En un mundo en el que se supone que instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) deben promover los derechos humanos y la libertad de expresión, una amplia investigación llevada a cabo por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ por sus siglas en inglés) pone de manifiesto cómo el régimen chino está desviando estas mismas instituciones para ampliar su campaña de represión transnacional, con el objetivo de silenciar a sus críticos e imponer su propaganda a los Estados.
Bajo el título China Targets, esta investigación de diez meses, publicada el 28 de abril de 2025, revela cómo Pekín está desplegando un número cada vez mayor de organizaciones que se hacen pasar por ONG para intimidar y vigilar a los activistas defensores de los derechos humanos. Estas ONG, denominadas GONGO, participan en las sesiones del Consejo para elogiar a China y presentar informes entusiastas sobre sus acciones, en total contradicción con las conclusiones de los expertos y los informes de la ONU que denuncian violaciones generalizadas de los derechos humanos.
Estas GONGO (organizaciones no gubernamentales dirigidas por el Gobierno) desempeñan un papel clave en la promoción de lo que el régimen chino denomina la «visión china de los derechos humanos», cuando es precisamente este país el que menos los respeta en el mundo.
Una infiltración metódica en los organismos de la ONU
La ONU en Ginebra, a menudo denominada «capital de la paz» por su papel central en la diplomacia mundial, se ha convertido en un espacio donde el Partido Comunista Chino (PCCh) despliega sofisticadas estrategias para neutralizar cualquier oposición a su régimen autoritario.
Según la investigación China Targets del ICIJ, Pekín se apoya en la red de ONG chinas «GONGO» para infiltrarse en la ONU y en el Consejo de Derechos Humanos.
Estas organizaciones, aunque se presentan como independientes, están estrechamente vinculadas al Partido Comunista Chino (PCCh). El ICIJ ha descubierto que más de la mitad de las 106 ONG chinas con estatus consultivo ante la ONU —un privilegio que les permite participar en reuniones y presentar declaraciones— mantienen vínculos directos con el régimen de Pekín. Desde 2018, su número casi se ha duplicado, lo que refuerza la influencia china en los pasillos del Palacio de las Naciones en Ginebra.
Estas GONGO desempeñan un papel clave en la promoción de lo que Pekín denomina la «visión china de los derechos humanos», que prima la estabilidad y el desarrollo económico en detrimento de las libertades individuales. En 2023, unas 33 de estas ONG realizaron cerca de 300 intervenciones durante las sesiones del Consejo de Derechos Humanos, sin formular nunca la más mínima crítica hacia China, según los datos recopilados por el Servicio Internacional para los Derechos Humanos (ISHR por sus siglas en inglés).
Su misión es acallar las voces disidentes, en particular las de los defensores de los derechos humanos, los activistas prodemocráticos de Hong Kong, los uigures, los tibetanos y los practicantes del movimiento espiritual Falun Gong, todos ellos considerados amenazas para el régimen autoritario del PCCh.
El papel perjudicial de las GONGO en materia de derechos humanos
Un informe demoledor publicado por la exalta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, en 2022, mencionaba posibles «crímenes contra la humanidad» contra la minoría uigur en la región de Xinjiang, en el oeste de China.
En 2019, el Tribunal de China, un tribunal popular independiente con sede en Londres, determinó que el régimen chino llevaba años extrayendo órganos de presos de conciencia «a gran escala», siendo los practicantes de Falun Gong la «principal fuente» de órganos humanos.
Otros informes han mencionado la separación de niños tibetanos de sus familias o el acoso a los defensores de la democracia en Hong Kong. Pero cuando ONG legítimas plantean estos problemas en el Consejo, las organizaciones pro-chinas intentan perturbar la sesión, según el consorcio de periodistas de investigación.
Durante un examen periódico de 2024 sobre el historial de China en materia de derechos humanos, al que asistió la Agence France-Presse (AFP), más de la mitad de las ONG chinas a las que se concedió tiempo de palabra eran organizaciones pro-PCCh.
