La soledad: cómo esta condición puede fortalecer o afectar la realidad de una persona

Por César Múnera
7 de octubre de 2025 16:48 Actualizado: 7 de octubre de 2025 17:12

Las dos caras de la soledad, esta condición humana que bien puede ser elegida o bien puede estar impuesta, tiene efectos directos en la salud, y cuando se incorpora a la rutina puede llegar a favorecer o perjudicar los hábitos de un individuo.

La salud del sistema inmune de una persona puede verse comprometida debido a la soledad, lo que la hace más vulnerable a padecer enfermedades.

«La soledad puede elevar los niveles de inflamación crónica, relacionada con enfermedades como la diabetes, la artritis y el Alzheimer», explicó a Epoch Times España Miguel Ángel Rizaldos, especialista en psicología clínica.

También agregó que la soledad «puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Reduce la esperanza de vida, lo cual es comparable al impacto negativo del consumo de tabaco o la obesidad».

El psicólogo clínico señaló que cuando una persona siente miedo al rechazo social, la soledad y el aislamiento pueden consolidarse como patrones de conducta. Al mismo tiempo, se puede producir un deterioro en las habilidades sociales. «Al no practicar la interacción, se pierde fluidez en la comunicación y empatía», dijo.

La falta de interacciones interpersonales también puede hacer que una persona experimente cambios en su estado de ánimo. Esta alteración emocional puede manifestarse a través de síntomas como la tristeza, la ansiedad, la apatía o la desmotivación, según Rizaldos.


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El aislamiento puede llevar a que una persona adopte un carácter hostil o desconfiado como mecanismo de protección. En casos crónicos, puede causar depresión o fobia social. La soledad puede ser un indicador social que refleja un malestar latente, como el fenómeno conocido como Hikkomori.

«El fenómeno Hikikomori es un término japonés que describe a personas —principalmente jóvenes— que se aíslan socialmente de manera extrema, permaneciendo en sus habitaciones durante meses o incluso años, sin contacto directo con el mundo exterior», explicó el experto en psicología clínica.

Un informe reciente de la Organización Mundial de la salud, señala que una de cada seis personas en el mundo sufre por soledad. El documento revela que la soledad y el aislamiento están relacionados con la muerte de 100 personas por hora, es decir, más de 871 000 muertes al año.

Además, la soledad puede acelerar el declive mental, una condición similar a la demencia, en la que hay un aumento en la pérdida de funciones cognitivas como la memoria, la atención y el razonamiento.

El informe publicado en junio por la OMS indica: «Nuestra capacidad para prosperar, tanto como individuos como naciones, depende de nuestra habilidad para conectar con los demás».

Sin embargo, la soledad y la desconexión social son cada vez más comunes, lo que afecta a nuestras sociedades y a nuestro bienestar personal.

La doctora Sulagna Misra, internista y médica integrativa, ha observado que, desde la aparición de la COVID-19, muchos pacientes han perdido sus vínculos sociales y han comenzado a experimentar problemas de salud en cadena, desde inflamación y problemas intestinales hasta problemas de memoria.

La falta de vínculos sociales puede ser tan perjudicial como fumar 15 cigarrillos al día, y la soledad por sí sola es responsable de alrededor de 871 000 muertes al año.

Las malas relaciones sociales aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardíacas en un 29 % y de sufrir un accidente cerebrovascular en un 32 %, además de provocar un aumento del 36 % en el riesgo de hipertensión arterial crónica. Las malas relaciones incluso influyen en el desarrollo de la diabetes tipo 2 y sus complicaciones.

El cerebro no se ve menos afectado. Las capacidades cognitivas disminuyen un 20 % más rápido en las personas que se sienten solas.

Estos efectos están impulsados por vías biológicas claras. La desconexión social influye en el sistema inmunológico, la microbiota intestinal, el sistema neuroendocrino y el sistema cardiovascular. La falta de conexión también aumenta la inflamación, lo que ralentiza la cicatrización de las heridas y favorece las enfermedades crónicas.

«La desconexión social a menudo se pasa por alto como factor determinante de la mala salud», señaló Misra a The Epoch Times.

