El ocaso de las lenguas regionales de España

Por Sayde Chaling-Chong García
27 de agosto de 2025 07:38 Actualizado: 28 de agosto de 2025 06:42

El artículo 3.3 de la Constitución española es claro: «La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección»

Sin embargo, lo que debía ser un elemento cultural y comunicativo ha terminado, en algunas regiones, convertido en un instrumento identitario. Por eso conviene subrayar la diferencia entre identidad e identitarismo, porque no son lo mismo.

Identidad e identitarismo: una línea fina

La identidad se define como «el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás». Ejemplo: un español de Cataluña y un español de Andalucía tienen rasgos propios —acento, gastronomía, bailes regionales o formas de ser más o menos abiertas—. Diferencias que, lejos de dividir, se complementan como piezas de un rompecabezas común.

El identitarismo, en cambio, se entiende como «un movimiento basado en el nacionalismo étnico», es decir, la idea de que una «nación» se define en términos de etnia. Cuando las diferencias naturales de la identidad se transforman en supremacía genética, cultural o intelectual, surgen tensiones que la historia ha mostrado una y otra vez: apartheid, KKK, comunismo o fascismo.


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Estos casos ilustran cómo el identitarismo puede manifestarse en su forma más radical, algo que en España no se ha visto de manera estructural desde el final de la dictadura franquista. Sin embargo, en la actualidad persisten episodios aislados que reproducen esa misma lógica excluyente. Uno de los más mediáticos ocurrió recientemente en una heladería del barrio de Gracia, en Barcelona: el dependiente no conocía la palabra catalana «maduxa» (fresa), lo que desató un ataque desproporcionado contra el negocio. En este caso concreto, la polémica llegó a los medios de comunicación; sin embargo, muchos otros establecimientos o ciudadanos que sufren episodios similares quedan sepultados por el silencio mediático, mientras grupos identitarios dinamitan la convivencia.

De ahí que resulte tan difícil separar patriotismo de nacionalismo: la línea se difumina, y lo que debería ser sano, y hasta enriquecedor,  acaba contaminado.

Lenguas regionales: convivencia y manipulación

Las lenguas regionales de España han convivido históricamente con el español. El peligro actual no es su desaparición por falta de riqueza, sino su manipulación política, que en vez de fortalecerlas provoca rechazo y desuso.

El caso del euskera

En conversación con la diputada autonómica Muriel Larrea conocí de primera mano la situación real del euskera. Los datos muestran una fuerte disparidad territorial:

– Guipúzcoa: el 60% de la población conoce el euskera, pero solo el 40 % lo usa en casa. En los pueblos pequeños, el uso es común; en San Sebastián, ciudad de más de 180 000 habitantes, cae a menos del 20 %, y en algunos barrios apenas llega al 10 %.

– Vizcaya: el 70 % dice tener competencias en euskera, pero su uso cotidiano no supera el 8 %.

– Álava: la mitad de la población conoce la lengua, pero solo un 2 % la utiliza diariamente.

Estos datos corresponden al 6º Mapa Sociolingüístico elaborado por el Departamento de Cultura y Política Lingüística del Gobierno Vasco en 2016, pero publicado en diciembre de 2020, en plena pandemia del virus del PCCh. Un detalle que invita a pensar que se presentaron con cierta «premeditación y alevosía política», aprovechando que la atención social miraba hacia otro lado. Lo más preocupante es que en 2025 esos datos siguen sin actualizarse. Casi una década sin nuevos informes en un asunto tan sensible es, como mínimo, un síntoma de que la situación es mucho más compleja de lo que se reconoce. Las estadísticas publicadas por gobiernos regionales con sesgo identitario no reflejan la realidad social, sino que sirven de «santo grial» propagandístico para justificar la imposición lingüística y la supuesta vitalidad del idioma.

Un ejemplo claro lo encontramos en la formación subvencionada para obtener el carné de conducir en euskera: apenas un 2 % de los estudiantes en toda la región optan por esta modalidad, según cifras de 2020.

Mientras tanto, el Gobierno de Pedro Sánchez sigue destinando fondos a iniciativas como el «Circo Vasco» —del que se desconoce su éxito real—, un reflejo de las prioridades distorsionadas en las políticas culturales y lingüísticas.

El consumo de medios en euskera evidencia una desconexión profunda entre la inversión institucional y la demanda real. La televisión pública vasca (EITB), con tres canales en euskera y más de 100 millones de euros anuales, apenas supera el 1% de audiencia en su canal infantil, mientras que la radio y la prensa escrita —como el diario Berria— sobreviven gracias a subvenciones y tienen un alcance muy limitado. En el ámbito digital, el euskera queda relegado frente al español y al inglés, especialmente entre los jóvenes. Lejos de revitalizar la lengua, estas políticas han generado estructuras costosas con escasa repercusión social.

