OPINIÓN

Un terrorista en la ONU: la vergonzosa validación de Ahmed al-Sharaa como presidente de Siria

septiembre 29, 2025 14:35, Last Updated: septiembre 29, 2025 14:41
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En un mundo donde la geopolítica parece haber perdido todo sentido de la decencia, la presencia de Ahmed al-Sharaa en la Asamblea General de las Naciones Unidas representa el colmo de la hipocresía internacional. Este sujeto, conocido hasta hace poco como Abu Mohammad al-Julani, un yihadista con un historial sangriento ligado a Al Qaeda y sus ramificaciones, se presentó ante el mundo como el presidente legítimo de Siria. Su discurso, pronunciado el 24 de septiembre de 2025, fue un ejercicio de retórica vacía; promesas de erradicar el sectarismo, juzgar a los responsables de matanzas y abrir el país a investigaciones de la ONU. Pero ¿quién cree en las palabras de un terrorista que, hace apenas unos años, era buscado por Estados Unidos con una recompensa de 10 millones de dólares por su rol en el Frente al-Nusra, la filial siria de Al Qaeda? Esta transformación de villano a estadista no es más que un lavado de imagen orquestado por potencias occidentales desesperadas por estabilizar la región, a costa de ignorar las atrocidades que se cometen bajo su mandato.

Recordemos quién es realmente Ahmed al-Sharaa. Nacido en Riad en 1982, pero criado en Damasco, se unió a la insurgencia iraquí contra la invasión estadounidense en 2003, luchando en las filas de Al Qaeda en Irak. Fue capturado por fuerzas estadounidenses en 2006 y pasó cinco años en prisión, donde, irónicamente, se radicalizó aún más. Liberado en 2011, coincidiendo con el inicio de la revolución siria, fundó el Frente al-Nusra en 2012, un grupo terrorista que cometió innumerables atentados suicidas, ejecuciones y masacres contra civiles. En 2017, reorganizó sus fuerzas en Hayat Tahrir al-Sham (HTS), una entidad que, pese a sus intentos de «moderación» pública, sigue siendo designada como organización terrorista por varios países. Su ascenso al poder en diciembre de 2024, tras derrocar a Bashar al-Assad, no fue un triunfo democrático, sino el resultado de una ofensiva armada que dejó un rastro de destrucción. Y ahora, en 2025, se le permite hablar en la ONU como si fuera un líder respetable, el primero en hacerlo desde 1967.

Lo que más me indigna —y estoy seguro que a vosotros también— es la dilución sistemática de la pluralidad religiosa en Siria bajo su régimen. Al-Sharaa promete unidad nacional, pero la realidad en el terreno es un baño de sangre contra minorías étnicas y religiosas. Los alauitas, que representan alrededor del 10 % de la población y eran el pilar del régimen de Assad, han sido blanco de venganzas sectarias. En marzo de 2025 enfrentamientos en la región costera occidental dejaron más de 1000 muertos, en su mayoría civiles alauitas, en una oleada de violencia que continúa sin control. Testimonios recopilados por organizaciones internacionales describen escenas de saqueos, asesinatos en masa e incluso matanzas de niños, perpetradas por facciones islamistas radicales aliadas con HTS, incluyendo yihadistas extranjeros. Al-Sharaa ha formado comités para «investigar» estos incidentes, pero sus promesas suenan huecas cuando él mismo admite que continuará persiguiendo a los leales a Assad. Esta no es justicia; es una limpieza étnica disfrazada de transición política. Autores egipcios han denunciado que el régimen de Al-Sharaa no ha repudiado su pasado yihadista, presentándose como moderado mientras masacra a minorías alauitas y drusas, poniendo en peligro la unidad de Siria y la estabilidad regional.


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Pero la persecución más alarmante es la dirigida contra los cristianos sirios, una comunidad milenaria que ha sido diezmada por la guerra y ahora enfrenta un futuro incierto bajo al-Sharaa. Actualmente los cristianos en Siria viven con más miedo que esperanza. En marzo de 2025, una explosión de violencia dejó más de mil muertos, forzando la suspensión de cultos y el cierre de iglesias por temor a ataques. El arzobispo católico sirio Yacoub Mourad, quien fue prisionero del Estado Islámico, ha pedido ayuda internacional para una «nueva Siria» libre de masacres. Sin embargo, bajo HTS, los cristianos son vistos como aliados del antiguo régimen o como infieles por los extremistas. Informes de 2025 indican que al-Sharaa no solo tolera, sino que en algunos casos fomenta, estas persecuciones para consolidar su poder suní radical. ¿Cómo puede el mundo ignorar esto?

