En búsqueda de una cura definitiva para el COVID persistente, la Dra. Pilar Rodríguez Ledo, presidenta Red Española de Investigación COVID Persistente (REICOP), ofreció en una nueva entrevista con The Epoch Times España su visión sobre los tratamientos que aún se encuentran en fase de investigación y analizó las vacunas basándose en los últimos resultados que ha recopilado.
Hemos cubierto el tema de COVID persistente, con otros tres artículos previos de la serie: El primero de ellos ofrece la perspectiva que dan los pacientes: Pacientes de COVID persistente piden reconocimiento: «Incluso mirar es un esfuerzo».
El segundo se adentra en la falta de protección social: Enfermos de COVID persistente se encuentran sin protección social «en una tierra de nadie» y el tercero: Dos millones de españoles tendrían COVID persistente: la Dra. Pilar Rodríguez explica la situación actual
Lo que hoy se ofrece son tratamientos que se encuentran en fase de investigación y tratamientos para controlar los síntomas, destacó la Dra. Rodríguez, ya que «al día de hoy no hay ningún tratamiento curativo con evidencias ni para el COVID persistente ni para los pacientes que han desarrollado estos síntomas después de una vacunación de la COVID».
Entre los tratamientos en fase de investigación, REICOP apunta a la disfunción inmunitaria, que ocurre cuando un sistema inmunológico de un paciente no funciona correctamente y en vez de protegerlo no reacciona bien ante las amenazas. También apunta a la persistencia viral, cuando el virus de la COVID no se elimina completamente del cuerpo y sigue afectando a las personas, incluso después de que la infección inicial haya pasado.
«Nuestra investigación se centra en mecanismos fisiopatológicos más complejos, como la disfunción inmunitaria, la persistencia viral, la disautonomía, la disfunción endotelial o las alteraciones mitocondriales, y en intervenciones terapéuticas dirigidas a esos procesos», dijo la Dra. Rodríguez, que también es presidenta de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
La disautonomía, que menciona, es un trastorno del sistema nervioso autónomo, que controla funciones automáticas del cuerpo, como la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la digestión. Cuando el sistema nervioso no funciona bien, puede causar síntomas como mareos o fatiga y la fatiga extrema es un síntoma común en COVID persistente.
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En cambio, la disfunción endotelial se relaciona con problemas del revestimiento de los vasos sanguíneos. Cuando no funciona correctamente puede afectar la circulación sanguínea.
Las alteraciones mitocondriales mencionadas por la doctora, se refieren a las alteraciones de la función de producir energía que tienen la mitocondrias en las células en diversos tejidos del organismo para crear de este modo un efecto prolongado en todos los órganos de la persona infectada.
Para apaciguar los síntomas de COVID persistente, que son más de 200, algunos de estos tratamientos que menciona «son la vitamina D, la vitamina B12, determinadas fórmulas, algunos antivirales, hay muchas opciones, pero están en el terreno de la investigación. No están en el terreno de la práctica clínica y las personas que asumen cualquiera de estas situaciones deben asumirlas desde el riesgo y desde la información de saber que la comunidad científica no tiene evidencia para aconsejarlas».
«Entonces sí, libremente, y sabiendo lo que hay detrás, se aceptan bien. Pero claro, es un riesgo. No podemos decir que tienen evidencia, algunas personas se les dan y mejoran, pero no tenemos controlada esa situación».
«Hay que generar evidencia y por eso es tan importante la investigación para pasar de la recomendación de investigación a la recomendación clínica, pero con seguridad para el paciente».
Estos tratamientos se ofrecen como «alternativa antes casos críticos del paciente», advierte la Dra. Rodríguez.
Una decisión compartida
La Dra. Rodríguez explica que la decisión de adoptar un tratamiento o no debe ser «con información veraz, responsable y ayudando a tomar una decisión, pero sin paternalismo, sin decidir por el paciente. Cada uno debemos decidir sobre nuestra propia vida».
«Se trata de equilibrio, de comunicación veraz y eficaz y de tomar las decisiones conjuntamente porque cuando hay evidencias está muy claro lo que hay que hacer. Pero cuando no las hay y la vida sigue, hay que buscar la mejor manera de afrontarla, y los profesionales debemos estar ahí de la mano de los pacientes para ayudarles a afrontarlas con respeto a sus expectativas y a sus opiniones. Con información, insisto y no me cansaré de insistir».
