Venezuela en el umbral: un informe confidencial advierte de un quiebre en el poder militar del régimen

Por Maibort Petit
19 de noviembre de 2025 16:45 Actualizado: 21 de noviembre de 2025 15:44

En un documento marcado como «Confidential – Strategic Intelligence Assessment», elaborado por una unidad de análisis que asesora a agencias de seguridad del hemisferio, Venezuela aparece descrita como un territorio en «fase final de erosión interna», donde la estructura de poder que sostiene al régimen de Nicolás Maduro muestra «fisuras crecientes, aceleradas por presión internacional, descontento militar y mutación criminal del Estado».

El informe, compartido a este medio por una fuente con conocimiento directo de su elaboración, concluye que la crisis venezolana ya no puede entenderse únicamente como un colapso económico o un conflicto político prolongado. Se trata de un proceso de implosión sistémica, donde confluyen tres fuerzas críticas: la pérdida de cohesión militar, la penetración de economías ilícitas en el aparato estatal y una estrategia de presión externa que combina acciones cinéticas puntuales con operaciones psicológicas dirigidas.

La evaluación describe a Venezuela como «un laboratorio de guerra híbrida», donde distintos actores —estatales, criminales y extranjeros— compiten por el control del territorio, de las rutas y del futuro inmediato del país.

La fractura silenciosa en la Fuerza Armada: «el punto de quiebre ya llegó»

Según el documento, el centro de gravedad del régimen no es Miraflores ni PDVSA, sino la estructura de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Durante dos décadas, el chavismo trabajó meticulosamente para fusionar la jerarquía militar con redes económicas y lealtades ideológicas. Pero ese modelo —señala el informe— «se encuentra irreversiblemente deteriorado».

La fractura no ocurre en la cúpula, blindada por privilegios, sanciones internacionales y la amenaza de procesos judiciales. Ocurre en los rangos medios: coroneles, tenientes coroneles, mayores y capitanes, encargados de sostener operativamente el poder militar.

El análisis asegura que estos oficiales «están exhaustos, moralmente erosionados y atrapados entre la obediencia forzada y la sobrevivencia personal». Muchos, dice, observan con claridad que son ellos quienes cargan con la responsabilidad de la represión interna, mientras la élite político-militar disfruta de lujos y protección.


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Una frase del documento sintetiza la gravedad:

«El régimen aún controla la cúpula, pero perdió el alma de la institución».

El informe también destaca un fenómeno poco visible: el abandono silencioso. Decenas de oficiales están solicitando retiros anticipados, buscando traslados o «enfermando» administrativamente para evitar ser movilizados frente a protestas o zonas de conflicto.

«No se niegan abiertamente, porque eso cuesta cárcel. Pero no obedecen con convicción», afirma la fuente que entregó el documento. «Y cuando un régimen depende de la coerción constante, la falta de convicción es una grieta mortal».

El Estado paralelo: oro, rutas y actores externos

La segunda columna del informe detalla la consolidación de un ecosistema criminal binacional/regional que opera con la anuencia o participación directa de segmentos del Estado venezolano. El documento lo denomina «arquitectura híbrida de control y financiamiento», una estructura donde convergen: jefes militares con acceso a minas del Arco Minero, facciones del ELN, grupos residuales de las FARC, redes vinculadas a Hezbollah y operadores iraníes, mafias locales surgidas de la desinstitucionalización.

El informe afirma que el Estado venezolano «ha tercerizado zonas completas del territorio», permitiendo que estos grupos administren recursos, impongan normativas, cobren impuestos e incluso controlen poblaciones enteras.

Uno de los pasajes más duros señala: «En gran parte de Venezuela, el régimen no gobierna: cogobierna con actores criminales nacionales y extranjero».

Esto no solo debilita la legitimidad del gobierno, sino que multiplica los centros de poder y complica cualquier proceso de transición.

Estados Unidos: disuasión muscular y guerra cognitiva

El documento revela elementos hasta ahora poco debatidos públicamente sobre la actual estrategia estadounidense.

Si bien la llegada del USS Gerald R. Ford al área de responsabilidad del Comando Sur fue explicada oficialmente como parte de una operación contra el narcotráfico, el informe asegura que la misión tiene un componente más amplio: presión estratégica sostenida.

La fuente explica: «Estados Unidos no quiere una invasión. Quiere que Maduro pierda el control desde dentro, y para eso combina señales militares con una campaña para sembrar duda, miedo y deslealtad en el corazón del sistema».

El informe destaca tres líneas principales:

1. Presión naval y cinética controlada

Los ataques letales contra embarcaciones vinculadas al narcotráfico —más de una veintena este año— no solo buscan interrumpir las finanzas ilícitas del régimen. También buscan proyectar una realidad indiscutible: Estados Unidos está dispuesto a actuar, incluso sin avisos formales.

2. Operaciones psicológicas dirigidas a la FANB

El documento asegura que mensajes públicos, filtraciones selectivas y declaraciones de funcionarios buscan: erosionar la percepción de invencibilidad del régimen, hacer que los militares teman quedar del lado equivocado de la historia, estimular la creencia en una transición inevitable, fortalecer la duda en la cúpula y el resentimiento en la tropa.

3. Señalización estratégica a actores externos

El informe sostiene que Washington envía un mensaje claro a China, Cuba e Irán: sostener a Maduro es cada vez más costoso y menos viable.

El reloj del colapso: escenarios analizados

La evaluación de inteligencia contempla cuatro posibles desenlaces. El más probable, según sus analistas, es la implosión controlada del régimen.

No un golpe clásico. No una guerra abierta. Sino un proceso gradual donde: la FANB deja de garantizar obediencia plena, los aliados externos reducen su apoyo, facciones internas compiten por sobrevivir, algunos operadores del régimen negocian su propia salida, y el país entra en una transición caótica pero inevitable.

El informe advierte que este escenario, aunque preferible a un conflicto regional, conlleva riesgos severos: expansión del crimen organizado, fragmentación territorial, luchas entre facciones armadas y un vacío de autoridad que podría durar años.

La pregunta central: ¿hasta dónde llegará el régimen?

El documento concluye con una advertencia sombría.

Maduro, señala, «no abandonará el poder por convicción ni por vía electoral». Su permanencia depende del miedo, de la represión y de la protección que le ofrecen aliados externos y crimen organizado.

Pero todos esos factores están debilitándose al mismo tiempo.

«El régimen actuará como un animal acorralado», afirma el informe, «capaz de usar violencia desproporcionada para demostrar fuerza y desalentar la desobediencia interna».

Esto plantea una incógnita fundamental:

¿Se fracturará primero el aparato militar, o el régimen decidirá escalar la represión hasta llevar al país a un punto de no retorno?

La lectura del informe es clara: Venezuela no está estable. Está en transición, aunque aún no se sabe hacia qué.

Estados Unidos ha optado por una estrategia que busca acelerar esa transición sin disparar la primera bala dentro del territorio.
La FANB, por su parte, vive su peor crisis moral y estructural.

Y los aliados internacionales del régimen evalúan si seguir apostando por un líder cuya capacidad de control se está erosionando de forma visible.

La época de estancamiento está terminando.

Se acerca una fase que, según el documento, será «rápida, impredecible y decisiva».

La gran pregunta —para la región y para el mundo— es si ese desenlace salvará a Venezuela de otro ciclo de caos o si, por el contrario, abrirá la puerta a un nuevo capítulo de inestabilidad y violencia.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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