OPINIÓN

Marruecos, Argelia y la inmigración ilegal: el chantaje rentable frente al esfuerzo sin copagos

agosto 17, 2025 15:13, Last Updated: agosto 17, 2025 15:15
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En los últimos años, España ha enfrentado una creciente presión migratoria que, lejos de ser un fenómeno homogéneo, revela profundas diferencias en su origen y manejo. Mientras algunos medios de comunicación, como ABC, se apresuran a señalar a toda portada a Argelia como el epicentro de una supuesta «permisividad» que satura las costas baleares, la realidad apunta a un panorama mucho más complejo al que solo se puede llevar a través de un análisis serio y riguroso. Este domingo desmonto esa narrativa sesgada, contrastándola con los hechos, y espero que tras leer a un servidor todos sepáis poner el foco en el verdadero uso estratégico de la inmigración ilegal por parte de Marruecos: un país que sí ha convertido los flujos migratorios en un arma diplomática contra España.

No es casualidad que en 2021 Ceuta sufriera una avalancha de miles de inmigrantes ilegales, ni que en 2022 Melilla viera asaltos masivos a sus vallas fronterizas tras la acumulación de subsaharianos en sus alrededores. Estos episodios no fueron meros accidentes geográficos, sino maniobras calculadas. Marruecos ha utilizado la inmigración ilegal como herramienta de presión política, un hecho que se evidencia en su comportamiento errático según las tensiones diplomáticas con España. Cuando las relaciones se enfrían —como ocurrió tras el caso del líder del Frente Polisario en 2021 o las disputas por el Sáhara Occidental—, las fronteras se relajan y los flujos migratorios se desatan. Este patrón no es nuevo, ha sido analizado incluso por el New York Times y es una estrategia que combina pragmatismo y chantaje, y que contrasta con la narrativa de un Marruecos «socio estratégico» que algunos en Madrid insisten en vender.

La inmigración ilegal hacia España, especialmente a través de la ruta canaria, tiene su principal origen en las costas marroquíes y las del Sáhara Occidental bajo ocupación marroquí. Según datos de 2022, el 40 por ciento de los inmigrantes que llegaron a las Islas Canarias eran de origen marroquí, partiendo desde puntos como Tarfaya o El Aaiún, áreas controladas por Marruecos y esta tendencia únicamente se vio revertida cuando España cedió ante el chantaje alauí. No obstante, fue por poco tiempo, más tarde el régimen alauí volvió a su tónica habitual y las salidas desde áreas controladas por Marruecos aumentaron en un 20 por ciento. Este comportamiento no es casual, Marruecos ha utilizado estratégicamente la inmigración como herramienta de presión geopolítica, relajando o intensificando los controles en sus costas según sus intereses diplomáticos, como se evidenció en la crisis de Ceuta de 2021. La dependencia de España de la cooperación marroquí para frenar estas llegadas pone de manifiesto la complejidad de las relaciones bilaterales, donde la inmigración se convierte en moneda de cambio si no se actúa con determinación frente a un país emisor de flujos migratorios.


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La situación en el Sáhara Occidental, bajo ocupación marroquí, agrava aún más el panorama. Las costas saharauis, como las de El Aaiún, son puntos clave de salida para pateras rumbo a Canarias, con incidentes trágicos como el naufragio de 2022 que dejó 44 víctimas. Hablamos de miles de inmigrantes ilegales anuales en rutas como la del Estrecho o las aguas cercanas a Canarias, frente a un flujo mucho más controlado desde el norte argelino. ¿Casualidad? Marruecos, con su geografía privilegiada y su control sobre las rutas atlánticas, tiene la capacidad de regular estos movimientos, y lo hace cuando le conviene políticamente.

Contrastemos esto con la situación en Argelia, un país que, pese a las distancias diplomáticas actuales con España —marcadas por tensiones energéticas y desacuerdos políticos—, ha demostrado un compromiso serio con el control migratorio. Con siete fronteras terrestres en el continente africano, Argelia es un corredor natural para millones de inmigrantes ilegales que buscan llegar a Europa. Sin embargo, las autoridades argelinas han invertido recursos significativos en contener estos flujos, evitando que se desborden hacia el norte y las rutas del Mediterráneo Oriental o las Baleares.


