ESPAÑA

Parecen naturales, pero no lo son: la UE quiere quitar la etiqueta OMG a verduras y granos con hasta 20 mutaciones genéticas

«Supone riesgos para el medio ambiente y la salud humana», dice Ecologistas en Acción
septiembre 26, 2025 18:39, Last Updated: septiembre 26, 2025 19:50
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Parte de la población consume indirectamente maíz de Monsanto, sin saberlo, a través de la alimentación animal. En Europa, este organismo genéticamente modificado (OGM) se cultiva casi en su totalidad en España desde 2003 y, por el momento, se exige que esto se explicite en el etiquetado cuando se destina al consumo directo. Sin embargo, esto está a punto de cambiar.

Hace dos años la Comisión Europea propuso dejar de exigir el etiquetado a muchos nuevos OGM si cumplen determinados criterios técnicos —entre ellos, permitir a los laboratorios realizar hasta 20 mutaciones en el ADN de las plantas con nuevas técnicas y ponerlas en el mercado como si fueran naturales–, pese a que la opinión pública ha mostrado un generalizado rechazo a los OGM.

Si los países aprueban la nueva norma, una gran variedad de alimentos modificados llegarán directamente al plato de todos los europeos sin ningún aviso en la etiqueta. En este artículo, analizamos cual es la situación y, junto al biólogo Diego Bárcenas de Ecologistas en Acción, explicamos cómo se crean estas nuevas plantas, que la UE ahora llama NGT [nuevas técnicas genómicas por sus siglas en inglés].

España es, de facto, el único país de la UE que cultiva OGM a gran escala [Portugal lo hace algunos años], mientras la mayoría de Estados han vetado el cultivo en su territorio. Empezó en 1998 con el maiz Bt176 de Syngenta, cuya comercialización la Comisión retiró en 2007. En 2003 llegó MON810 de Monsanto, también del tipo Bt, que se mantiene como el único transgénico autorizado para cultivo en la UE, alcanzando 107 126 ha. cultivadas en 2019, con Aragón y Cataluña a la cabeza. La aceptación social fue mínima en Europa y generó controversia pública. La compañía también fue cuestionada por el hecho de que sus cultivos requieren grandes volúmenes del pesticida asociado a la semilla, el glisofato [autorizado hasta 2033], considerado en estudios científicos como canceríceno. Pese a las evidencias, la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) decidió no rechazar su uso.

Actualmente, en la UE y también en España los alimentos que contienen o se han producido a partir de OGM deben indicarlo en la etiqueta, pero la mayor parte del maíz transgénico se destina a piensos de las granjas y, hoy por hoy, no se exige que se informe al consumidor cuando carne, leche, huevos o queso proceden de animales alimentados con OGM. Con la nueva propuesta de la Comisión Europea, una gran parte de los nuevos OGM, llamadas plantas editadas genéticamente (NGT) —como maíz, patata, tomate o remolacha— podría venderse sin esa indicación en la etiqueta, evitando que los consumidores los rechacen.

Esta nueva propuesta fue rechazada por Ecologistas en Acción y múltiples organizaciones porque «supone riesgos para el medio ambiente y la salud humana», «anula la libertad de elección de las personas consumidoras» y «viola el principio de precaución, uno de los principios fundacionales de la UE».

Muchas materias primas e ingredientes derivados de estos cultivos de organismos genéticamente modificados (OGM) se venderían sin etiquetar, a pesar de que encuestas anteriores muestran un rechazo ciudadano a su consumo. Esto no cambiaría si proceden de técnicas clásicas como de nuevas técnicas genómicas.

Una mujer sostiene un cartel durante una marcha contra el gigante agroquímico estadounidense Monsanto el 23 de mayo de 2015 en Santiago de Chile mientras se celebraban marchas anuales contra la campaña comunitaria de Monsanto. AFP PHOTO/MARTIN BERNETTI (El crédito de la foto debe ser MARTIN BERNETTI/AFP vía Getty Images).

También supondría una «amenaza a la libertad de elección de agricultoras y agricultores», dice Ecologistas en Acción, ya que la mayoría de los nuevos organismos modificados genéticamente NGT se cultivarían sin que puedan ser identificados, poniendo en peligro la supervivencia de los sectores ecológicos y convencionales, que tendrían que soportar la carga de contaminación en sus campos».

«Los estudios muestran que las NGT [también] provocan mutaciones no intencionadas en el genoma, que conllevan riesgos, según la Agencia Federal Alemana para la Conservación de la Naturaleza. Además, la propuesta de la Comisión abarcaría plantas silvestres y árboles forestales, con impactos imprevisibles en unos ecosistemas cada vez más frágiles», añadió.

