En el pulso por la supervivencia cultural de España, Vox ha elevado al Congreso dos propuestas que trascienden la mera política partidista: la prohibición del velo integral en espacios públicos y el veto a la celebración pública de la Fiesta del Cordero, o Eid al-Adha.
Registradas este mes, estas iniciativas no solo desafían a formaciones como el PP y Junts a definirse al respecto, sino que representan un baluarte de resistencia frente a lo que muchos ven como una erosión sistemática de la identidad cristiana y occidental en Europa.
Yendo un paso más allá, estas medidas responden a un dilema perenne: cómo salvaguardar los pilares de la civilización grecorromana y cristiana —forjados en siglos de historia española— frente a prácticas islámicas que, aunque amparadas en la libertad religiosa, chocan con los valores de igualdad, laicidad y hasta bienestar animal que definen Occidente.
En este marco, el historiador César Vidal ha analizado la Reconquista como modelo de resistencia cultural, argumentando que España debe priorizar su esencia histórica —raíz visigoda y cristiana— frente a influencias islámicas externas, resistiendo la «islamización» contemporánea mediante una «lucha de liberación nacional» similar a la histórica.
La activista iraní Masih Alinejad, quien estuvo recientemente en Madrid durante el World Liberty Congress, respaldó implícitamente esta visión al advertir sobre el peligro que representa el avance del islam en Europa, advirtiendo: «Si controlas a la mitad de la población, puedes tomar de rehén a toda la nación».
Su eco resuena en un continente donde 25 millones de musulmanes (5% de la población) plantean preguntas sobre cohesión y preservación.
El experto en geopolítica y autor francés Alexandre del Valle, en una entrevista para The Epoch Times, alerta sobre cómo «el islamismo ha retomado toda la mala retórica de la izquierda para instrumentalizar la mala conciencia europea», facilitando así la disolución de identidades nacionales.
Un velo sobre la igualdad occidental

Esta semana, Vox presentó en el Congreso una proposición de ley para erradicar el burka y el niqab —prendas que ocultan el rostro por completo o parcialmente— en espacios públicos o privados abiertos al público.
La iniciativa, presentada por la diputada Pepa Millán, establece multas de hasta 600 euros por uso y eleva a 30 000 euros en reincidencias, tipificando como delito la coacción para su imposición, con penas de hasta tres años de prisión.
Millán ha dejado claro que su objetivo no solo es proteger a las mujeres forzadas a cubrirse, sino sobre todo «proteger la identidad occidental» de España, a su juicio incompatible con la religión musulmana.
En su programa, Vox lo enmarca como defensa de la «identidad cristiana de Europa», alineándose con la doctrina de partidos como el PiS polaco o el Fidesz húngaro, que ven en el islamismo una amenaza existencial.
Del Valle profundiza en esta erosión al describir cómo en su Francia natal hay «unos 250 barrios que están bajo la influencia de los islamistas», donde se instaura de facto una «sharia de minoría» que modifica progresivamente las normas locales y choca con el orden jurídico europeo.
Propone, por tanto, examinar «lo que hay en la sharia y en el islam, que es totalmente contradictorio con el orden jurídico europeo y prohibirlo», una medida que resuena con la iniciativa de Vox para evitar que tales prácticas se extiendan en España.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) avaló en 2014 la prohibición francesa de 2010, invocando el principio de «vivir juntos» —es decir, la necesidad de visibilidad facial para la interacción cívica— y reconociendo que tales vetos preservan la identidad cultural sin violar derechos fundamentales.
Si bien en España el Tribunal Supremo anuló en 2013 la ordenanza de Lérida —que prohibía el velo integral en espacios municipales— por considerarla desproporcionada e invasora de competencias, Vox recomienda un enfoque nacional equilibrado, similar al de Austria (multa de 150 euros).
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En otros países occidentales, en tanto, el patrón es claro: una prohibición general del velo integral (burka y niqab) en espacios públicos para preservar la cohesión social y la visibilidad facial.
Luego de la pionera Francia (con multas de hasta 150 euros por ocultar el rostro en la vía pública), Bélgica siguió en 2011, con multas de 15-137 euros y hasta 7 días de prisión por cubrirse en público.
Dinamarca (2018, multas desde 134 euros) y Austria (2017, hasta 150 euros) invocan la laicidad e integración en espacios públicos. Letonia también se sumó en aquellos años alegando valores culturales y orden público con multas elevadas.
Suiza, vía referéndum de 2021 (vigente desde este año, estipula multas de hasta 1060 euros), prioriza la seguridad en la vía pública. El mes pasado, Portugal comenzó a aplicar multas de 200-4000 euros por «neutralidad religiosa y convivencia».
Alinejad, exiliada desde 2009 y sobreviviente de dos intentos de asesinato vinculados al régimen iraní, comparó en una entrevista con El País el hiyab con el Muro de Berlín: «El hiyab es el principal símbolo del ISIS, de los talibanes, de la República Islámica de Irán y de su apartheid contra ellas […] La lucha contra el hiyab es un primer paso hacia la caída de la dictadura en mi país. Así que el Muro de Berlín del hiyab está cayendo y el de la dictadura lo hará también muy pronto».
La Fiesta del Cordero: sacrificio ajeno a la tradición cristiana

