Opinión:
Como os comentaba de soslayo en mi estreno por estos lares, Marruecos ha elevado su ambición territorial en estos últimos años a una estrategia de guerra híbrida. Ceuta, Melilla y, con creciente descaro, las Islas Canarias están en el punto de mira de un régimen totalitario que, tras la máscara de aliado, despliega un expansionismo voraz.
Mientras en España se debate sobre transición energética, nuevas masculinidades o migraciones climáticas, Rabat codicia las riquezas subacuáticas de Canarias, especialmente los yacimientos de telurio, cobalto y tierras raras en el monte Tropic, valorados en miles de millones de euros. Pero esta no es su única afrenta: el secuestro del Sáhara Occidental, avalado por la traición del ejecutivo de Pedro Sánchez, y el uso de la inmigración ilegal como arma geopolítica desnudan la verdadera cara de un régimen que pisotea cada día nuestras fronteras y principios. España, atrapada entre la negligencia de su gobierno y la indiferencia internacional, debe reaccionar antes de perderlo todo.
El expansionismo marroquí es una obsesión histórica que no disimulan. Desde los delirios cartográficos de Hassan II, que incluía Ceuta, Melilla, Canarias, el Sáhara Occidental e incluso Mauritania, hasta las reclamaciones actuales sobre las aguas canarias, Rabat ha perfeccionado un arsenal de acoso. La inmigración ilegal es su arma más cruel y efectiva. Los asaltos masivos a las vallas de Melilla en el año 2022, fueron los últimos ejemplos de esta táctica. Miles de inmigrantes ilegales, armados con garfios, asaltaron la frontera en ataques coordinados, logrando entrar en la ciudad autónoma. ¿Alguien piensa a día de hoy que esto fue un acto imprevisto? Al menos desde el año 2021 se tenía conocimiento expreso de lo que acontecía en los alrededores de la Ciudad Autónoma de Melilla, al menos el que os escribe tenía plena constancia de ello.
Pensar que los servicios de inteligencia de Marruecos desconocían que miles de inmigrantes ilegales estaban preparando estos asaltos masivos, es cuando menos osado. Este episodio, por tanto, no fue un accidente: fue una demostración de fuerza, un mensaje claro de que Marruecos puede abrir o cerrar el grifo migratorio a su antojo. En los últimos tres años, esta estrategia se ha intensificado con Canarias como nuevo frente.
En lo que llevamos de año, Canarias ha recibido cerca de 12 000 inmigrantes ilegales, principalmente desde La Agüera, en el Sáhara Occidental, una zona bajo supuesto control marroquí pero con escasa vigilancia. Desde allí, cerca del puerto mauritano de Nuadibú, parten cayucos con subsaharianos que, según dicen, salen de Mauritania, aunque son trasladados a esta área para eludir a las autoridades mauritanas. Las mafias aprovechan esta falta de control desde finales del año pasado, mientras las autoridades marroquíes, a las que el Gobierno español parece complacer, hacen la vista gorda, permitiendo la llegada masiva de inmigrantes desde regiones como Tan-Tan, Tarfaya, Agadir, Dajla, El Aaiún y ahora La Agüera. Y no es porque os lo diga yo, es una cuestión que ya conoce la propia Guardia Civil desplegada en origen y de la que un servidor tiene plena constancia tras consultar informes internos del Instituto Armado.
Canarias es el trofeo que Marruecos ansía con más fervor. Como os he citado al inicio, su plataforma continental oculta un tesoro estratégico: el monte Tropic, con reservas de telurio y cobalto esenciales para las baterías y la electrónica del siglo XXI. Rabat, con una audacia que roza la insolencia, ha comenzado a solapar sus mapas marítimos con los de España, reclamando derechos sobre estas aguas en foros internacionales. Esta maniobra no solo viola el derecho internacional, sino que busca legitimar una ocupación encubierta. Mientras España planea explotar estos recursos de forma sostenible, Marruecos juega sucio, combinando inmigración masiva, disputas marítimas y propaganda para debilitar la soberanía española. Si Rabat triunfa, Canarias podría seguir el destino del Sáhara Occidental: un territorio robado bajo la mirada complaciente del actual Ejecutivo.