Citada en el informe del ICIJ, Michele Taylor, embajadora de Estados Unidos ante el Consejo de Derechos Humanos desde 2022 hasta enero de 2025, denunció los esfuerzos de las autoridades chinas «por ocultar sus propias violaciones de los derechos humanos y remodelar el discurso».
Los mecanismos de influencia y el uso de las lagunas de la ONU
La eficacia de las GONGO se basa en varias fallas estructurales de la ONU. El proceso de acreditación de las ONG para obtener el estatus consultivo carece de transparencia y rigor, lo que permite a entidades controladas por gobiernos obtener acceso a las más altas instancias.
Una vez acreditadas, estas organizaciones operan con relativa impunidad, ya que la ONU no cuenta con un mecanismo sólido para sancionar los abusos, como la intimidación de activistas o la difusión de propaganda.
Además, el PCCh aprovecha el principio de rotación de los miembros del Consejo de Derechos Humanos para asegurarse de que los países aliados o económicamente dependientes apoyen sus posiciones.
Las GONGO amplifican este efecto movilizando a delegaciones afines para copatrocinar declaraciones o bloquear resoluciones críticas. Esta estrategia ha permitido a Pekín eludir investigaciones en profundidad sobre sus violaciones de los derechos humanos, a pesar de las pruebas abrumadoras aportadas por ONG independientes.
Una visión china de los derechos humanos impuesta a escala mundial
Bajo el liderazgo de Xi Jinping, en el poder desde 2012, China ha intensificado sus esfuerzos por remodelar el discurso mundial sobre los derechos humanos. La investigación China Targets muestra cómo Pekín utiliza su influencia para promover una ideología que rechaza las críticas a las violaciones de los derechos humanos como injerencias en sus asuntos internos.
Las GONGO chinas, al intervenir sistemáticamente en las sesiones del Consejo de Derechos Humanos, alaban las políticas chinas, como la «lucha contra el terrorismo» en Xinjiang, al tiempo que denuncian las «fuerzas antichinas occidentales».
Esta retórica tiene por objeto legitimar la represión de las minorías étnicas y los disidentes, tanto dentro como fuera de las fronteras chinas.
Una respuesta internacional insuficiente
La investigación también destaca la debilidad de las respuestas de las democracias ante esta instrumentalización de la ONU. Mientras que países como Estados Unidos, Canadá o el Reino Unido acogen a numerosos disidentes chinos en el exilio, sus gobiernos tienen dificultades para contrarrestar eficazmente la represión transnacional.
En Ginebra, las autoridades suizas, aunque conscientes de las actividades de espionaje e intimidación, no han tomado medidas significativas para proteger a los activistas.
La propia ONU, como institución, parece impotente. A pesar de los llamamientos para reformar sus mecanismos con el fin de limitar la influencia de los Estados autoritarios, los avances son limitados. La falta de transparencia en los procesos de las Naciones Unidas, en particular en la gestión del estatus consultivo de las ONG, facilita la explotación por parte de regímenes como el de Pekín.
Además, la ONU no ha establecido un mecanismo sólido para proteger a los activistas contra la intimidación en sus propias instalaciones.
El futuro de la gobernanza mundial en entredicho
El creciente control del régimen chino sobre instituciones internacionales como la ONU plantea cuestiones fundamentales sobre el futuro de la gobernanza mundial.
Si una potencia autoritaria puede transformar un espacio dedicado a la defensa de los derechos humanos en una herramienta de represión, ¿qué esperanza les queda a los disidentes y a las minorías perseguidas?
La investigación China Targets advierte contra la normalización de la represión transnacional, en la que los gobiernos autoritarios, inspirados en el modelo chino, podrían multiplicar estas prácticas.
Entre las recomendaciones figuran la reforma de los criterios de acreditación de las ONG ante la ONU, una mayor vigilancia de las actividades de las delegaciones chinas en Ginebra y sanciones contra las personas o entidades implicadas en la intimidación. Las democracias también deben reforzar sus marcos jurídicos para proteger a los disidentes en el exilio.
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Francia con el título «Comment la Chine instrumentalise l’ONU pour imposer sa vision des droits de l’homme»
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