Esta doble moral internacional alcanza niveles absurdos cuando se compara con la atención global a otros conflictos. El mundo se rasga las vestiduras por el genocidio en Gaza, con líderes como el presidente palestino Mahmoud Abbas denunciando ante la ONU «crímenes contra la humanidad» cometidos por Israel, y exigiendo justicia inmediata. Sin embargo, ante las masacres en Siria bajo al-Sharaa –donde miles han muerto en venganzas sectarias contra alauitas, drusos y cristianos–, reina un silencio ensordecedor. Mientras la ONU y potencias occidentales condenan con vehemencia las acciones israelíes en Gaza, permiten que un exlíder de Al Qaeda suba al estrado de la Asamblea General para proclamar el «regreso de Siria a su lugar internacional», pidiendo incluso el fin de ataques israelíes contra su propio territorio. Este nivel de hipocresía es flagrante: EE. UU. condenó las masacres sirias en marzo de 2025 y exigió investigaciones transparentes para proteger minorías como cristianos y alauitas, pero meses después, al-Sharaa es aplaudido en Nueva York como un «líder transformado». ¿Por qué el escrutinio selectivo? Parece que las atrocidades en Siria no generan el mismo clamor porque sirven a intereses geopolíticos, como debilitar a Irán y Hezbolá, mientras Gaza moviliza opiniones públicas y agendas antiisraelíes. Esta inconsistencia erosiona la credibilidad de la comunidad internacional, que prioriza narrativas convenientes sobre la defensa universal de los derechos humanos.


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La validación internacional de este régimen es aún más escandalosa. La Unión Europea, en su afán por gestionar los flujos migratorios, parece dispuesta a financiar a este «líder». Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, describió un «buen intercambio» con al-Sharaa sobre la transición siria, abriendo la puerta a inversiones y apoyo económico. Italia, bajo Giorgia Meloni, ha expresado apoyo a la reconstrucción y oportunidades para empresas italianas en sectores clave. Como conocedor de los entramados de la inmigración ilegal hacia Europa, entiendo la lógica cínica: validar a al-Sharaa facilitaría deportaciones de sirios «conflictivos» que llegaron en masa desde la era Merkel. Pero ¿a qué precio? Financiar a un terrorista que fue buscado por 10 millones de dólares por la Embajada de EE. UU. en 2011 no tiene sentido. Es una traición a los valores europeos, priorizando la conveniencia sobre la justicia.

Peor aún es la fotografía del Rey Felipe VI posando con al-Sharaa durante la Asamblea General. Esta imagen, capturada el 25 de septiembre de 2025, ha desatado críticas en España por el pasado yihadista del sirio. Felipe VI, en su discurso ante la ONU, denunció los «actos aberrantes» de Israel en Gaza, pidiendo detener la «masacre». ¿Y qué hay de las masacres en Siria? Posar con quien ha sido responsable de limpiezas étnicas es una mancha en la diplomacia española. No se trata de un error protocolario; es una legitimación implícita de un régimen opresivo.

El colmo del surrealismo es la entrevista de al-Sharaa con David Petraeus en Nueva York. El exdirector de la CIA, quien en 2011 ofreció personalmente la recompensa de 10 millones por al-Sharaa y lo calificó como uno de los terroristas más peligrosos de ISIS y Al-Nusra, ahora lo entrevista como a un viejo amigo. Petraeus, quien lideró la invasión de Irak y encarceló a al-Sharaa entre 2006 y 2011, le deseó «fortaleza y sabiduría» para «democratizar y pacificar» Siria, preguntándole incluso si descansaba bien. Esta volte-face confirma lo que muchos sospechamos, los yihadistas como al-Sharaa son herramientas de Occidente contra enemigos comunes como Irán, Irak, Hezbolá y el Assad. Nunca han atacado los intereses de EE. UU. en Oriente Medio; en cambio, han masacrado a cristianos, alauitas y otros disidentes.

En resumen, la presencia de al-Sharaa en la ONU no es un paso hacia la paz, sino una capitulación moral. Mientras promete unidad, su régimen perpetúa matanzas que diluyen la diversidad siria. La financiación europea, la foto con Felipe VI y la admiración de Petraeus exponen la doble moral de Occidente: condenar el terrorismo en abstracto, pero abrazarlo cuando conviene. Como humilde servidor conocedor de ciertas aristas que conciernen a inmigración y geopolítica en Oriente Medio y el Sahel, veo esto como un error estratégico que alimentará más inestabilidad y flujos migratorios descontrolados hacia Europa. Siria necesita una transición real, no un blanqueo de terroristas. Si no actuamos con rigor, el precio lo pagarán las minorías perseguidas y la credibilidad global. Es hora de llamar a las cosas por su nombre. Al-Sharaa no es un presidente, es un terrorista en traje diplomático.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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