El 14 de marzo, el Consejo de la UE avaló un enfoque de la Comisión que divide a los OGM en plantas NGT 1 [organismos con hasta 20 mutaciones], los que propone dejar sin etiquetado al consumidor [salvo en las semillas para el agricultor], y NGT 2, que mantendrán el etiquetado y las reglas de los OMG clásicos. La ingeniería genética que se usa en las NGT incluye mutagénesis [cambios puntuales en el ADN sin añadir genes externos], cisgénesis [introducción de un gen íntegro procedente de la misma especie o de una especie sexualmente compatible, sin secuencias ajenas], e intragénesis [reensamblaje de partes de genes para crear nuevas combinaciones].

«Es el eufemismo, ¿no?», dice Diego Bárcenas a The Epoch Times España. dando entender que La Comisión Europea, con las «nuevas técnicas genómicas (NGT)» busca evitar que las plantas luego sean llamadas organismos modificados genéticamente OGM o se diga que fueron creadas con técnicas de ingeniería genética. Un cambio de etiqueta que suaviza la percepción pública del mismo tipo de intervenciones.

Las nuevas técnicas genómicas incluyen, entre otras, la técnica CRISPR, dada a conocer en 2012, que toma prestado el sistema de las bacterias para defenderse de los virus. Usa una proteína llamada Cas9, que realiza la labor de cortar el ADN donde se lo indica un trozo de ARN, que lleva la secuencia que actúa como guía.

«Facilita bastante en el laboratorio la manipulación genética a nivel celular», dijo Bárcenas. «Fue un salto de paradigma que apenas ahora está empezando a permear poco a poco en la sociedad y es entonces cuando se habla de NTG, que es simplemente una nueva técnica para editar o para manipular el genoma de los seres vivos», añadió. «Se puede utilizar tanto en plantas como en cualquier célula, de cualquier animal también».


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El biólogo ilustra el ADN como una especie de alfabeto, donde la letras pueden formar diferentes palabras y significados dependiendo del orden que llevan, lo que se traduce en múltiples variedades genéticas de las plantas: tamaño, color, resistencia, etc. «Cuando hablamos de editar el genoma, pues se trata de meterse dentro de la célula, meterse dentro del núcleo de la célula y buscar dentro de los miles de millones de letras, la letra que uno quiere que uno ha visto que tiene alguna función y pues que se quiere cambiar».

«Lo que se quiere es de alguna forma cambiar el orden de esas letras […] Hasta el descubrimiento de CRISPR, esa edición se venía haciendo de una manera aleatoria, porque no habíamos descubierto una herramienta con la que pudiéramos específicamente editar alguna letra en particular».

La proteína Cas9, usada en el método CRISPR, es la que podría cortar específicamente una letra del ADN de la célula, que puede ser de una planta o un animal que se quiere editar. Esto permite que un gen del ADN se inactive [«apague»] y que por ejemplo, cambie de color. Con un procedimiento más complejo, es posible aportar un molde para que la célula haga una reparación dirigida y corrija o sustituya la secuencia en el sitio del corte inducido por CRISPR-Cas9, según describe la literatura técnica.

El ingeniero en jefe de genoma, Antony Chapman, observa brotes de tomate cultivados a partir de semillas modificadas genéticamente [OGM] en Phytoform Labs, empresa especializada en edición genética para la agricultura, en Harpenden, al norte de Londres, el 26 de junio de 2025. (Ben Stansall/ AFP vía Getty Images)

Para ingresar la proteína Cas9 y el trozo de ARN dentro de las células se usan vectores que pueden ser «virus desactivados» que transportan las instrucciones, o liposomas/nanopartículas lipídicas. En las plantas aveces se aprovecha la bacteria del suelo –Agrobacterium– que actúa como un mensajero llevando la «receta» del CRISPR.

Con este método se permite «mantener las células vivas en el laboratorio, o sea las células individuales y manipularlas añadiendo el CRISPR con la secuencia» donde se debe hacer la mutación, destaca Bárcenas.

«Técnicamente es más complicado, claro, pero en principio se puede editar de manera eficaz [el genoma de la célula]. Eso es lo que se refiere la técnica NTG».

«El descubrimiento fue que esa proteína, esa herramienta de las bacterias, se pudo traspasar y utilizar en casi cualquier tipo de organismo. Ese fue el salto».

Los adelantos en la biogenética son tales que el ARN se comercializa y «se compra por separado […] Ya viene empaquetado».