El caso del Sáhara Occidental es la llaga purulenta que expone la cobardía española. Desde 1975, Marruecos ha ocupado ilegalmente este territorio, ignorando las resoluciones de la ONU que exigen un referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui. España, como potencia administradora de jure según la Corte Internacional de Justicia de 1975 y el informe de Hans Corell de 2002, tiene la obligación moral y legal de garantizar ese proceso. Pero en 2022, Pedro Sánchez traicionó ese mandato con una humillación histórica. En una carta al rey Mohammed VI, reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, cediendo a las presiones de Rabat en medio de una crisis migratoria y comercial orquestada. Esta decisión, tomada a espaldas del pueblo español, ha permitido a Marruecos reforzar su control militar. En junio de 2025, las fuerzas marroquíes han intensificado su presencia, enfrentándose a protestas del Frente Polisario y a renovadas demandas de intervención de la ONU. Sánchez, en lugar de rectificar, permanece mudo, manchando el honor de España con su sumisión.
A esta debacle se suma la estigmatización de los saharauis por parte de medios españoles, un escándalo que el activista Taleb Alisalem ha destapado con precisión quirúrgica. En su análisis del 9 de junio de 2025, Alisalem denuncia cómo diarios como La Vanguardia, La Razón y Atalayar difunden sin pruebas titulares que vinculan a los saharauis con el terrorismo, sirviendo como altavoces de la propaganda marroquí. Alisalem subraya que no hay un solo caso documentado de un saharaui implicado en atentados en Europa, contrastando con la evidencia de que Marruecos es un exportador de yihadismo. Informes de Amnistía Internacional en 2024 han documentado abusos sistemáticos en los territorios ocupados, pero los medios españoles los ignoran, convirtiéndose en cómplices de Rabat. Directores como Francisco Marhuenda y Enric Juliana, según Alisalem, ejecutan una «sinfonía de Rabat» escrita con dinero y sin escrúpulos, mientras el pueblo saharaui, que resiste con honor, es vilipendiado sin pruebas.
La inmigración ilegal no es la única arma en el arsenal de Marruecos. Rabat también maneja el comercio y la energía como palancas de presión. La Unión Europea, dependiente del gas marroquí tras la ruptura con Argelia, cierra los ojos ante las provocaciones. Estados Unidos, que en 2020 reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental a cambio de la normalización con Israel, ha dado carta blanca a este expansionismo. En 2025, la realpolitik sigue reinando: España, aislada, enfrenta sola esta guerra híbrida. Marruecos ha elevado su juego, combinando inmigración masiva, disputas marítimas, propaganda y presión económica para erosionar la soberanía española. La invasión de Ceuta en el año 2021 o el asalto de Melilla de 2022 han sido solo el preludio; los cayucos en Canarias y las maniobras en el Sáhara Occidental son la escalada. Mientras, actores como Rusia y China observan desde la distancia, apostando por sus intereses en el Sahel.
Frente a esta ofensiva despiadada, España no puede seguir paralizada. Reforzar fronteras y firmar acuerdos con Marruecos, que este incumple a la primera oportunidad, es una pantomima insuficiente. El gobierno —de ser decente en alguna ocasión— debería alzar la voz en la ONU, denunciando el uso de la inmigración como arma, las reclamaciones sobre Canarias y el robo del Sáhara Occidental. España debe reafirmar su rol como potencia administradora y exigir un referéndum para los saharauis, borrando la mancha de Sánchez. Una defensa robusta de Ceuta, Melilla y Canarias, con inversión militar y diplomática, es imprescindible para disuadir a Rabat. La sociedad española debe movilizarse, consciente de que este no es solo un conflicto territorial, sino una lucha por la identidad y el futuro de un país.
Marruecos no se detendrá. Su visión de un «Gran Marruecos» que abarque desde el Atlántico hasta el Sahel encuentra en España su principal obstáculo. Ceuta, Melilla, Canarias y el Sáhara Occidental son más que territorios: son baluartes de una resistencia que no puede flaquear. En este 15 de junio de 2025, la pregunta no es si Marruecos seguirá apretando, sino hasta cuándo España tolerará esta humillación.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en España y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.