El 11 de noviembre, la Comisión de Cultura del Congreso rechazó por mayoría una proposición no de ley de Vox para vetar la Eid al-Adha (Fiesta del Cordero) en espacios públicos.
Celebrada el 6 de junio, implica sacrificio halal de un cordero por familia, con carne repartida en tercios (hogar, parientes y pobres).
En Ceuta y Melilla (donde es festivo desde 2010), se sacrifican miles de animales, pero el Real Decreto 37/2014 exige aturdimiento previo y supervisión profesional, requisitos que —según documentó la ONG Igualdad Animal en Melilla—, son ignorados en matanzas domiciliarias o públicas.
El diputado Joaquín Robles tildó esta práctica de «costumbre bárbara» incompatible con España: «Es absurdo permitir una matanza indiscriminada bajo pretexto cultural cuando no se autorizaría a un español».
Añadió: «Si importamos fiestas bárbaras como esta, acabaremos convirtiendo a España en una sociedad bárbara».
Frenar la erosión islámica

Las propuestas de Vox surgen de un temor fundado: la dilución de la identidad en una Europa con 25 millones de musulmanes.
En diálogo con The Epoch Times España, el eurodiputado Hermann Tertsch (Vox) resalta que tomar medidas para detener el avance del Islam en España es crucial: «La esencia del islam es acabar con la cristiandad y con la civilización judeocristiana, que es Occidente».
«El islam radical es profundamente contrario a los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI, persigue infieles, está matando a cristianos en otros países y hace auténticas barbaridades contra todos aquellos que denominan ‘infieles’», coincide la abogada Paula Fraga.
Fraga —en una entrevista con este medio— afirma categóricamente que «decir que el islam radical quiere destruir la civilización occidental no es un delito, es un hecho», ya que quienes estudian sus implicaciones sociales y culturales entienden que representa «una amenaza a nuestro ordenamiento jurídico, a nuestro acervo sociocultural».
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En el mismo sentido, Del Valle añade que, para Europa, «el islamismo, difundido entre otros, por una parte de las minorías, es una oportunidad para combatir la herencia cristiana del Viejo Continente y disolver las identidades nacionales», un proceso que las propuestas de Vox buscan revertir mediante límites claros a prácticas incompatibles.
Fraga concluye que «decir la verdad no es odio», y que, como ciudadanos españoles, tenemos «todo el derecho a identificar y denunciar aquellas opciones políticas religiosas extremistas que vulneran los derechos de las mujeres y que atentan contra la convivencia y la paz social».
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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