afirma que es necesario limitar la cantidad de agua que se envía al Levante; y, por otro, los regantes de esa zona advierten de que esa medida supondría la ruina del sector. En este contexto que usted menciona, en el que no existe una situación de sequía generalizada, ¿es realmente necesario establecer esos límites al trasvase?

Sr. del Valle: No, no es necesario. En mi opinión, no es necesario. El trasvase ya tiene unos límites, que son los que establece su propia capacidad de transporte. Es decir, el trasvase tiene una capacidad fija que no se puede superar. Por lo tanto, esos límites ya existen.

Lo que pretende el Gobierno es reducir la cantidad de agua trasvasada al sureste de España. Además, hay otro límite añadido, que es el acuerdo internacional con Portugal. El Tajo es un río compartido, un río internacional que desemboca en Portugal, y con ese país existe un acuerdo —el Convenio de Albufeira— que obliga a España a garantizar un caudal mínimo hacia territorio portugués. Por tanto, el trasvase Tajo-Segura ya está claramente limitado por distintos factores.

No se trata de establecer límites, sino de reducir la cantidad de agua que llega al Levante. Y eso sería gravísimo para toda la agricultura del este y sureste de España. Sería muy perjudicial, porque regiones como Murcia, el sur de Alicante o buena parte de Almería —que es probablemente la zona agrícola más productiva de España— dependen directamente de ese trasvase. Su desarrollo se vería gravemente comprometido.

El año pasado estuve en Almería, y la cantidad de camiones que vi constantemente circulando por la Autovía del Mediterráneo rumbo a Europa, transportando enormes volúmenes de productos agrícolas, es impresionante. Esa actividad representa una fuente de ingresos de primer orden para la economía española, y se vería afectada de forma muy negativa.

Paralelamente, muchos agricultores también se oponen a la Ley de Restauración de la Naturaleza de la Unión Europea, que, según muchos —y creo que con razón—, supone un gran perjuicio para el campo español. Todo parece ir en la misma dirección: decisiones del Gobierno español y de la Unión Europea que coinciden en causar un daño considerable al sector agrícola.

Epoch Times: El presidente de Castilla-La Mancha, el señor García-Page, que representa el otro lado de este conflicto de intereses, ha recibido muy bien la medida ¿En qué se beneficiaría Castilla-La Mancha de que se limite la cantidad de agua trasvasada?

Sr. del Valle: En un trasvase siempre hay una cuenca cedente —en este caso, la cuenca del Tajo—, que es la perjudicada, por decirlo así, y una cuenca receptora, que es la cuenca del Segura y también parte de algunos ríos de Almería, siendo la cuenca del Segura la principal beneficiada.

Entonces, la comunidad de Castilla-La Mancha se vería beneficiada porque cedería menos agua, lo que permitiría que quedara más caudal en el Tajo y, por tanto, más agua disponible para atender las necesidades de la propia comunidad. En realidad, más que de la comunidad autónoma como tal, sería agua disponible para la cuenca del Tajo o incluso para la del Guadiana, ya que ahora mismo existe un trasvase desde el Tajo-Segura que deriva parte del caudal hacia la cuenca del Guadiana, concretamente hacia las Tablas de Daimiel, un parque nacional que está en Castilla-La Mancha.

Por tanto, ese sería el interés: disponer de más agua para usos locales. Sin embargo, el perjuicio para el sureste de España —Comunidad Valenciana, Región de Murcia y parte de Andalucía— sería gravísimo. No quiero ser malpensado, pero es un hecho que estas tres comunidades no están gobernadas por el mismo signo político que el Gobierno central, mientras que Castilla-La Mancha sí. No sé si es casualidad, pero esa es la realidad.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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