«Hasta ese momento toda la edición genética venía haciéndose directamente de manera aleatoria. Para los clásicos GMO se utilizaba radiación o estímulos químicos principalmente, y eso hacía que hubiera muchas mutaciones en el libro, aleatoriamente». Esto significaba que «buscabas y editabas millones de células» antes de encontrar el fenotipo que convenía.


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«Eso era un proceso bastante laborioso, para generar cualquier tipo de producto comercializable. Por ejemplo, como el maíz». Eran «estudios muy grandes y muy laboriosos. Tardabas años en encontrar tu mutante (…) Era un tema de probabilidades».

«Era forzar una mutación […] causar muchísimas mutaciones y dentro de esos muchísimos mutantes encontrar» lo que se buscaba.

«Ahora se ha avanzado mucho en la secuenciación genética. Tenemos la secuencia de ADN de muchísimos organismos. Entonces, tenemos los libros descifrados, pero el ADN no está totalmente descifrado. Hay ciertas cosas que sí sabemos cómo funcionan, pero hay muchísimas cosas que son un libro negro».

«Por ejemplo, hay regiones del ADN que solo sabemos qué están intercambiando el ADN. No sabemos ni para qué sirve. Le llaman ADN basura, porque simplemente no sabemos para qué sirve, pero probablemente tenga una función que no hayamos descubierto».

«Entonces uno ahora lo que hace, es que tienes tu planta, por ejemplo el maíz, o un animal o lo que sea, conoces el ADN, lo conoces a través de haber hecho estudios, conoces qué parte del ADN es responsable para cierto rasgo. Por ejemplo, el color de la piel o para que el maíz crezca más alto, para que crezca resistente a ciertos bichos y entonces lo que se intenta hacer ahora es, en vez de aleatoriamente, es modificar el libro, el cuento. Con la técnica CRISPR vas más dirigido».

Europa dividida

En la UE se puede cultivar y vender OGM con autorización previa desde hace años.  El actual reglamento [(CE) 1830/2003] ordena «facilitar un etiquetado exacto, vigilar los efectos en el medio ambiente y, cuando proceda, en la salud, y poder retirar productos si fuera necesario», sin embargo, esta obligación de etiquetado en la práctica se limita a los alimentos y piensos que contienen o se producen a partir de OMG por encima del umbral del 0,9 %; no se exige indicarlo en carne, leche, huevos o queso cuando proceden de animales alimentados con OGM, ni en las trazas accidentales por debajo de ese umbral.

La Comisión Europea reconoce la necesidad de «trazabilidad» de un OGM para poder «retirarlo si aparece un riesgo inesperado». A su vez, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria [EFSA] exige «reevaluar la seguridad de cada OMG antes de cualquier reautorización».

Hoy la mayoría de países no los cultivan. Desde 2015 pueden excluir el cultivo en su territorio y muchos lo han hecho. España se ha quedado prácticamente sola con el maíz MON810 como único OGM cultivado a escala en la UE [Portugal lo siembra algunos años].

El Gobierno de Pedro Sánchez ha impulsado y financiado la investigación y aplicación de los nuevos OGM producidos mediante las nuevas técnicas genómicas sugiriendo que en su totalidad no necesitan ser etiquetados.

En paralelo, el Gobierno español ha respaldado la investigación y el debate regulatorio sobre las nuevas técnicas genómicas (NGT), y apoya la nueva propuesta, mientras que países como Austria, Rumanía, Eslovenia, Eslovaquia y Hungría rechazan quitar la obligación de etiquetado a los nuevos OGM creados con menos de 20 mutaciones y exigen que se aplique la regla a todos los OGM por igual.

Austria cuestionó que no esté clara la base científica para fijar en 20 el número de cambios genéticos en una planta NGT ni el de «letras» de ADN que pueden añadirse o sustituirse en una posición específica del ADN, es decir, en un lugar exacto del genoma.

Un experto del Ministerio de Asuntos Sociales, Salud y Protección del Consumidor de Austria explicó que, además de los riesgos, otro problema de la propuesta de la Comisión es que elimina la denominada «regla de exclusión voluntaria». Esto significa que los Estados miembros individuales ya no pueden prohibir eficazmente el cultivo de todas las plantas modificadas genéticamente mediante una resolución nacional.

Ecologistas en Acción, junto con otras ocho organizaciones, enviaron una carta conjunta al Ministro de Agricultura, Luis Planas, pidiéndole que reconsidere el apoyo del Gobierno español a la propuesta legislativa de la Comisión.

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