Desde tiempos remotos, el baile y la danza han sido un canal de comunicación entre el cuerpo y el alma. Ya sea como resultado de la transmisión cultural de cada país o como forma de expresión individual, la danza ha acompañado al ser humano en todas las épocas, como lenguaje artístico que refleja lo que acontece en cada período de la civilización.
La danza, al igual que la música, transmite un relato de lo que ocurre en nuestra sociedad y, para entenderla en su capacidad expresiva, «podemos recurrir a la historia y a lo que ya lleva siglos danzándose siempre que queramos», según explicó a The Epoch Times España Sonia Sampayo, bailarina profesional y profesora de danza.
Para Sonia, lo que conocemos como cultura está relacionado con un conjunto de expresiones y experiencias compartidas en un lugar o en un entorno geográfico que reúne a las personas en torno a un interés común. Esto se manifiesta en la manera de hablar, en el tipo de música o en la propia instrumentación.
«La danza es fundamental en la cultura, porque es un lenguaje más allá de las palabras. Integra todo el cuerpo, es decir, todo lo que es la persona. Y en cuanto al movimiento, creo que el movimiento es lo único que perdura, igual que el cambio es movimiento; las palabras pueden cesar, pero el movimiento nunca cesa», afirma Sampayo.
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Para el experimentado bailaor de flamenco y coreógrafo Joaquín Ruiz, la danza es una expresión primitiva del ser humano. En una entrevista con The Epoch Times España, afirmó que la danza es una necesidad de expresión del cuerpo.
«Si entras en el género flamenco, tienes que tener un conocimiento musical de los palos, de todo esto. A partir de ahí, creo que lo que no puedes perder es esa parte de intuición de tu propia verdad. O sea, que no solo sea la parte estética exterior, que es subjetiva, la que importe, sino que tu movimiento nazca de tu propia intuición», agregó.
Ruiz pone el ejemplo de las familias gitanas en las que el flamenco se ha transmitido de generación en generación y resalta que, por lo general, interpretan el flamenco de cara al público de una manera, mientras que lo expresan de forma muy distinta dentro de su entorno familiar o más cercano.
«Los gitanos lo han utilizado para poder sobrevivir. Crearon un flamenco hacia el público y otro hacia adentro, hacia su propia tradición cultural», señaló Ruiz.
La expresión de la danza, además, está estrechamente ligada a la música. Cada instrumento aporta un sonido, un ritmo y una vibración a los que el cuerpo responde, y de esa interacción surge una composición estética que se construye con el movimiento para transmitir un mensaje cargado de intención.
Ana Saeeda, profesora experta en danza oriental, explica que en la danza árabe los movimientos se asemejan a los sonidos de los instrumentos musicales.
«Cuando hay un sonido de cuerda se hacen movimientos de vibración con la cadera, porque es la cuerda la que está vibrando. Cuando hay un sonido, por ejemplo, de acordeón o de violín, que es un sonido más redondo, así son los movimientos: más redondeados. Cuando es un sonido de percusión, los movimientos son más cortos, porque la percusión va a ritmo; digamos, a golpes: […] golpes de cadera, golpes de pecho, golpes de cabeza, golpes de hombro. Entonces, el movimiento está totalmente relacionado con la música, porque primero es la música y luego es el movimiento», añade Saeeda.
Un ejemplo es la danza egipcia baladi, que se produjo con el movimiento de la gente del campo a las ciudades, más concretamente a El Cairo y Alejandría. Se caracteriza por una marcada feminidad en el movimiento.
«La expresión, las manos, los gestos tienen que ver con esa feminidad. Por un lado están los movimientos que intentan reproducir el sonido de unos instrumentos y, por otro, los movimientos que responden a aspectos culturales y específicos, en este caso, de algo muy femenino, de algo popular», explicó la experta en danza oriental en diálogo con The Epoch Times España.
Sin embargo, los conocedores de los fundamentos de la danza coinciden en que la naturaleza de esta forma de arte es cambiante. Sampayo opina que la expresión artística que refleja la danza se relaciona con las cosas que afectan al ser humano.