El caso del catalán

A diferencia del euskera, el catalán presenta una situación más extendida en cuanto a comprensión, pero con una brecha significativa entre entenderlo y usarlo habitualmente:

– Comprensión del catalán: El 94,4 % de los residentes en Cataluña entienden el catalán, lo que lo convierte en una lengua ampliamente conocida.

– Uso habitual: Solo el 36,3 % lo utiliza como lengua principal en su día a día. El español sigue siendo la lengua más usada (48,6 %), incluso entre quienes entienden perfectamente el catalán.

– Lengua inicial (aprendida en casa): El 52,7 % de los catalanes tienen el español como lengua inicial, frente al 31,5 % que aprendieron catalán como primera lengua.

– Lengua de identificación: Aunque el 41,3 % se identifica con el catalán, el 46 % lo hace con el español, y un 7,8 % con ambas.

– Competencia escrita: Solo el 61,8 % de los mayores de 15 años afirman escribir correctamente en catalán, a pesar de que el sistema educativo lo utiliza como lengua vehicular en todos los niveles.

Destaca la misma cuestión que en el país vasco: En Barcelona, el catalán es entendido por más del 90 % de la población, pero el uso habitual ronda el 35 %. En Gerona, el uso habitual sube al 50 %, reflejando un entorno más catalanoparlante. Lérida y Tarragona muestran patrones mixtos, con mayor presencia del catalán en zonas rurales y más español en núcleos urbanos.

El consumo de medios en catalán muestra una realidad contradictoria. TV3, el gran buque insignia, lidera las audiencias en Cataluña por decimoquinto año consecutivo con un 13,7 %, superando incluso a cadenas nacionales como Antena 3 o La 1. Sin embargo, una corporación que dispone de 335,5 millones de euros al año, en sus canales temáticos apenas superan el 1% de cuota, lo que evidencia una dependencia absoluta de un único referente.

En prensa digital, cabeceras como El Nacional o El Món logran millones de visitas mensuales, pero en redes sociales y plataformas digitales el español es claramente dominante. Todo esto pese a que el sector audiovisual catalán absorbe un 3 % del PIB regional en gran medida gracias a la inversión pública. La conclusión es clara: más que por una elección ciudadana espontánea, el catalán en los medios se sostiene por una poderosa estructura institucional.

El caso del gallego

El gallego atraviesa una situación preocupante, especialmente entre los más jóvenes. Aunque el 86 % de la población sabe escribirlo —el porcentaje más alto registrado—, solo el 46,23 % lo usa habitualmente, y entre los niños de 5 a 14 años ese uso cae al 16,19 %, frente al 43,33 % que lo hablaba en 2003. Este desplome generacional se agrava con el aumento del monolingüismo en español (30 %) y la llegada de más de 125 000 personas en los últimos cinco años que no hablan gallego.

En cuanto a los medios de comunicación, el panorama es igualmente desalentador: la televisión pública gallega (CRTVG) mantiene una presencia institucional, con unos 135 millones de euros de presupuesto anual, pero su penetración real es limitada. Según el Informe EGM Galicia 2023, la televisión convencional representa el 79,4 % del consumo, pero no se especifica cuántos espectadores eligen contenidos en gallego. Además, el sector audiovisual gallego, aunque activo, se enfrenta a la fragmentación digital y a la preferencia por plataformas en español o inglés.

Está claro que las lenguas regionales españolas están viviendo un periodo crítico. Ni siquiera en la época en que fueron totalmente excluidas de la educación y las instituciones se habían visto estos números. Todo esto se debe a que estas lenguas se han convertido en elementos identitarios para justificar la creación de naciones imaginarias, distorsionar la historia y alimentar entelequias imperialistas como los «Países Catalanes» o «Euskal Herria», todas estas ideas representa una auto negación de lo que somos, y es la razón principal del rechazo social.

A pesar de que las regiones son técnicamente bilingües, en la práctica la formación disponible suele estar exclusivamente en la modalidad lingüística regional, relegando al español a un segundo plano. Las lenguas regionales están viviendo un verdadero ocaso. Su único soporte vital es una suerte de «sonda con dinero público»; de no existir, muchos ya habrían cerrado por falta de demanda real. Es lamentable que la riqueza cultural de España se vea mermada por el total irrespeto de un grupo importante de políticos, que ignoran el marco constitucional de convivencia. Quizá, en algunos años, tengamos que salir a las calles a protestar para reclamarle a la clase política por su mala gestión del patrimonio cultural de muchas regiones de España.

El español, lejos de ser una amenaza, sigue siendo el puente lingüístico que conecta a todas las comunidades de España. Es la lengua materna de casi 600 millones de hispanohablantes en el mundo, y su fuerza global lo convierte en un vehículo de comunicación, cultura y economía a escala internacional. Parte del ocaso de las lenguas regionales también responde a la influencia natural —y a veces involuntaria— que ejercen los países hispanos, cuya producción cultural, mediática y digital refuerza el uso del español como idioma dominante. No es una imposición, sino una consecuencia de su peso demográfico y simbólico.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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