«Hay que hacer una valoración riesgo-beneficio, sabiendo que no hay ningún producto, por natural que pueda ser que no pueda tener efectos secundarios. Entonces a las personas, a los pacientes, hay que informarles, y hay que informarles según el conocimiento que tenemos, y este es el conocimiento: A partir de aquí todo esto que yo le puedo decir es lo que sospecho, pero no lo que es conocido».
«Esto se llama decisiones compartidas y riesgos compartidos, en que la mayor parte de las veces que se toma una vitamina que parece inocua, no pasa nada, pero claro que puede pasar también».
«Buscar alternativas eso es lo razonable», añade, «puesto que estamos ante una enfermedad que para un paciente es mucho tiempo, pero como enfermedad lleva un recorrido muy corto y por eso desconocemos tantas cosas».
«Desde el momento en que se le explica toda la información al paciente, que es soberano sobre su propia vida, el paciente toma la decisión de hacer un tratamiento o de no hacerlo, no digo que el profesional no tenga responsabilidad, sí, pero compartida».
«El resultado no está asegurado. También es verdad que, igual que decimos eso, hay pacientes que se quejan y también tienen razón de que sus profesionales no les aportan alternativas y también tienen razón».
«Entonces al paciente hay que decirle exactamente dónde está, no le podemos hacer promesas, pero entiendo que cuando no hay una solución, todos buscamos alternativas, y es humano y es lícito. Pero sabiendo lo que son, sabiendo lo que son, que es una alternativa no validada todavía».
Sobre los tratamientos con ivermectina e hidroxicloroquina
Respeto a tratamientos con la ivermectina y la hidroxicloroquina la Dra. Rodríguez explicó que «se evaluaron en múltiples estudios clínicos durante las primeras fases de la pandemia», pero «la evidencia acumulada, incluyendo revisiones sistemáticas y meta análisis, no ha demostrado eficacia clínica significativa en el tratamiento del COVID-19».
«Respecto a las críticas sobre la calidad de algunos estudios, la ciencia precisamente se corrige a través de nuevos ensayos bien diseñados. Hasta la fecha, los mejores estudios disponibles no respaldan su uso, y por ello no forman parte de nuestras prioridades de investigación».
Por lo tanto, «respecto a la COVID persistente, actualmente no estamos estudiando ni la ivermectina ni la hidroxicloroquina como tratamientos para prevenir o tratar la COVID persistente, ni en la fase aguda ni en la crónica (…) En el caso concreto de la COVID persistente, no hay evidencia científica de calidad que respalde su utilidad.
«Las teorías que cuestionan los estudios que descartaron la eficacia de estos fármacos han sido revisadas ampliamente. En ciencia, es legítimo cuestionar, pero también es necesario respaldar las hipótesis con evidencia sólida y reproducible, cosa que hasta ahora no ha ocurrido con estos compuestos en el contexto del COVID persistente».

¿Qué hay respecto a la vacuna?
La Dra. Rodríguez analizó las cifras de los efectos de las vacunas que ha obtenido y señaló que «de forma general tenemos que recomendar la vacunación», pero advirtió que «después de procesos de vacunación» hay algunos casos de personas que no tenían COVID, que «han desarrollado COVID con una sintomatología muy compatible con la de COVID persistente».
«Esto ha pasado y ha pasado especialmente en las primeras olas. Por eso entendemos que la inmunidad natural de nuestra población repercute también en esta transformación».
«Algunas personas que no sabemos muy bien cómo, pero sí sabemos que desarrollan unas alteraciones inmunológicas diferentes a lo que producen las vacunas en otras personas: como es el descenso de los TCD4 y ascenso de los TCD, de algunas células de la sangre, y de tal [manera], pues les pueda producir un cuadro clínico compatible con COVID persistente».
Los CD4 son un tipo de glóbulos blancos que ayudan a coordinar la respuesta del sistema inmunológico. Si su número baja, el cuerpo tiene más dificultad para defenderse de las infecciones. Esto puede pasar en enfermedades que afectan el sistema inmune.