Asimismo, considera que tiene que ver «tanto con los propios procesos internos como con lo que nos rodea en los ámbitos familiar, relacional, social, cultural e incluso político. El ser humano se convierte así en quien expresa todo aquello que lo atraviesa: todo lo que ha sucedido y todo lo que está por suceder».
Por su parte, Ruiz asegura que, con la perspectiva que le dan sus años de formación profesional, su entendimiento y comprensión de la danza, particularmente del flamenco han evolucionado hacia una mayor expresión interna. Resalta que durante su juventud ejecutaba el flamenco, pero en su madurez lo vive.
La pasión inherente por descubrir los ritmos del flamenco lo llevó a querer alinear su expresión artística con el legado del baile transmitido por las leyendas del género; sin embargo, hoy considera que, con los años y la experiencia, tiene muchas más cosas que contar.
«Escribo mi vida bailando. Yo levanto un brazo y se me va mi vivencia. Lógicamente, cuando tienes 20, 25 años, pues, bueno, estás más inquieto y quieres saber cosas. Pero haces cosas, no sientes tanto […]. Lo veo como el resultado de la vida, de mi experiencia. Y a lo mejor hago menos cosas, pero son más sentidas. Entonces quizá ahora bailo flamenco. Antes ejecutaba flamenco», añadió Ruiz.
En ese sentido, las formas de la danza son cambiantes y, tanto desde una perspectiva antigua como desde una más moderna, se diferencian también en su modo de interpretarse. Sampayo señala que, en el pasado, la danza tenía un componente más ritual y un vínculo más orientado a lo ceremonial y a lo espiritual, mientras que en la actualidad se enfoca más en la libertad personal.
«No necesariamente tiene por qué perderse la parte ritual o espiritual o la estructura o ciertos lenguajes. Depende de cada persona elegir con qué tipo de danza se mueve. Se puede hacer todo si uno quiere y se conecta con ello».
Ana, por su parte, señala que, en el ámbito del folclore, cada pueblo procura conservar su carácter original. Las danzas están ligadas a la identidad y a la forma de ser de la comunidad; son su sello distintivo. Cita como ejemplo el baile saidi, originario del sur de Egipto, que se baila con un bastón y pertenecía en un principio a los hombres, aunque con el tiempo también empezaron a practicarlo las mujeres.
«Está el falahe, que ya en su nombre revela el origen: significa campesino, es la danza de los campesinos y la bailan las mujeres. O la danza del candelabro, que hoy se interpreta en las bodas para aportar fertilidad, luz y prosperidad al matrimonio. Todo eso es tradicional, ¿no? Forma parte de las tradiciones, de la cultura», agregó Saeeda.
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Otro aspecto a resaltar en el desarrollo de la danza es el entendimiento técnico a la hora de ejecutar los movimientos. Esto también es un reflejo de la experiencia y la práctica que logra consolidar el artista a través de su carrera profesional.
En la cultura tradicional china, por ejemplo, quienes se dedicaban a la danza daban importancia a una postura conocida como «tocando el cielo con los pies» (cháo tiān dēng (朝天蹬), una técnica en la cual el bailarín levanta la pierna en un ángulo de 180 grados, formando una línea recta entre las plantas de los pies, tanto en el pie de apoyo como en el pie que se sostiene en el aire. Esta técnica era indispensable y un requisito básico para los bailarines.
De acuerdo con la compañía de artes escénicas Shen Yun, al dominar esta técnica se abría un abanico de habilidades que implicaban una mayor exigencia y dificultad, pero sin perder la elegancia en las posturas. Justamente así lo demuestran en sus espectáculos los artistas de esta compañía, que, a través de un arduo y disciplinado entrenamiento, transmiten al público una colorida puesta en escena inspirada en lo divino.
La comprensión sobre Dios y el origen marcó la vida y la cultura de muchos pueblos. El movimiento artístico, particularmente en la danza, mantuvo una relación casi mística que partió de un fundamento ligado a la creación. Hoy en día la danza sigue girando en torno a la vida del hombre, ayudándole a escribir la historia.
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