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Las evidencias son claras. Durante la última oleada migratoria, las fuerzas armadas argelinas interceptaron a más inmigrantes en su territorio que los que finalmente llegaron a costas españolas. Según un comunicado del Ministerio de Defensa Nacional de Argelia del 6 de agosto de 2025, se detuvieron a una veintena de inmigrantes ilegales en operaciones en el sur del país. Otro informe del 23 de julio de 2025 detalla operativos similares que lograron contener la salida de casi 300 inmigrantes ilegales, mientras que un post en X del mismo ministerio el 14 de agosto de 2025 subraya un gran operativo que en el que se logró interceptar a más de 700 inmigrantes ilegales que iban a partir hacia España. Estos datos, corroborados por observadores independientes, contrastan con la llegada de algo más de 600 inmigrantes ilegales a Baleares en el mismo período, según estadísticas preliminares del Ministerio del Interior español.

Argelia, sin recibir inyecciones económicas de la Unión Europea ni de España para este fin —a diferencia de Marruecos que sí ha obtenido fondos por acuerdos migratorios—, ha asumido la inmigración ilegal como una cuestión de Estado. Esto se refleja en tendencias históricas documentadas en redes sociales, como el análisis que hizo un servidor allá por el año 2022, donde se destaca el esfuerzo sostenido del país magrebí. Hablar de «permisividad» argelina, como hizo ABC el 15 de agosto de 2025 con su titular sensacionalista («Baleares sufre la mayor presión migratoria de la historia por la permisividad de Argelia»), no solo es falso, sino un insulto al periodismo. ¿De dónde sacan esa conclusión? Probablemente de un argumentario dictado desde Moncloa, más interesada en apuntalar a Marruecos que en reconocer el trabajo de Argelia.

El caso de ABC es paradigmático. Su artículo no solo carece de rigor estadístico —no cita datos concretos ni compara flujos—, sino que ignora el contexto diplomático y operativo. Este tipo de titulares, que parecen escritos a la sombra de Ferraz, responden a una agenda política que prioriza las relaciones con Marruecos, un aliado incómodo pero útil, sobre la verdad. Argelia, en cambio, es castigada con silencio o críticas injustificadas, a pesar de su esfuerzo.

El verdadero problema, sin embargo, no está solo en los medios, sino en el Gobierno español. Las políticas migratorias actuales han permitido la consolidación de nuevas rutas, como la balear, ante la incapacidad de establecer un diálogo diplomático con Argelia. Con Italia imponiendo controles estrictos y nuevas nacionalidades apareciendo en las costas argelinas, todo apunta a que esta ruta podría convertirse en una alternativa «solidaria» a la controlada vía Túnez-Lampedusa. ¿Solidaria para quién? Para los traficantes de personas, sin duda, que se frotan las manos mientras el Ejecutivo mira hacia otro lado. Será que un servidor no advirtió hace tres años.

A efectos cuantitativos, la diferencia entre Marruecos y Argelia es abismal. Llegados a este punto, un servidor expone esta cuestión con máxima transparencia, ya que veo venir críticas infundadas por parte de cierto sector marroquí —político y «periodístico»—. Lo que verán a continuación es un informe estadístico interno de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras (CGEF) de la Policía Nacional al cual tuve acceso. Verán cómo durante todo el 2022, marroquíes lideraron nacionalidades frente a todas las demás, todo ello a pesar de las cesiones en lo relativo al Sáhara. El año cerró con más de 10 700 inmigrantes ilegales de origen marroquí, frente a los poco más de 7000 de origen argelino. No obstante, esta cuestión no es la más grave, el grueso de nacionalidades y el grueso de la inmigración ilegal, partió desde costas marroquíes o parte del litoral saharaui ocupado por las autoridades del régimen alauí. Más de 20 000 inmigrantes ilegales partieron desde los citados territorios, frente a 7164 que lo hicieron desde Argelia. Ante este tipo de datos, pocas discusiones tienen cabida.

Es hora de dejar de lado las narrativas cómodas y mirar los hechos. Marruecos utiliza la inmigración ilegal como un arma estratégica, mientras Argelia, a pesar de las barreras diplomáticas, libra una batalla silenciosa contra ella. Medios como ABC, con titulares que parecen dictados desde Moncloa, hacen un flaco favor a la verdad, mientras el Gobierno español se enreda en su propia incoherencia. La presión migratoria no es un problema de «permisividad» argelina, sino de una política exterior miope que prefiere aplacar a Marruecos antes que apoyar a un vecino que sí está haciendo su parte. Y si alguien duda, que mire las estadísticas, los números no mienten, aunque algunos titulares sí. Quizás, con un poco de sarcasmo, podríamos sugerir a Moncloa que, en lugar de culpar a Argelia, invierta en un buen mapa y un poco de coherencia. Sería un comienzo.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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