El ascenso de los TCD8, que son otros glóbulos blancos que atacan directamente a las células infectadas por virus, puede significar que el cuerpo está respondiendo a una infección activa o persistente.
Al ser consultada por los fragmentos de la proteína espiga de la vacuna, que los críticos de la vacunación sostienen que son los causantes de muchos síntomas de COVID y COVID persistente, la Dra. Rodríguez destaca que los tratamientos deben basarse en la evidencia.
Una persona que después de recibir la vacunación presenta síntomas y presenta ciertos rasgos biológicos, como estos fragmentos de esta spike terminal del virus, que se asemejan a lo que sucede en los pacientes con COVID persistente, el tratamiento inicial debe fundamentarse en la mayor cantidad de evidencia posible, en la evidencia científica y comparable. Por lógica, similar a los pacientes que tienen COVID persistente.
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Sobre si vacunarse o no, sostiene que «la decisión de vacunarse debe basarse en una valoración riesgo-beneficio individual y colectiva. Las personas sanas con buen sistema inmune suelen cursar infecciones de forma leve, pero también pueden transmitir el virus o, en casos raros, tener complicaciones. La vacunación no solo protege individualmente, sino que contribuye a la protección comunitaria, especialmente de los más vulnerables».
«Un estudio que ha salido justamente este mes» concluye que «la vacunación reduce el desarrollo de COVID persistente dependiendo de los tramos de edad», añade.
«El efecto que produce en las personas que no tienen COVID persistente es reducir la transformación al COVID persistente, entre un 40 y un 60 %».
«En las personas que tienen COVID persistentes y que se vacunan, en la mayor parte de las personas no se produce ningún efecto. Entre un 15, un 25 %, dependiendo de las épocas y de las olas, pueden empeorar transitoriamente y entre un 15 y un 20 % pueden mejorar transitoriamente».
«Algunos estudios han estimado una incidencia de COVID persistente entre el 10 y el 20 % en no vacunados, y entre el 5 y el 10 % en vacunados, aunque estos porcentajes dependen de factores como edad, comorbilidades y variantes circulantes», dijo la Dra. en la entrevista.
«Aunque los datos varían entre los estudios (…) según publicaciones recientes, las personas no vacunadas tienen entre un 20 y un 50 % más de riesgo de desarrollar síntomas persistentes comparadas con las personas vacunadas».
«Al final, la COVID aguda al día de hoy produce menor desarrollo de COVID persistente que estaba produciendo antes y eso es debido al estado inmunitario de la población. Estado inmunitario que se debe, por una parte, a las defensas que nuestro propio organismo en condiciones normales genera frente al virus y, por otra parte, al estado vacunal».
La Dra. advierte que «esto no significa que los vacunados estén completamente protegidos, pero sí que la probabilidad es menor».
Además de la vacuna, la Dra. Rodríguez también recomienda seguir con las prevenciones en cuanto a medidas que eviten el contagio de esta patología en su fase aguda.
«Para eso estamos hablando de que cuando una persona tiene síntomas o tiene conocimiento de que está contagiada más allá de los síntomas y tiene conocimiento de que está contagiada, debe usar mascarilla para proteger a todos los demás del entorno, porque en nuestro entorno habitualmente puede haber personas normales sin ninguna patología, pero también puede haber personas que puedan desarrollar un COVID persistente o puede haber personas con alguna inmunodeficiencia o tratamiento de alguna enfermedad crónica que las coloque en una situación de riesgo».

¿Influencia de la microbiota en eliminar factores adversos de la vacuna?
Sobre el tema de la microbiota intestinal que «desempeña un papel importante en la modulación del sistema inmune», la Dra. informó que «se está investigando cómo puede influir tanto en la respuesta inmunitaria a las vacunas como en la aparición de posibles efectos adversos».
«Algunos estudios sugieren que una microbiota equilibrada podría contribuir a una mejor respuesta vacunal y menor inflamación. Sin embargo, no hay evidencia concluyente todavía que permita afirmar que la microbiota pueda prevenir o eliminar reacciones adversas específicas a las vacunas. Es una línea de investigación prometedora, pero aún en desarrollo».
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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