OPINIÓN
Entre 1983 y 1984, tres jóvenes españoles comienzan a trabajar en la recién creada televisión autonómica de Cataluña, TV3: Jaume Roures, de 34 años; Gerard Romy, de 24; y Tatxo Benet, de 27.
Jaume Roures tiene una trayectoria política vinculada al antifranquismo y a la ultraizquierda. Él mismo se considera un trotskista de manual, llegando a militar en la IV Internacional. Durante el franquismo se afilió a varias organizaciones clandestinas de extrema izquierda, como el Frente Obrero de Cataluña (FOC) o la Liga Comunista Revolucionaria (LCR, de ideología trotskista), llegando incluso a pasar tiempo en prisión por sus posiciones contra la dictadura de Francisco Franco.
Cuando triunfa la Revolución Sandinista en 1979, Roures viaja a Nicaragua para colaborar con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Como internacionalista, trabajó en varias producciones audiovisuales ligadas al sandinismo. En 1984, ya en la joven democracia española, un Jaume Roures autodidacta —enrolado en el trotskismo desde los 17 años— se convierte en jefe de Noticias y Producciones Deportivas de TV3. Su vinculación con el partido de ultraizquierda Podemos es bien conocida, al igual que su apoyo al movimiento separatista catalán, no tanto por ser independentista, sino por el principio comunista de respeto a la supuesta autodeterminación de los pueblos, un principio que ni en la URSS ni en China fue respetado.
Mientras Gerard Romy estudiaba Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona, empezó a trabajar en la recién creada TV3, vinculado al apartado de deportes y al área técnica. Según su perfil en LinkedIn, llegó a ser productor de informativos y, posteriormente, director de producción en Edit Media TV, hasta convertirse en director de la cadena Antena 3. No ha tenido afiliaciones políticas conocidas y siempre ha mantenido un perfil técnico y comercial. En 2020, un tribunal de Estados Unidos lo acusó de fraude, blanqueo de capitales y pertenencia a organización criminal, en el marco de una investigación sobre una trama de sobornos vinculada a los derechos televisivos (conocida como «FIFA Gate»), bajo la ley RICO. Actualmente se desconoce su paradero y se encuentra en búsqueda y captura.
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Tatxo Benet estudió Derecho y Periodismo en las universidades de Lérida y Barcelona, aunque no concluyó dichas formaciones. En 1984 se convierte en redactor jefe de Deportes en TV3. Benet sí ha tenido una clara vinculación con el separatismo catalán. A lo largo de su trayectoria fundó el Museo del Arte Prohibido, donde expone obras que él considera censuradas o polémicas. Una de esas obras, parte de su colección privada pero no expuesta en el museo, es «Presos políticos en la España contemporánea», de Santiago Sierra, que generó gran polémica en la feria ARCO de 2018, de la que fue retirada. Conviene recordar que en España no existen presos políticos desde la Ley de Amnistía de 1977.
En 1984 coinciden en TV3 y, diez años después, en 1994, fundan Mediapro.
Estos tres jóvenes idealistas, desde posiciones muy distintas, descubrieron que existían nichos empresariales en el mundo audiovisual que podían explotar. Así, un trotskista, un separatista y un técnico pragmático fundaron en 1994 la que pronto sería la empresa audiovisual más potente de España: Mediapro. Con sede en la avenida Diagonal 177 de Barcelona —y no en Madrid—, según uno de sus creadores, no aceptaron las supuestas presiones para establecerla en la capital del Reino. No obstante, conviene recordar que no fueron las empresas catalanas las que recibieron presiones, sino que muchas trasladaron sus sedes fuera de Cataluña por la incertidumbre y el miedo generados por la clase política catalana durante la intentona secesionista de 2017.
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Jaume Roures se convierte en CEO y socio gestor, máximo responsable operativo y estratégico del grupo. Gerard Romy, en número dos, asume la dirección técnica y la gestión de operaciones y derechos deportivos, como mano derecha de Roures. Tatxo Benet ocupa la copresidencia compartida, con una fuerte responsabilidad, aunque subordinada al CEO. Romy representaba la parte empresarial y pragmática del trío.
En pocos años, Mediapro acumuló un importante palmarés: 2 Óscar, 2 Globos de Oro, 2 Emmy, 34 Goya y 9 Premios Platino. Produce cerca del 38 % de los programas y series españolas, en colaboración con gigantes como HBO, Netflix, FOX, Sky o Mediaset. Ha estado detrás de éxitos como Los Serrano, El Internado, Vis a Vis, Águila Roja o The New Pope, y de documentales de fuerte carga política como Comandante (sobre Fidel Castro), Allende, 23F: Desde dentro o 1-O. Además, gestiona canales propios como GOL PLAY y FOX Sports, administra cadenas internacionales como France 24, controla derechos de fútbol en España y a nivel global, y produce cine. Con más de 7000 empleados, 50 sedes en todo el mundo, 12 000 horas de programación y 300 títulos distribuidos en 145 países, Mediapro se convirtió en un emporio mediático capaz de competir con los grandes conglomerados internacionales.