«He visto cómo se desarrolla esto en mi trabajo, sobre todo en los últimos tiempos. Antes veía estos efectos semanalmente, ahora los veo a diario».

«El aislamiento también aumenta la probabilidad de que se produzcan hábitos poco saludables, como fumar, tener una mala alimentación o llevar una vida inactiva», explicó a The Epoch Times Alana Officer, que supervisa la Comisión de Conexión Social de la OMS.

Sin embargo la soledad también tiene otra cara, una que puede servir como herramienta para que una persona adquiera confianza y aprenda a gestionar las dificultades personales y los problemas que surgen cada día.

«En la juventud es un arma de doble filo: si se experimenta como exclusión social, puede tener un impacto negativo en la autoestima y la regulación emocional, provocando sentimientos de inseguridad o vacío», explica Sara Navarrete, psicóloga y directora de los Centros de Psicología Clínica y de la Salud de Valencia y Barcelona. «Sin embargo, también puede fomentar el fortalecimiento del carácter, ya que un joven que aprende a estar solo consigo mismo no necesita depender de la validación externa».

«En la adultez, la soledad como resultado de una pérdida afectiva no elaborada puede volverse una condición crónica y causar síntomas depresivos y un deterioro de la salud emocional». 

«Pero cuando una persona adulta opta por aceptar la soledad como un estilo de vida, también puede ser un espacio de renovación, descanso emocional y reflexión vital», según Navarrete.

Cuando la soledad es una elección personal y se vive de manera consciente, se puede convertir en un espacio fértil para el autoconocimiento.

Navarrete afirma que la soledad «permite detener el ruido externo y escuchar el diálogo interno, reconocer nuestras verdaderas necesidades, emociones y deseos».

Para Navarrete, puede ser un recurso útil, ya que sirve como un laboratorio del alma en el que el individuo puede tener un encuentro consigo mismo, lo que le permite llevar a cabo un trabajo interior en un acto de reconciliación con su propia historia.

«La soledad puede funcionar como un mentor silencioso que confronta, enseña y transforma. Al no tener distracciones externas, emergen con más claridad los patrones de pensamiento y conducta que suelen pasar inadvertidos en la vida cotidiana. En ese espacio de quietud se hace posible observar el dolor, reconocerlo y aprender de él», explicó la psicóloga clínica.

Buscar el contacto con otras personas cuando uno se siente solo también puede ser útil: hablar con un amigo, un familiar, un profesional sanitario o un terapeuta. Al interactuar con otras personas puede ser útil preguntarse: «¿Cómo puedo tratar a los demás con respeto? ¿Cómo podría la amabilidad cambiar esta situación?».

Otra cosa que hay que tener en cuenta cuando se quiere revertir la soledad es la relación con uno mismo, explicó a The Epoch Times Stephen Sideroff, profesor asociado del Departamento de Psiquiatría y Ciencias Bioconductuales de la UCLA y experto en resiliencia.

«Examina si tus juicios personales o expectativas negativas están influyendo en tu desconexión».

«Reparar los juicios personales y las expectativas negativas es lo más importante y fundamental en tu vida», afirmó.

«Haberse perdido la capacidad de quererse a uno mismo es una parte importante de sentirse lo suficientemente seguro como para entablar relaciones con otras personas».


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Misra sugiere algunas estrategias sencillas para individuos que se sienten desconectados o solos:

«Busca apoyo si te sientes solo. Si no pides, no recibirás. Planta la semilla. Puede que crezca o puede que no, pero si lo hace, puede cambiarte la vida».

Es importante empezar poco a poco e ir acercándose a los demás de una forma segura. Elegir espacios seguros y tranquilos como las áreas públicas donde hay naturaleza, los proyectos de voluntariado o los grupos donde se comparten aficiones, son un medio para empezar a trabajar en una interacción no forzada.

Cada persona tiene una percepción distinta de la seguridad. Si no sabes lo que significa para ti, trabaja con alguien para definirla. Por ejemplo, elige espacios de bajo riesgo, como mercados de agricultores, proyectos de voluntariado, grupos de aficiones comunes o lugares donde la interacción es natural, no forzada.

Información con contenido de The Epoch Times edición Estados Unidos.

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