La decisión del presidente Donald Trump de permitir a los afrikaners blancos solicitar asilo en Estados Unidos para escapar de la «discriminación racial patrocinada por el Estado, la retórica del odio» y la «violencia desproporcionada» en Sudáfrica no ha sido bien recibida por todos. El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, los ha calificado de «cobardes», según informa la BBC.
El 22 de mayo, durante una reunión con Ramaphosa en el Despacho Oval, Trump presentó lo que calificó como pruebas de la situación, mostrando impresiones de artículos de prensa y vídeos de extremistas sudafricanos incitando al asesinato de agricultores blancos. Además, el presidente reiteró la acusación de que el Gobierno sudafricano está confiscando tierras de propiedad de blancos. Cuando Ramaphosa lo negó, Trump insistió: «Ustedes permiten que se queden con las tierras y, luego, cuando se las quitan, matan al granjero blanco, y cuando matan al granjero blanco, no pasa nada. Les están quitando la tierra a las personas y, en muchos casos, estas personas son ejecutadas».
El presidente subrayó que en Sudáfrica se está produciendo un genocidio, sobre todo de agricultores blancos. «Que sean blancos o negros no me importa», declaró Trump. «Pero los agricultores blancos están siendo brutalmente asesinados y sus tierras confiscadas en Sudáfrica».

El Departamento de Estado de EE. UU. ha declarado que seguirá acogiendo a los afrikaners que sean «víctimas de discriminación racial injusta» y que puedan «expresar una experiencia pasada de persecución o el temor a futuras persecuciones».
El ministro de Asuntos Exteriores sudafricano, Ronald Lamola, dijo que Trump y su administración están «completamente equivocados» al ofrecer asilo a los afrikaners. «¿Quién puede aportar pruebas de una persecución específica de una raza en Sudáfrica?», preguntó. «No hay pruebas. No existe ningún tipo de persecución o discriminación contra los blancos en Sudáfrica».
Sin embargo, una fuente vinculada a la embajada estadounidense en Johannesburgo ha informado de que muchas de las 8000 solicitudes de asilo de afrikaners examinadas hasta ahora hablan de «crímenes horribles» cometidos contra ellos o sus familiares cercanos. «Ellos creen que estos crímenes se cometieron porque son blancos», informó la fuente. «Estos crímenes han sido documentados por la policía sudafricana y, en muchos casos, nunca se ha encontrado a los responsables. Estas personas no consiguen obtener información sobre el curso de sus denuncias. Parece que no se han llevado a cabo investigaciones».
El 13 de mayo, el primer grupo de 59 afrikaners fue recibido en Washington por el viceministro de Asuntos Exteriores estadounidense, Christopher Landau, y el viceministro del Interior, Troy Edgar. «El viceministro y yo acabamos de hablar con algunas de las personas que han llegado en este vuelo, y cuentan historias realmente desgarradoras sobre la violencia que han sufrido en Sudáfrica, una violencia que ha quedado impune debido a una aplicación injusta de la ley».

El viceministro de Asuntos Exteriores añadió que «un buen número» de los solicitantes de asilo llegados a Estados Unidos eran agricultores que cultivaban la misma tierra desde hacía generaciones y que «ahora se ven amenazados, no solo con la expropiación, sino también con la violencia. Muchos de ellos han sufrido invasiones en sus casas y granjas, y es evidente que existe un claro desinterés por parte del Gobierno».
En enero, Ramaphosa firmó una ley de expropiación que otorga a su Gobierno la facultad de confiscar propiedades privadas, incluidas granjas, sin indemnizar a los propietarios. Pretoria ha precisado que la cláusula de «indemnización cero» solo se aplicará cuando sea «justa y de interés público».
Por el momento, «no hay una confiscación de granjas patrocinada por el Estado», afirmó Jaco Minnaar, presidente de AgriSA, la mayor asociación agrícola de Sudáfrica, sin embargo, confirmó que las granjas propiedad de blancos son «invadidas con frecuencia», a menudo por instigación de «políticos locales y organizaciones extremistas» y «en muchos casos, la policía tarda en intervenir, o no lo hace en absoluto», legitimando de hecho las ocupaciones ilegales.
Según la agencia de noticias sudafricana Ground Up, varios tribunales han determinado que muchas organizaciones criminales están organizando «apropiaciones de tierras», a menudo contra propietarios blancos.
Bennie van Zyl, líder de la Unión Agrícola de Transvaal, que representa a miles de agricultores afrikaners, confirma los brutales asesinatos de agricultores blancos y sus familias, pero considera que «aún no se puede definir como genocidio blanco» y que no hay «pruebas de que el Gobierno esté implicado».
Según Guy Lamb, criminólogo de la Universidad de Stellenbosch, no hay nada «normal» en la delincuencia en Sudáfrica, pero el color de la piel no tiene nada que ver: «El país tiene una de las tasas de homicidios y violaciones más altas del mundo. Existe la sensación de que los sudafricanos de todas las razas están siendo asediados por los delincuentes y que el Estado es incapaz de protegerlos. Por lo tanto, no es nada sorprendente que los afrikaners cuenten al Gobierno estadounidense historias horribles sobre los delitos. La mayoría de los sudafricanos tienen historias similares que contar».
Aislada en las zonas rurales, la población blanca de agricultores es un blanco fácil: «No son atacados por ser blancos, sino porque se supone que tienen dinero y armas de fuego», añadió Lamb.
Max du Preez, veterano periodista sudafricano, describe Sudáfrica como «un país en guerra consigo mismo».
«No somos Ucrania, donde se bombardean las ciudades, pero vivimos en un país donde muchos hombres consideran la violación un deporte» y «donde los asesinatos son el pan de cada día y muy pocos son castigados. La delincuencia es rampante», dijo du Preez.
Las cifras lo confirman: según las últimas estadísticas gubernamentales, Sudáfrica registró 5727 asesinatos entre enero y marzo. En el mismo período, se denunciaron 10 688 violaciones. La tasa oficial de desempleo del país es de casi el 33 %, y si se incluye a quienes han dejado de buscar trabajo, supera el 43 %.
Los testimonios hablan de millones de personas negras, especialmente jóvenes desempleados, sin nada que hacer en todo el día. Personas que no hacen más que acumular cada vez más odio. El riesgo de una revolución racial en Sudáfrica es real. Reina el miedo a una revuelta negra que provoque masacres de blancos similares al genocidio de Ruanda, los blancos viven con el terror de que los negros se venguen del apartheid (discriminación racial). Diversas formaciones de izquierda y extremistas de todo tipo desean precisamente eso, y hay quienes piden explícita y públicamente que se mate a los blancos.

Julius Malema, líder de los Luchadores por la Libertad Económica —el cuarto partido político más grande de Sudáfrica— canta a menudo una canción titulada «Mata al granjero», y ha dicho que se avecina una «revolución» de negros pobres para expulsar a los blancos de Sudáfrica. Malema habla de «una guerra entre la supremacía blanca y la conciencia negra» y de «guerra permanente con los supremacistas blancos», según la Comisión de Derechos Humanos de Sudáfrica. Sin embargo, ha absuelto en varias ocasiones a Malema de la acusación de incitación al odio.
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Italia con el título «Sudafrica, il genocidio che “non c’è”»
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en España y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.