La impronta ideológica de sus creadores se percibe en documentales, programas y series con un claro sesgo de izquierdas y globalista. Entre sus colaboradores figuran actores, presentadores y directores de renombre como Oliver Stone, Javier Bardem o El Gran Wyoming. Aunque gran parte de su actividad se centra en el entretenimiento, basta revisar su parrilla para encontrar numerosos mensajes alineados con lo que denominan «progresismo». Así, la influencia de Mediapro trasciende el ocio: se ha convertido en un agente político de gran calado, capaz de moldear silenciosamente la narrativa y la opinión pública en España, Hispanoamérica y más allá.
En 2018, la empresa que había convertido a tres jóvenes catalanes en figuras influyentes a nivel global se vio envuelta en el escándalo del «FIFA Gate». Fue sancionada por participar en sobornos a dirigentes del fútbol para asegurarse derechos televisivos. Aunque la entidad pagó una multa de entre 20 y 24 millones de euros, Gerard Romy —entonces titular del 12,2 % de las acciones— fue uno de los principales implicados.
En medio de esa crisis aterrizó en Mediapro el fondo privado chino Orient Hontai Capital, fundado en septiembre de 2014 en Pekín, con el mandato estratégico de ocupar el mayor número posible de espacios en el mercado internacional. Orient Hontai opera como fondo de private equity —lo que desde sectores de la izquierda radical se denomina «fondo buitre»— y tiene su sede en el distrito tecnológico de Haidian en Pekín, epicentro de inversiones estratégicas coordinadas con el Partido Comunista de China.
La estrategia del fondo consiste en adquirir activos estratégicos en momentos de crisis para obtener ventajas financieras. En 2016 compró una participación mayoritaria en AppLovin, firma tecnológica de publicidad móvil en Palo Alto, por aproximadamente 1400 millones de dólares. Tras adquirir el 12 % de las acciones de Benet y otras participaciones adicionales, el capital chino se hizo con el 53 % de Imagina [fusión de Mediapro y Globomedia].
En China no existe la propiedad privada en el sentido occidental. El artículo 6 de su Constitución establece que «los medios de producción son de propiedad pública socialista». Por tanto, toda empresa china, incluso las denominadas «privadas», responde en última instancia al Partido Comunista Chino (PCCh). Así, cuando Orient Hontai Capital adquiere activos estratégicos en el extranjero, no lo hace solo por rentabilidad, sino como parte de la estrategia global de Pekín.
Roures y Benet declararon que aquello significaba «el acceso a un mercado emergente como China, de la mano de un socio tan importante». Sin embargo, el mercado chino no es comparable al francés o al estadounidense, pues carece de libre competencia y propiedad privada, y la población está sometida al partido único. Ideas como las que Roures y Benet profesaron en España nunca habrían tenido cabida en la China maoísta, donde toda corriente ajena al maoísmo fue perseguida, y donde aún hoy se mantienen bajo control territorios como el Tíbet, reprimiendo a quienes defienden posturas separatistas.
Finalmente, el 27 de octubre de 2023, tras 30 años, el fundador de Mediapro Jaume Roures fue apartado de la dirección. En 2025, el círculo queda cerrado: del trío fundador solo permanece Tatxo Benet, convertido en el único directivo de referencia. Sin embargo, su liderazgo se ejerce bajo la tutela del capital chino, que controla más del 80 % de la compañía a través del conglomerado Southwind Media, matriz del fondo Orient Hontai Capital.
No hay olvidar que, incluso antes de la entrada del capital chino, la huella ideológica de Mediapro ya había preparado parte del terreno: documentales apologéticos de líderes comunistas, narrativas antioccidentales y un sesgo mediático alineado con la izquierda radical. Pekín no solo compró un emporio audiovisual en horas bajas, sino una estructura ideológica lista para ponerse al servicio de su estrategia global.
Mediapro, nacida como una historia de éxito empresarial en la Barcelona de los noventa, se ha convertido en un satélite de la propaganda global china. Lo que en su día se presentó como el triunfo de la creatividad y el talento de tres jóvenes es hoy la evidencia de cómo un proyecto con impronta ideológica de izquierdas se transformó en trampolín de los intereses de una potencia comunista extranjera. Del sueño español de Roures, Romy y Benet al sueño comunista chino de Pekín: así se consuma la metamorfosis de la mayor productora audiovisual de España.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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