OPINIÓN

El chavismo se repliega hacia el modelo del Partido Comunista Chino para sobrevivir a su crisis existencial

noviembre 7, 2025 17:00, Last Updated: noviembre 7, 2025 17:00
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La dirigencia del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se prepara para una nueva etapa. Ya no es la fase de movilización electoral, ni la del carisma como herramienta política, ni siquiera la propaganda como dispositivo central. El chavismo está entrando en un período en el que su prioridad no es convencer, sino sobrevivir. Y para ello ha decidido reconfigurarse siguiendo el ejemplo de sus aliados más estables: el Partido Comunista Chino, el Partido Comunista de Cuba y el Partido Comunista de Vietnam.

La decisión no es abstracta. Fue anunciada públicamente. Durante la Plenaria Extraordinaria del V Congreso del PSUV y IV de la JPSUV, celebrada el 5 de noviembre de 2025 en Caracas, Diosdado Cabello, secretario general del partido y segunda figura del chavismo, afirmó que la organización debía adoptar el modelo de partido disciplinado, vertical y territorial que ha permitido la permanencia de esas estructuras en el poder durante décadas. «La unidad no es un lema, es una orden de batalla», dijo Cabello. La frase sintetiza el momento político.

El chavismo ya no se plantea ganar elecciones. Se plantea que el partido exista incluso si todo lo demás se cae.

De partido electoral a partido-Estado

Durante años, el PSUV funcionó como un movimiento heterogéneo, articulado alrededor del liderazgo emocional de Hugo Chávez, sostenido por supuestas victorias electorales, acceso a renta petrolera y programas sociales masivos. El modelo funcionó mientras había dinero para repartir y la imagen de Chávez mantenía cohesión interna.

Pero desde 2015 la crisis económica, la caída de la producción petrolera, las sanciones estadounidenses y la pérdida de legitimidad electoral colocaron al partido frente a una pregunta que ahora define su estrategia:

¿Qué queda cuando ya no hay recursos, votos ni liderazgo carismático?


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La respuesta del grupo dirigente es copiar estructuras de partido-Estado como las que China, Cuba y Vietnam han perfeccionado: un partido que no depende del ciclo electoral, que controla territorio, que administra vida cotidiana, que vigila, que distribuye, que se inserta en las comunidades como presencia permanente.

En palabras de una fuente interna del PSUV consultada para este reportaje «No estamos preparando una victoria. Estamos preparando la supervivencia».

El modelo chino como guía

El referente principal es el Partido Comunista Chino (PCCh). De él se toma la lógica de organización vertical, la disciplina como mecanismo de cohesión y la idea de que el partido debe estar presente en cada espacio social: barrio, fábrica, escuela, ministerio, empresa, sindicato, consejo comunal, consejo educativo, universidad y milicias.

No se trata solo de reproducir estructuras. Se trata de asumir una visión en la que el partido es más importante que el gobierno. El gobierno puede cambiar. El partido no.

De hecho, miembros del PCCh han estado en multiples oportunidades en Caracas, y luego distribuidos por toda Venezuela para entrenar las bases del PSUV y JPSUV. Asimismo, delegaciones del régimen venezolano, especialmente los jóvenes, han viajado a China para cursos de formación y adoctrinamiento por más de una década.

Cabello lo dijo de manera casi didáctica: «El PSUV debe ser una estructura que pueda operar en cualquier circunstancia, con o sin cargos, con o sin instituciones, con o sin coyuntura».

Los Comités Bolivarianos de Base: control granular del territorio

El núcleo de esta reorganización es la creación de los Comités Bolivarianos de Base Integral (CBI). Son células de nueve personas por calle, edificio, torre o comunidad. Serán más de 264 000 núcleos distribuidos por todo el país. Su función no es solamente política. Serán responsables de censos, registros, vigilancia territorial, articulación con las milicias, distribución de alimentos, control de movilización y asistencia en propaganda.

En términos prácticos, los CBI son una adaptación venezolana de las células barriales del Partido Comunista Chino, que funcionan como: 1) red de inteligencia social, 2) mecanismo de presión comunitaria, 3) estructura de lealtad política,

y 4) filtro para ascenso partidario.

No es una estructura orientada al debate político, sino al control territorial.

La dimensión militar

La reorganización aprobada incluye, además, el fortalecimiento de la milicia bolivariana, el entrenamiento de la población civil en tareas de defensa, la vigilancia comunal y la logística para sostener operaciones prolongadas en caso de conflicto interno o externo. El modelo se acerca a la doctrina vietnamita de «resistencia total»: el partido no solo dirige, también combate.

En Venezuela, el PSUV ya controla buena parte de las instituciones del Estado. Ahora aspira a controlar el territorio como presencia física y moral.

China como sostén ideológico y estratégico

Mientras se reorganiza internamente, el chavismo profundiza sus alianzas con el Partido Comunista Chino. Pekín no solo provee tecnología, telecomunicaciones, equipos militares y soluciones de vigilancia digital. También comparte métodos de gobierno, formación de cuadros, propaganda y diplomacia de partido a partido.

Para China, Venezuela no es únicamente una fuente de petróleo o minerales estratégicos: es una plataforma geopolítica en el hemisferio occidental, un punto de influencia directa en la esfera tradicional de Estados Unidos.

Para Maduro, la alianza con Pekín representa continuidad y blindaje, una red de soporte político, financiero y tecnológico que le permite resistir sanciones y aislamiento.

Y para Cabello, China es más que un aliado: es el modelo de dominación partidista capaz de sostener el poder aún en condiciones adversas, una forma de organización que convierte al partido en la columna vertebral del Estado y no su accesorio.

El chavismo ha entendido que su crisis no es solo económica o electoral. Es una crisis existencial. Y para enfrentarla está apostando a un modelo en el que el partido se vuelve indestructible, incluso si el país cambia de gobierno, incluso si el Estado se debilita, incluso si las instituciones se erosionan.

En ese escenario, lo que está en disputa no es la política venezolana.

Lo que está en disputa es cómo se organiza el poder en Venezuela para los próximos veinte años.

El chavismo tomó su decisión.

Ahora, le toca a Venezuela preguntarse: ¿qué significa vivir bajo un partido que no compite, sino que permanece?

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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